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Por Asturias, gobiernen

3 de Abril del 2012 - Martín Montes Peón (Oviedo)

De los resultados de las elecciones del 25 de marzo se puede sacar una conclusión inequívoca, en cuanto a que los asturianos hemos dejado manifiestamente claro que, aparte de estar un tanto cansados de tanta elección, tampoco estamos por la labor de otorgar mayorías suficientes a ninguno de los partidos concurrentes. Los diferentes líderes políticos asturianos podrán interpretar el resultado como mejor les venga en gana, pero la realidad refleja que ninguno de ellos ha sabido ganarse de manera absoluta la confianza de los electores.

Una vez superado el esperpéntico espectáculo que supuso la aventura de esta minilegislatura, en la que con mayor o menor protagonismo todos los grupos han hecho gala de una inconcebible irresponsabilidad, creo que es hora de exigirles, más que pedirles, a los responsables políticos asturianos una altura de miras que haga posible afrontar con ciertas garantías los ineludibles retos que Asturias tiene ante sí. Ante la gravísima situación que estamos viviendo, y con la evidente fragmentación política que han reflejado los resultados electorales, daría como mínimo para intentar un Gobierno de concentración por encima de la actitud partidista y mezquina de que han hecho gala hasta ahora las diferentes fuerzas políticas.

A juzgar por los mensajes que nos han transmitido los distintos partidos durante la campaña electoral, sin excepción, todos se declaraban en disposición de hacer lo mejor por Asturias. Loables declaraciones de intención, sin duda, pero insuficientes si a la hora de la verdad son incapaces de lograr un gran pacto de legislatura que permita a nuestra maltratada Asturias discurrir con ciertas garantías por una senda que se prevé plagada obstáculos. No hay duda alguna de que una gran mayoría de asturianos saludaríamos muy positivamente ese gran pacto y, de paso, también podría ser la oportunidad para que la media de la ciudadanía dejáramos de percibir a nuestros políticos como un problema, antes que como una solución.

A la vista de los resultados, y si nos fiásemos estrictamente del número de escaños obtenidos, resultaría que tendría que ser a Javier Fernández a quien le correspondiera intentar la formación de Gobierno, en tanto que representante del partido más votado, pero la aritmética parlamentaria indica a renglón seguido que su intento para gobernar Asturias acabaría teniendo unos resultados similares a los que ha tenido Álvarez-Cascos. Por otro lado, si el representante de Foro acabara pactando con los populares, está claro que una inmensa mayoría de asturianos, aparte de no entender entonces la finalidad y el gasto que ha supuesto el adelanto electoral, estaría legitimado para desconfiar de principio a fin de quienes, por desgracia, ya han demostrado suficientemente su absoluto antagonismo para nada que se parezca a un acuerdo, y, por tanto, se tornaría en un mero apaño de reparto de poder.

Para que Asturias salga de este inmenso bache, y si realmente tiene algún viso de credibilidad la predisposición de los diferentes líderes para esforzarse en ese empeño, es evidente que hay que empezar por no reparar en colores políticos. La mayoría de los asturianos estamos completamente convencidos de que hay propuestas de Izquierda Unida que pueden ser tan válidas como las que pueda presentar el Partido Popular, o las que aporte Foro sean tan viables como las que el Partido Socialista o Unión Progreso y Democracia estén en disposición de poner sobre la mesa. Solamente de esa manera la llamada clase política podría ganarse el respeto de la ciudadanía, porque entenderíamos que son ciertos sus supuestos nobles propósitos. Nuestra amada patria querida, Asturias, merece este y cualquier sacrificio que fuera menester.

No ignoro que el intento de un gran pacto no va a ser tarea fácil, pero ningún gran proyecto lo ha sido nunca. Las delicadas circunstancias económicas y sociales que estamos padeciendo justificarían de sobra la búsqueda de un acuerdo amplio. Por esa razón, me atrevo a sugerirles a los representantes políticos asturianos que valdría mucho la pena que aparcaran personalismos y consensuaran un amplio programa que pasara por la suma de esfuerzos y no por la resta de vanas frivolidades. Los tiempos que corren no admiten demasiadas improvisaciones, y ceder colectivamente parte de las legítimas pretensiones políticas a favor de Asturias seguro que habría de reportarles en un futuro no tan lejano el gran honor de haber contribuido a sacar del atolladero a esta privilegiada e irrepetible Asturias.

Lo más probable es que a buena parte de los políticos asturianos sugerencias como ésta les causen gracia, cuando no desprecio. Si finalmente fuera así, también me atrevería a vaticinarles que la decisión última para que puedan continuar en política depende de exclusivamente de los votantes, y éstos, los votantes, creo que les hemos dejado meridianamente claro por dónde se inclinan nuestras preferencias. Las excusas para justificar recortes, las medias verdades para aplicar medidas impopulares y las mentiras alevosas para eludir responsabilidades solamente contribuyen a dejar al descubierto la incapacidad manifiesta y la falta de imaginación para gestionar con razonable éxito el actual panorama. La historia demuestra que los grandes políticos que han sido merecedores de ser reconocidos como tales han tenido como rasgo común la capacidad para aunar esfuerzos, el acierto para consensuar proyectos y la grandeza para prescindir de la parte egocéntrica que, como cualquier ser humano, seguro que habrían de tener.

Se trata de Asturias, señores políticos. Sobran las palabras.

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