Debajo de un puente
La segunda población de Lena, «sobrevolada» por la autopista del Huerna y deteriorada por la obra de la variante de Pajares, lamenta su desamparo y la pobreza de las contraprestaciones por el daño causado
Dos grandes camiones rojos necesitan dar marcha atrás y ejecutar una pequeña maniobra para entrar en Campomanes a través del barrio de El Moclín. No les resulta fácil girar a la derecha al llegar al cruce donde entronca en el pueblo la carretera por la que siempre se ha subido a Tiós y últimamente también a la obra de la variante ferroviaria de Pajares. Superado el trance, atraviesan la villa en fila, calle Felipe Canseco adelante, bordeando un puente medieval sin uso, un palacio del siglo XVI que se vende, una capilla que fue la del hospital de peregrinos y un indicador que les informa de que están recorriendo un tramo del Camino de Santiago. Al pasar, ahogan por un instante con su ruido el del percutir de una excavadora que asoma su brazo unos metros por encima, junto a un puente de hormigón todavía sin raíles por delante ni por detrás, en medio del tajo marrón abierto por las excavaciones entre el verde de la loma. Ninguna de estas máquinas ha venido a arrasar Campomanes, pero por momentos a algún vecino se lo parece. Olegario Fernández del Corro, presidente de la Asociación de Pensionistas «Los Dos Valles», habla señalando el asfalto, donde lo hay. Hoy llueve y está sembrado de barro, pero el panorama no es mejor cuando seca y toma el relevo la polvareda. El polvo, el barro y los camiones de la obra de ingeniería más importante de España vinieron a integrarse en el paisaje de Campomanes cuando la localidad lenense ya se había resignado a ser este lugar sobre el que «vuela» la autopista del Huerna encima de un viaducto de hormigón; este caserío atravesado por la vieja Nacional 630 camino de León por Pajares y cruzado por dos líneas de alta tensión, un gasoducto y el tren.
En este punto de fusión de las aguas de dos cauces, puerta de entrada a dos valles e histórico cruce de caminos, las corrientes furiosas que traen el Huerna y el Pajares se juntan para hacer el río Lena y fluye a veces, todavía, cierta esperanza de cobro de las contrapartidas que resarzan a la población del estropicio superpuesto, de las heridas sucesivas sin suturas a la vista. «Machacados por la Variante» tiene hechuras de eslogan con gancho en una población que no se acaba de acostumbrar al polvo y al ruido, que al decir de algún residente resentido se siente desheredada, huérfana, lastimada por el reverso tenebroso de su localización en un lugar universal de paso, delimitado y atravesado por carreteras, autovía y pronto dos líneas de ferrocarril. Dicho como lo dice Gema García, presidenta de la Asociación de Padres de Alumnos del Colegio Rural Agrupado de Campomanes y vicepresidenta de la de vecinos, «somos daños colaterales, efectos secundarios. Somos prescindibles». Son, rematará con más crudeza Fernández del Corro, «un pueblo que sufrió la porquería cuando se hizo la autovía y que volvió a padecer lo mismo cuando llegó la Variante. ¿A cambio de qué? De nada». El dorso de la Alta Velocidad, aquí donde ya no era solamente física la sensación de vivir debajo de un puente, configura una lucha por la supervivencia que devuelve a la población la imagen de «un pueblo tercermundista». David de la Rúa, directivo de la Sociedad Deportiva Campomanes y antiguo trabajador en la obra ferroviaria, puede confirmar que su aspecto se contradice con la pulcritud de los pueblos gallegos en los que las empresas del AVE «limpiaban las fachadas una vez al mes», con algunos leoneses impolutos que no permitieron su uso de paso para la maquinaria.
«La apisonadora de la Variante» no es una máquina más de las que trabajan abriendo túneles. En Campomanes sirve más bien para construir la metáfora que le sugiere al presidente de «Los Dos Valles» el deterioro acelerado de su pueblo desde que comenzó el horadado de la Variante. Será por eso que la lista de desagravios debe conformarse con partir desde lo más básico, con solicitar de entrada una mano de pintura, algún manguerazo. Agua y jabón, un lavado de cara, en el sentido literal y en el figurado, a sabiendas de que todavía queda obra y de que el AVE, de momento y para seguir, todavía es solamente un bar de Campomanes. La asociación de vecinos lo ha puesto por escrito a comienzos de este año, en un informe que desgrana en sus distintas variantes, y nunca mejor dicho, la necesidad de repintar y rehabilitar, de enjabonar y aclarar el aspecto de este pueblo al que para reverdecer le va a faltar también, dicen, alguna migaja en el reparto de los crecimientos internos del concejo de Lena. «El Ayuntamiento aduce que no dispone de suelo donde construir viviendas sociales», afirman los responsables del colectivo vecinal, pero puede que no haga falta.
Con la vista puesta en los muros de una casa deshabitada en ruinas, una de tantas, en la calle La Ferrería, paralela al tramo de N-630 que atraviesa Campumanes, sostienen que el pueblo tal vez no necesita una gran barriada, que «en lugar de un terreno grande se podría apostar por la construcción diseminada y aprovechar la circunstancia para rehabilitar edificios semiderruidos, para matar dos pájaros de un tiro y mantener de paso la fisonomía que siempre ha tenido el pueblo». Pero no es tan fácil comprar para rehabilitar, aduce Ramón Argüelles, alcalde de Lena por Izquierda Unida. Menos cuando el dinero público escasea y las «condiciones de entrega son muy restrictivas». Hay inmuebles, entre tanto, en situación difícil de sostener, alguno, como la casa de los Abella, con el valor que le da «un par de ventanas modernistas» y «casas buenas para rehabilitar», confirma Saúl Fernández, presidente de la asociación juvenil Trambasaguas. Este pueblo del extremo más meridional de Asturias pide una parte de la expansión urbanística que Lena, dicen aquí, ha decidido escorar más hacia el Norte, a la vega de Villallana, al calor de su vecindad con el suelo industrial y su geografía mejor centrada y próxima a la capital. Aquí, en cambio, la sensación de abandono se ha fortalecido a fuerza de pedir sin recibir «mientras a los políticos», apostilla Gema García, «se les llena la boca de decir que hay que apoyar al campo».
Al campo de Campomanes, todavía la segunda población más habitada del municipio de Lena, le duele la merma progresiva que ha experimentado su caserío hasta parar en los 609 habitantes de la última cifra oficial publicada. Restan en más de cien los que había en el año 2000 y componen una caída que ronda el quince por ciento y supera incluso a la ya muy intensa que ha experimentado en el mismo período el conjunto del concejo lenense. En este pueblo de pasado esplendoroso y porvenir incierto, «Concello de Campomanes» en la denominación que le da el fuero otorgado en 1247, unos años antes de la carta puebla de la Pola, el retroceso reciente y las heridas sucesivas de las grandes obras públicas hacen pensar a Gema García que «da la sensación de que pretenden despoblar Campomanes, de que no interesamos». «Y si cae Campomanes, caen los dos valles», advertirá pronto el párroco de esta villa y de los dos valles, José Antonio López, por no decir también que la capital se sostiene desde antiguo gracias a la preexistencia de este universo rural en franca decadencia.
Declina como todo el campo de Asturias, pero aquí con materia prima para alimentar el cambio de sentido. Lo dicen las letras verdes de un gran panel vertical decorado con una postal montañosa a la entrada del pueblo -«Lena, puerta de Asturias»- y lo ratifica el Alcalde. «Campomanes es la referencia de los dos valles y debe ser la puerta de entrada a la zona de las Ubiñas», apunta Argüelles. «Se puede beneficiar si finalmente se declara Reserva de la Biosfera, puede aprovecharse del tráfico hacia la estación invernal de Valgrande». El regidor agradece el primer punto de partida que proporciona el proyecto de un hotel rural de catorce habitaciones en El Reúndu, en el acceso norte de la villa, y manda por delante, contra el desánimo, la orografía y la geografía de esta histórica población caminera en la comunicación de Asturias con la Meseta. Habla Argüelles mirando a un local de la calle La Vega que está terminado para ser un centro rural de atención diurna cuando un convenio con el Principado permita contratar a dos personas que lo atiendan. También se refiere el regidor a la Casona, el centro cultural de Campomanes, abierto desde septiembre en lo que fue una casa solariega pulcramente restaurada para biblioteca, telecentro y lugar de encuentro, donde alguien siente que se empieza a agotar el cobro del esfuerzo pagado en barro y polvo durante años.
Junto al palacio de Revillagigedo, eso sí, y al lado de La Ponte de Briendes, el puente medieval sin uso sobre el río Huerna, hay otra pasarela, ésta más moderna, pero también más deteriorada, fundida por el centro y cerrada al paso igual que la vieja. En tiempos daba otro acceso a Campomanes por el barrio de El Mercadiellu, pero ahora ya no va a ninguna parte. La ruina del puente de la Rúa, que el Alcalde se apresta a matizar que no es de competencia municipal, sí es un indicio, al decir del vecindario, de la extensión de la lista de cuentas pendientes que reclama este pueblo en el terreno de las atenciones públicas. La grieta en mitad del tablero proporciona una imagen para ilustrar el desamparo de Campomanes sin dejar escapar la paradoja de que no hubiese modo de encontrar un poco de cemento para reforzar las zapatas a tiempo. Precisamente aquí, lamenta Olegario Fernández, «con la cantidad de cubas de hormigón que pasan a diario por este pueblo». No es la única ironía del destino para con una población que también atraviesa un gasoducto «y no tiene derecho a suministro de gas. Nos dicen que no es rentable».
«También se puede caer el puente de Casa María Pablo», vecino del de la Rúa y seriamente afectado por el tránsito constante de camiones, advertirá el presidente de «Los Dos Valles». «Y no estamos en contra de la Variante», aclara, «porque sin obras no hay trabajo», pero la Variante ensucia Campomanes y a veces «envenena» el agua del río Huerna, que abastece desde aquí a todo el concejo de Lena. A cambio, volverá la voz colectiva del vecindario, ni apenas más limpieza que el riego de una cuba «con el agua sucia que sale de los túneles», ni rastro de las contraprestaciones con cargo a los fondos del «uno por ciento cultural». A la asociación de vecinos le inquietan los planes de financiar la rehabilitación del palacio de los Faes en Carabanzo, «que ni sufre ni va a sufrir lo más mínimo», con estas partidas compensatorias del daño de las obras públicas. Campomanes también tiene patrimonio que rehabilitar, claman los vecinos, fórmulas para dejar aquí lo que se ha estropeado aquí. Hay quien se fija en el puente medieval, en la aneja torre del portazgo y el palacio de Revillagigedo, en la capilla del Santo Cristo y el ramal del Camino de Santiago que pasa por delante en ruta hacia Oviedo y que tiene tramos muy lastimados también por el tráfico pesado de la obra ferroviaria. El Alcalde responde con los requisitos de la normativa, un bien catalogado «de interés cultural» y titularidad municipal que tenga un proyecto de reforma y con la certeza de que «si hubiera uno en Campomanes que cumpliera estas condiciones, yo sería el primer interesado».
Del Camino de Santiago a la variante de Pajares, las razones de un lugar de paso
La calle Felipe Canseco, la del palacio de Revillagigedo, el puente medieval y la capilla del Santo Cristo, es la parte que le corresponde a Campomanes de la carretera AS-242, la antigua Oviedo-Campomanes, la vieja comunicación de Asturias con Castilla por el alto del Padrún. Esta calzada atraviesa el pueblo, igual que la que le sucedió -la nacional 630- y la autopista que un tiempo después acabó por relevar también a ésta. Y por un extremo del valle de Campomanes pasa la vía de Renfe hacia León, y por el otro está abierta la herida de lo que será algún día, dicen, la comunicación que establecerá el tren de alta velocidad con la Meseta... La definición de los valores de esta villa está escrita para siempre y desde antiguo con los renglones que trazaron las líneas rectas que la atraviesan, las carreteras y los raíles, los indicadores del Camino de Santiago y los viaductos superpuestos que se aprecian hoy en cualquier mirada hacia arriba. A un lado el de la autovía, al otro los puentes a medio hacer de la Variante, todos componiendo el decorado omnipresente de la villa por debajo de las montañas de la Cordillera coronadas con las últimas nieves de la primavera. Campomanes está en el camino, para bien y para mal. Para el barro y el polvo que baja de la obra de ingeniería más importante de España y para localizar en el Camino de Santiago un punto de apoyo turístico y en la accesibilidad un modo de recuperarse de la sangría demográfica.
Por aquí pasó un ramal secundario importante del Camino de Santiago, un desvío de la ruta del Salvador que conectaba el camino «francés» con la Catedral de Oviedo y bajaba a Campomanes cruzando la Cordillera por el puerto de La Cubilla en lugar de por Pajares. «Hay trozos de calzada romana entre Riospaso y Tuiza», constata el párroco, «y estamos hartos de pedir al Ayuntamiento que se aproveche la obra para rehabilitarlo», pero el problema se presenta aquí cuando unos caminos obstaculizan a los otros, cuando la obra de la Variante deteriora el firme de la ruta jacobea e induce una petición de restauración, otra llamada de auxilio que suena, como las otras, a lucha por la supervivencia. La resurrección del trazado es, dicen aquí, una fórmula de renacimiento turístico; de la viabilidad de Campomanes como encrucijada de trayectos va a depender también una parte de su expectativa de futuro.
El turismo es un camino. El lema le puede servir a Óscar González, que tiene un restaurante en El Redondo, en el acceso a la villa por el Norte, y en proyecto un hotel de tres estrellas, catorce habitaciones «amplias» con una fuerte inversión y un acto de inauguración previsto, si no hay contratiempos, para el próximo verano. Desde su casa de comidas se veía pasar mucha gente los inviernos buenos de nieve en dirección a la estación invernal de Pajares, el resto del año hacia la naturaleza de Jomezana y el valle del Huerna. Por eso la aventura, de ahí la pretensión de completar una oferta de alojamiento que hasta ahora no tiene hoteles en el trazado urbano de Campomanes. A pesar de todos los males, los caminos han encendido una luz al final de los túneles de la variante de Pajares.
El Mirador
_ Los servicios
Es éste un pueblo que se dice desatendido y poco compensado por los daños de las obras públicas y que echa en falta, precisamente, algunas obras públicas. Es el caso de los accesos y el aparcamiento en el entorno de la vieja casona transformada en centro cultural, o la urbanización de la calle La Divisa -la de la travesía de la N-630-, intervenciones pausadas por la parálisis de los fondos mineros. Los vecinos añadirían asfalto en el barrio de El Mercadiellu o una mejora integral de todo lo que ha deteriorado el paso de los camiones de obra.
_ El centro de día
El centro rural de atención diurna se construyó y se equipó en la calle La Vega con 200.000 euros del Principado. Ahora está cerrado, a falta de un convenio para la contratación de dos personas que lo atiendan de ocho de la mañana a cinco de la tarde.
_ El centro de día
El centro rural de atención diurna se construyó y se equipó en la calle La Vega con 200.000 euros del Principado. Ahora está cerrado, a falta de un convenio para la contratación de dos personas que lo atiendan de ocho de la mañana a cinco de la tarde.
_ Bendueños
El santuario que rinde culto a Nuestra Señora de Bendueños, la patrona de Lena, está a unos kilómetros de Campomanes por la vega del Huerna, penando por un estado total de abandono que, al decir del párroco, José Antonio López, alcanza tanto a su entorno como a sus accesos. El sacerdote lamenta que no se cuide este lugar donde el culto se remonta «a época prerromana» y cuenta, entre otras joyas, con una talla medieval de Santa Bárbara.
_ La carretera
El entronque de la N-630 con la calle que sube a la estación del tren «es un punto negro que no hemos sido capaces de solucionar», acepta el alcalde, Ramón Argüelles. La necesidad de atravesar la carretera junto a una curva para ir del pueblo al apeadero hace pensar en la necesidad de regularlo «con un paso elevado o algo similar». Este problema se entrelaza con el mal estado de la calle de la estación.
_ El agua
La de consumo, que Lena toma del río Huerna, llega a veces contaminada por los vertidos de la obra de la Variante. Habría bastado, dicen aquí, con desplazar la captación unos metros río arriba, pero las empresas constructoras financiaron a cambio una nueva depuradora en El Molín, junto al río Pajares, que según la asociación de vecinos no funciona y al decir del Ayuntamiento es para situaciones «de emergencia».
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