Lo que alimenta el cabrales
Arenas presume de ser la «locomotora» del concejo gracias al imán de los Picos para el turismo en temporada alta y al poder de la industria del queso para arrastrar la vitalidad de otras actividades
Unos pocos pasos más atrás había hoteles, restaurantes, un bazar, una tienda de souvenirs, una confitería y dos bancos, pero aquí Vicente y Manuel Tolosa, queseros de Arenas, enseñan a través de la puerta entreabierta de su casa una ternera colgada del techo, todavía sin despiezar, y en el suelo el empedrado resiste a la invasión del asfalto. La batidora que revuelve y fermenta esos dos mundos es Arenas de Cabrales, un lugar donde el continente deja a la vista el contenido. Paseando por su traza semiurbana, el presente moderno de la infraestructura turística cruza sin avisar hacia la tradición agraria de la ganadería de montaña y el queso artesanal. Y si se mezclan con cuidado esos dos ingredientes, según la receta que dará luego algún vecino, se habrá encontrado la fórmula en la que el queso alimenta al turismo, y viceversa, para terminar cuajando el sustento de un pueblo «razonablemente bien surtido» de servicios y progreso.
Todo eso dicen que venden aquí, en esta villa de un valle que cruzan tres ríos, que amurallan el Cuera y los Picos y que se siente, sin despreciar, «locomotora» comercial y económica de Cabrales. La localidad más poblada del municipio, 830 habitantes donde había 780 en 2005, presume también de la más dinámica y opone su desarrollo demográfico al leve descenso que ha sufrido la cifra total del concejo en la primera década del milenio. Esta cabeza tractora arrastra a la población del entorno rural cabraliego atrayéndola con el clima, menos agresivo aquí que en las alturas, y con la oferta de servicios que se asocia a esa doble fuente de riqueza, al vigor turístico de los veranos junto a la pujanza agroalimentaria que sirve como aditamento a tiempo completo.
El baile comercial de la villa centenaria
La mezcla, eso sí, es inseparable. «Los unos sin los otros no funcionaríamos», aprecia Blanca Lobeto, propietaria de un hotel rural en el barrio de Ríu, el núcleo original de donde surgió lo que hoy es Arenas y que se extiende más allá del río Ribeles y la iglesia de Santa María de Llas. El queso funciona y «se vende fuera porque hay un turismo que conoce Cabrales», afirma ella, y es así como se engrasa un mecanismo retroactivo y circular que también se mueve en la dirección inversa, porque los establecimientos vacacionales recogen asimismo algunos réditos de la proyección internacional que a este municipio le da la transformación de su topónimo en una marca de queso. Porque los que vienen también vienen al olor del cabrales, tercia Fermín Cotera, uno de los siete queseros de Arenas, y porque el producto se mantiene sin fisuras como alternativa a la estacionalidad del turismo. Sin rastro de crisis. Lo confirman las cifras globales del Consejo Regulador, que etiquetó en 2009 más piezas certificadas que en los dos años anteriores, y asiente la experiencia individual de Cotera, en cuya quesería se elabora a pleno rendimiento cada día todo lo que físicamente se puede. «Los días que cuajo, llego a 1.700 kilos, todo lo que puedo»... «El queso marcha a tope, como nunca» y da valor a otras actividades, al comercio o a la ganadería de leche, que aquí resiste mejor gracias al cabrales. Y para probar que la mezcla cuaja, hay un sitio de verdad donde se fusionan esas dos realidades al lado de las aguas verdosas del Cares, nada más abandonar Arenas por el camino que acompaña al río hacia Poncebos. Es edificio y cueva, exhibición y tienda y Museo del Cabrales y desde el año 2002 materializa un modo de usar el queso como escaparate para atraer visitantes. De bastantes, porque en 2009 se vendieron aquí más de 24.000 entradas, 4.000 por encima de las del año anterior, aunque lejos aún del récord histórico de la instalación.
Este turismo, eso sí, con sus dos decenas de establecimientos en la villa y tan pegado como ella a los Picos de Europa, resulta difícil de mantener en invierno y el tiempo se sigue empeñando en no dejarle salir del verano y sus aledaños. «Aquí se vende montaña y eso es muy complicado en invierno», confirma Blanca Lobeto, además de empresaria vicepresidenta de la Asociación Cabraliega de Turismo. Ella se resigna a las notables diferencias que separan la temporada alta de la baja, aunque tímidamente, poco a poco, la primera le vaya comiendo el terreno a la segunda. «Si viene buen tiempo en otoño», celebra, «ya se trabaja casi tan bien como en verano» y «últimamente», interviene Pedro Fernández Gonzalo, párroco de Santa María de Llas, «sigue llegando gente hasta Todos los Santos. Hace unos años, no quedaba nada después del Festival del Queso -el último domingo de agosto-. Ahora, el gran aluvión quizá se retrasa un poco al principio del verano, pero cada vez se prolonga más hasta septiembre y octubre si el tiempo acompaña».
El mapa y la geografía dan muchas pistas sobre lo que da vida en Arenas; del resto, dicen aquí, tiene la culpa la gente. La villa, que tiene título de tal desde hace ahora cien años, juega a la vez con el beneficio de su emplazamiento y la pericia de sus habitantes para aprovecharlo. Es «la puerta principal de entrada a los Picos», define Blanca Lobeto, «a un paso de la playa, de los lagos, de Covadonga y de Cantabria», pero además «aquí la gente que tiene negocios no está dormida», ataja Fernández Gonzalo. Son, sigue ella, «emprendedores, dinámicos, tienen ideas y ganas de hacer cosas». Se diría que en el panel informativo que los turistas pueden leer a las puertas de la cueva-exhibición del cabrales se repasan al mismo tiempo las claves de la fórmula del queso y de la vitalidad económica de la villa, repartiendo las responsabilidades entre «la naturaleza, la orografía, los ricos pastos de montaña, la cabaña ganadera de esta zona, las expertas manos de los pastores, una artesanal elaboración y una fermentación en el útero de los Picos de Europa».
Esa naturaleza da leche y queso y llama a los turistas, pero no mueve sola el motor de Las Arenas de Cabrales. Por detrás asoma una tercera pata comercial que explica por qué dice el párroco que «esto no es una aldea y se le nota». No lo es socialmente, enlaza Pedro Fernández Gonzalo, ni tiene apariencia de ello por el surtido de servicios que salpican el área más urbana de la villa, alrededor de la travesía de la AS-114, la carretera Cangas de Onís-Panes a su paso por Arenas. Hay colegio, consultorio, centro de día, mueblerías, carnicerías, confiterías... «Buenos establecimientos muy bien trabajados», se congratula el sacerdote, que ha encontrado aquí la combinación esencial entre «la paz de la aldea y la oferta comercial de la pequeña villa». «Tenemos las necesidades básicas cubiertas», le acompaña Blanca Lobeto, «y para ser un pueblo pequeño contamos con una oferta de servicios que pueden envidiar algunas ciudades». Ya apenas sin construcciones nuevas, eso sí, que también aquí se han parado y dejado una única gran promoción en proceso, pero con las atenciones que presta una población «muy abierta. Tratamos muy bien a la gente», presume Cotera.
Puede que todos tengan razón, que de nuevo a veces la única clave sean las buenas ideas de las personas, porque Amelia Carrera, presidenta de la parroquia rural de Arenas y recolectora de quejas «casi 24 horas al día», advierte de que «hasta hace poco todo lo que tenía la villa lo había conseguido la iniciativa privada» y el futuro amenaza con algún déficit de infraestructuras por corregir. El Ateneo Cabraliego, pone por ejemplo, es obra colectiva; el centro de día y el consultorio médico se los apunta esta entidad local menor, igual que la rehabilitación de la vieja escuela de Tresanjuán, que será sede de la parroquia rural. El ente autónomo, constituido en 1925 y uno de los tres únicos que tiene el Oriente, echa en falta todavía especialmente la urbanización de la travesía de la AS-114, la conclusión del saneamiento para proteger las aguas de los tres ríos que se cruzan en la localidad -Ribeles, Casaño y Cares- o el incremento de infraestructuras que reclama sobre todo «la gente joven».
Y si casi todo lo bueno se conserva aquí gracias al esfuerzo desinteresado de la población, «de forma altruista», Amelia Carrera aplica el modelo también a la más exclusiva herencia cultural intangible de la villa, el corri-corri. Esa danza antigua, tan antigua que no hay certezas sobre el momento y las circunstancias de su origen pero que se tiene por la más vieja de Asturias, se sigue bailando sólo aquí y conserva su estatus de patrimonio «muy nuestro, muy arraigado», «una parte importante de la vida de Arenas. Es lo que nos cantan desde chiquillos para dormirnos», ilustra Carrera. Los trajes artesanales cuestan 3.000 euros «de media», pero hasta ahora «se ha bailado siempre» y seguirá aunque «cueste mantenerlo porque hoy las costumbres han cambiado» y por la enorme competencia en el mercado de las alternativas de ocio. A pesar de ello, afirman en Arenas, el corri-corri no corre peligro: «Tenemos un grupo de niños de 13 y 14 años que por el momento aseguran el futuro».
«Calidad y calidez», paisaje y paisanaje, los antídotos contra el turismo decaído
Este escaparate invita a pensar que las montañas se venden solas, pero la intensa competencia del mercado turístico y el momento delicado del negocio impulsa a renovar estrategias de venta y a buscar otros atractivos aparte de los visibles. Arenas de Cabrales quiere vender paisaje y paisanaje. O mejor, «calidad y calidez», los ingredientes básicos que le ponen aquí a la fórmula del antídoto contra la crisis del sector. El eslogan es de Blanca Lobeto, propietaria de un hotel rural en la villa y lanzada a afianzar una oferta que sepa combinar «la calidad en el servicio con la calidez en el trato». La crisis la ha obligado a mirar en el reverso del dos por uno y el desayuno gratis para tratar de garantizar la permanencia de su modelo turístico amenazado por el retroceso del consumo.
«En mi hotel de ocho habitaciones», se pone por ejemplo, «no puedo competir con los grandes establecimientos y sus saldos llamativos». Por eso la obligación de buscar otras estrategias para hacer frente a los aprietos de esta crisis que todavía no ahoga del todo pero que sí anuncia «un año clave» para calibrar el alcance de los perjuicios. En Arenas y en Cabrales, a la luz del primer vistazo, el descenso de la actividad se ha recrudecido por las propias características del sector al que la recesión ha castigado con más dureza. Aquí, precisa Lobeto, «el turismo es fundamentalmente de clase media y de edades aproximadas entre 25 y cuarenta años, precisamente la gente más afectada por la crisis». Si se trata de conseguir que vuelvan, y ya que no hay sol ni playa ni enormes hoteles de lujo, nada mejor que atender al envoltorio y al caramelo, convencer sonriendo después de cuidar la calidad del producto.
El Mirador
_ Las aguas
El proyecto para evitar el deterioro de los ríos que se cruzan en Las Arenas encabeza las prioridades «urgentes» de los vecinos. Una depuradora a un kilómetro de la localidad, en dirección a Pescandi, garantizará el saneamiento de Carreña, Poo y Arenas y la limpieza de los cauces del Casaño, el Ribeles y el Cares.
_ El polígono ganadero
Para evitar «las cuadras en medio de las casas» y dar valor a uno de los recursos de esta zona de Cabrales, el quesero Fermín Cotera agradecería un polígono dedicado prioritariamente a la actividad ganadera y al queso. «Podría servir para hacer ver a los jóvenes», justifica, «que la ganadería y el queso todavía funcionan».
_ El barrio de Ríu
La parroquia rural de Santa María de Llas define asimismo preferente el proyecto que ya existe para urbanizar «completamente este año» el barrio de Ríu, el núcleo original de lo que actualmente es Arenas de Cabrales.
_ El paseo fluvial
Pedro Fernández Gonzalo, párroco de Santa María de Llas, propone adecentar un paseo desde El Castañeo, en el centro de Arenas, por la vera del río Ribeles hasta la iglesia, bella muestra del gótico rural asturiano.
_ La travesía
El eje comercial de Las Arenas es «el único tramo de la carretera entre Cangas de Onís y Panes que queda sin arreglar», alerta la presidenta de la entidad local menor de Arenas, Amelia Carrera. Urge pues, a su juicio y al de otros vecinos, la materialización del proyecto para urbanizar la travesía con «una especie de boulevard» y aceras más anchas, entre otras mejoras, avanza el párroco.
_ Rejuveneciendo
La mejora de infraestructuras para la juventud encabeza las prioridades de la parroquia rural en consonancia con las peticiones de los vecinos: un polideportivo, una zona para hacer deporte, para reunirse fuera de los bares...
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