Cangas prepara la recarga
El prau Molín, hoy mudo y casi vacío en el largo silencio que precede a la Descarga, tiene un tirador de bronce congelado en el momento de prender la mecha de un volador. Es el monumento a la fiesta mayor de Cangas del Narcea y está plantado en un extremo del parque, sobre un pedestal de piedra, casi pegado al río, componiendo una postura en la que alguien va a ver una metáfora de la tesitura a la que ha llegado la villa que vive a sus espaldas, recién agotada la minería del carbón y enfocando una encrucijada que se parece a este instante de acercar la lumbre, decidirse a encender otra pólvora y confiar en la explosión. Pólvora hay, dicen que en abundancia, en la población muy urbana que rodea a esta pradera encajonada en la vega donde el río Luiña se funde con el Narcea y da sentido a los nombres del puente curvo empedrado que hay en un extremo y del barrio antiguo al que va a dar: Ambasaguas. A un lado del césped siguen las ruinas de un gran molino con el tejado recién derrumbado y al frente, hoy, únicamente un grupo de jóvenes apurando algo parecido a un almuerzo campestre. Mirada desde este prado que el tiempo ha transformado en parque urbano, lanzadera de miles de cohetes todos los 16 de julio, ésta es la Cangas de la recarga. La cabeza de la antigua, poderosa y extensa comarca minera, aturdida aún por la extinción acelerada de su yacimiento tradicional de riqueza, quiere ser todavía una villa inquieta y viva que se despuebla pero se obliga a encender otros fuegos. Puede que no esté para tirar cohetes, pero todavía tiene munición de sobra, recursos distintos para explotar, otras vetas modeladas por la naturaleza que son oportunidades de desarrollo en la agroalimentación, el turismo, la transformación de la riqueza del concejo en madera y carne, embutidos y vino...
«Estamos un momento crítico en el que debemos cambiar la forma de pensar y de actuar», avanza la voz de Magdalena Álvarez, presidenta de la asociación de turismo rural Fuentes del Narcea. Habla de la necesidad de una reconversión mental que se acompase a la minera, «sustituir la vieja mentalidad industrial por otra más propensa a una industria pequeña, tal vez más adecuada para lo que tenemos aquí ahora». El problema es el de todo aquel que pierde una renta fija segura y se encuentra de repente con la necesidad de un viraje súbito de rumbo. Que le cuesta. «El final de las minas nos pilló a contrapié», valora Argentina Antón, propietaria de una librería en Cangas y presidenta de la Asociación de Profesionales y Empresarios Autónomos del Suroccidente de Asturias (Apesa). De pronto, la antigua solución se ha vuelto un impedimento, el maná del carbón acabó en hambre: «Llevábamos muchos años sin tener que molestarnos en pensar nada, nos hicimos cómodos y tal vez no pensamos en lo que podía ocurrir». Y eso es tan cierto, renace el optimismo, como que están a tiempo, «tenemos muchas alternativas para sacar esto adelante».
La localidad más poblada del occidente, casi 6.600 habitantes en la cifra oficial de 2010, deja ver la apariencia de cierto vigor social en cualquier mediodía atiborrado de viandantes en la calle Mayor, el eje peatonal de la villa, o en un atardecer de verano adelantado con las terrazas llenas en la plaza de Mario Gómez. Cangas, sin embargo, todavía tenía más de 7.000 moradores al comenzar este siglo y pierde gente, dice la estadística, aunque no tanta como el concejo que encabeza y al que la doble reconversión de las últimas décadas, la minera sumada a la agraria, ha empujado hacia la cota más menguada de su historia, 14.445 habitantes. El final del carbón es aquí la avería de la cabeza tractora de un municipio que tenía casi 2.000 mineros al final de los ochenta y superaba muy a duras penas los doscientos en 2007. «Llegaron a ser 3.000 mineros, que son 3.000 familias», calcula muy aproximadamente Román Herrero, presidente de la asociación de pescadores Fuentes del Narcea, y muchos más sumando a las empresas auxiliares. En miles de hogares, rememora, «los hijos entraban directamente en la mina» en aquella etapa despreocupada en la que aquí el comercio funcionaba a pleno rendimiento, los pisos se compraban sobre plano y «los coches, sin carnet de conducir... Se despilfarró el dinero», concluye Herrero. «Cangas pudo haber sido una villa mucho más rica si hubiese aprovechado mejor aquel momento».
La práctica liquidación de la actividad minera ha dejado en Cangas el mímimo residuo de una empresa en funcionamiento, el rastro del camión que ahora recorre el barrio de El Fuejo repartiendo sacos a los adjudicatarios del «vale del carbón» y el recuerdo en bronce del monumento al minero, un picador martillo en alto con un guaje paleando carbón a sus pies y los dos juntos dominando desde arriba El Parque que desciende ladera abajo desde la calle Uría. Pero lo que queda es sobre todo una incierta encrucijada para los que decidieron permanecer en la villa en lugar de seguir la corriente y repoblar de cangueses el centro de Asturias. Pocos. Patricia Amago, que regenta un hotel con restaurante en el centro de la villa y es la secretaria de la asociación local de hostelería, acude a la experiencia personal de un curso de colegio, el suyo, de no hace muchos más de quince años: «Éramos 120 y los que seguimos aquí se cuentan con los dedos de las manos. Ése es el problema».
Es el mismo de antes, la costumbre de opulencia que dejó el carbón y después, nada; la dificultad para ver alternativas nuevas detrás del cese de la actividad en los pozos cangueses. Antonio Ochoa, secretario de la Sociedad de Artesanos, que gestiona la Descarga y a su modo articula además la vida social de la villa y del concejo -2.500 socios que todavía son sólo hombres-, habla por todos con la certeza de que «no va a venir una empresa salvadora a crear los puestos de trabajo que perdió la mina, pero a lo mejor sí muchas pequeñas». «Muchos pocos a lo mejor hacen más que uno grande», asiente Argentina Antón. En esta villa de surtido muestrario de servicios, incluido un hospital comarcal con 250 puestos de trabajo y 130 camas que acaba de celebrar su vigésimo quinto aniversario, la enumeración de sectores con aparente recorrido se extiende desde la sensación de desuso de la huerta canguesa a la certeza de que «somos el concejo asturiano de mayor producción de carne». A la riqueza forestal que «se corta y va íntegramente fuera», a las siete bodegas que hacen aquí 140.000 botellas anuales del único vino del Principado o a la cabecera de una comarca con parque natural y Reserva Natural Integral... En la capital del concejo más extenso de Asturias el resumen de la expectativa, concluye Ochoa, se reduciría a estimular la imaginación para comprobar que aquí se puede explotar «prácticamente todo lo que da la naturaleza, tanto para hacer que la gente lo disfrute aquí como para llevárselo adonde esté». «Ya se ven cosas interesantes, muchas empresas pequeñas que hace algunos años no existían y que están funcionando bien», enlaza. «De construcción, forestales, de embutidos, montajes, sesenta alojamientos rurales en la suma de todo el concejo...». Están ahí las posibilidades, le sigue Magdalena Álvarez, «tal vez sólo falta el interés de apostar por un modo de vida en una zona que tiene las limitaciones que tiene».
Está más cerca, pero el sonido a paraje remoto que mantiene Cangas del Narcea en el centro de Asturias ayuda muy poco a la materialización de la frase del nuevo alcalde cangués, el popular José Luis Fontaniella: «El futuro próximo de la villa pasa por el turismo». Aquí también perjudica la parálisis de la autovía del suroccidente, pero no sólo. El sector, valora la presidenta de la asociación turística de la comarca, tiene «recursos, oferta. Ahora necesitaríamos crecer en la demanda» y para eso hay que enseñarse, hacerse ver, imposible sin ayuda exterior. «El sector empresarial pone sus ganas, esfuerzo e inversión para intentar tirar por el turismo», apunta Magdalena Álvarez, pero luego «compete a la Administración darles herramientas para que podamos ofrecer algo diferente al visitante y crear infraestructuras que nos den visibilidad». Frente al espejo, la comarca que hace centro en Cangas se duele de cierta invisibilidad por falta de promoción, porque el plan de dinamización turística «se quedó por el camino», la dura tarea de convertir esto en un destino turístico frenó en seco y regresó al punto de partida. La voz colectiva de la villa denuncia a coro un cierto desinterés de las administraciones perceptible en todo lo que queda por hacer para recuperar alguno de los «quince años de ventaja que nos lleva el oriente», lamenta Álvarez. El Alcalde, mientras tanto, aduce que la «pelea» de la promoción «no la podemos llevar solos desde aquí», aunque sí pueda avanzar algún proyecto de los de la ilusión a largo plazo para buscar un sitio en el mapa a su concejo, como el plan dormido de transformar las instalaciones mineras de Riocastiello en parque temático multiaventura o la ampliación a la vertiente asturiana de la estación de esquí leonesa de Leitariegos.
En Corias, dos kilómetros antes de entrar en la villa por la AS-15, remontando el curso del Narcea, al antiguo monasterio en fase de rehabilitación para ser parador de turismo todavía le falta parte del tejado. Entre otras muchas cosas. Tendría que haber estado terminado en 2008, sigue en obras y el último plazo es finales de 2012. «Va a ser importante», anuncia Argentina Antón, «pero no la salvación». «Sin acompañamiento», remata Ochoa, «tiene muy pocas posibilidades».
Al futuro por los vinos blancos y los bodegueros jóvenes
El Museo del Vino de Cangas del Narcea ha dejado de ser pequeño y su director, de decir a las visitas que «tenemos tanto espacio nosotros en total como el museo de Vivanco (La Rioja) para abridores». Joaquín Fernández Díaz bromeaba así cuando la muestra ocupaba sólo los 47 metros cuadrados de un lagar donde hoy se sigue exponiendo una enorme prensa de 1579. El 9 de julio de 2010 se reinauguró considerablemente ampliado hacia otro edificio en el mismo sitio, en Santiso, a un kilómetro de la villa saliendo hacia Leitariegos, rodeado de pequeñas bodegas tradicionales y a la orilla del río Luiña. El único vino de Asturias ha ganado terreno en Cangas del Narcea. Crece el museo y, retrocediendo mucho en el tiempo, también se puede comprobar que ha progresado el impacto económico de un sector al que la ebullición de la minería relegó a un oscuro plano de fondo. Ángel Barrero, presidente del órgano gestor de la Indicación Geográfica Protegida (IGP), no le da mucho más de quince años a la historia reciente del sector vitivinícola en Cangas entendido como una suerte de motor económico. El vino nunca se perdió en las casas, inevitablemente acompañadas aquí de su bodega y su viña, pero como pequeñísima «industria» no empezó a remontar hasta «1996 o 1997», afirma Barrero. Los caldos cangueses tienen marca reconocida desde el año 2001 y esperan por la Denominación de Origen, asegura el bodeguero, con cien hectáreas de viñedo «en plena producción», siete bodegas -seis en el concejo de Cangas y cuatro en el entorno de la villa- y unos treinta puestos de trabajo en total. De la tierra de Cangas salen al año aproximadamente 140.000 botellas al año «principalmente de tinto», afirma Barrero, «aunque el futuro está en los blancos por la adaptación de las variedades de uva a estas condiciones climáticas y la menor competencia».
El panorama del viñedo se resiente, no obstante, de un obstáculo esencial, «las generaciones que vienen no quieren saber nada de él. Hay pocos jóvenes trabajando en el sector» y tal vez poca gente que valora que «una familia con un viñedo de dos o tres hectáreas para transformarlo en vino de calidad puede vivir muy bien: 30.000 botellas al año a una media de cinco euros...» La uva y el vino se incorporan así a la relación de yacimientos pendientes de explotar más a fondo en este lugar manifiestamente mejorable que llegó a tener «a mediados del siglo pasado», asegura el presidente de la IGP, «2.500 o 3.000 hectáreas de viñedo». El trabajo no es sencillo y obviamente el rendimiento y los sueldos «no son los de la minería», pero puede dar para vivir. Como ejemplo, una de las bodegas grandes en el alrededor de la villa de Cangas tiene dos empleados permanentes, un enólogo de una consultoría y mano de obra contratada para atender sus cuatro hectáreas de plantación en propiedad.
«Ésta es nuestra riqueza». Joaquín Fernández señala un panel del museo con las cuatro variedades de uva autóctonas de Cangas -albarín blanco y negro, carrasquín y verdejo negro-, «un lujo». «Es la diferencia, nuestra única arma, porque vino lo hace todo el mundo. Sólo la bodega Campo Viejo, en La Rioja, tiene 70.000 barricas y setenta hectáreas de terreno cultivado». ¿Cómo competir? Con la calidad y la diferencia, con esas cuatro especies de uva única que permiten elaborar un líquido inconfundible. Es el vino distinto que distingue Cangas, viene a decir Ángel Barrero cuando asegura que la producción vitivinícola tiene «mucho futuro también como atractivo turístico para el concejo». Si el museo cerró 2010 con más de 3.500 visitas «y ya casi llegamos a esta cifra en lo que va de este año», afirma Joaquín Fernández, algo parecido al enoturismo podría adquirir también la categoría de terreno virgen en esta Cangas de los múltiples caminos sin desbrozar. Como la pesca. Román Herrero retrocede hasta el momento en el que la Sociedad de Pescadores Fuentes del Narcea encargó un estudio genético de la trucha de esta zona. «La conclusión», recuerda, «certificó que la especie es pura al cien por ciento, así que el equipo investigador solicitó a la Fundación Biodiversidad una beca para que Cangas del Narcea sea un centro de referencia en la conservación de las truchas y su ecosistema». No hay nada, de momento. «Nosotros solos no podemos hacerlo», habla Herrero por su asociación de pescadores, y los peces siguen ahí, compartiendo con la uva la condición del elemento único que hace diferente esta zona, pero sin respaldo ni nadie que encienda la mecha. Igual que el tirador del monumento a la Descarga. Esperando una señal, o una oportunidad, para prender el volador.
Cangas es un trozo de Manhattan
«Vista (parcial) de Cangas del Narcea». El rótulo estaba escrito a bolígrafo bajo una fotografía de Nueva York colgada detrás de la barra de un bar de Madrid. El escritor leonés Julio Llamazares lo vio y lo contó en uno de sus relatos. El autor festeja la inteligencia de un gesto que contiene la esencia del valor universal que tienen los impulsos muy locales, la que entendió a la perfección el dueño de aquel bar -que «es asturiano y, ya por eso sólo, es ciudadano de todo el mundo», escribe Llamazares- y como él algunos otros en esta villa que no es Manhattan, ni se le parece, ni falta que le hace. De Cangas a todo el mundo, con la globalidad que encierran en el fondo todos los proyectos locales, va el «Tous pa tous», una asociación que se subtitula «Sociedad canguesa de amantes del país» y que rescata el espíritu, el nombre y hasta el escudo y el logotipo de otra que ya existió aquí en los años veinte y treinta del siglo pasado. La nueva etapa está a punto de cumplir dos años y responde de la misma inspiración benéfica y cultural que tuvo en sus orígenes, de la misma búsqueda de una conexión integradora entre los cangueses de Cangas y los que viven repartidos por todo el mundo. Modernizada. En la actualización al siglo XXI, que ya cuenta con unos ochocientos socios, una página web es el vínculo que une a los cangueses de todo el mundo y junto a «La maniega» -histórico periódico editado por la sociedad- el medio de difusión de sus actividades de promoción cultural de la villa y del concejo. «Queremos dar a entender que desde aquí se pueden hacer muchas cosas», resume Benito Álvarez, tesorero de la asociación, hermano de Manuel, el responsable de la idea que prendió la mecha, y todavía detrás del mostrador de la histórica ferretería que fundó su bisabuelo en la calle Mayor.
La junta directiva se llama «el payar», como entonces, y la preside Juaco López, director del Museo del Pueblo de Asturias de Gijón. Detrás hay una misión al rescate de la historia y una vocación de cohesión social que va a necesitar, para empezar a hablar, esta villa que al decir de una de las versiones generalizadas se encuentra en esa situación de quien debe elegir la ruta buena en un cruce de caminos múltiples y tiene mucho que hacer. «Del turismo no va a vivir todo lo que hubo aquí», afirma Benito Álvarez, pero tal vez sí con ayuda y remedio para situaciones anómalas como que «la madera, igual que la carne, se produce aquí y se va fuera»; con «más explotación de la industria de transformación alimentaria», con el perfeccionamiento de potenciales recursos turísticos como Leitariegos o la pesca fluvial...» «Ilusión y ganas de hacer cosas por el pueblo no nos falta», concluye Argentina Antón. «Y menos mal, porque las administraciones están haciendo muy poco por nosotros».
El Mirador
_ El monasterio
El antiguo convento de San Juan de Corias, en plena obra de reconversión para ser transformado en parador de turismo, espera poder llegar a ser algún día el gran activo de un sector con mucho recorrido en la villa, afirma el Alcalde, pero el retraso no ayuda. «Debería haber estado en 2008», recuerda José Luis Fontaniella, «y el último plazo que nos dan es finales de 2012, así que será 2013 o 2014».
_ La estación
A largo plazo y con tanta ambición como paciencia, el nuevo alcalde de Cangas del Narcea no excluiría un intento de desestacionalizar el turismo de la comarca, área de desarrollo esencial a juicio de José Luis Fontaniella, con una ampliación de la estación invernal leonesa de Leitariegos hacia la vertiente asturiana.
_ El matadero
El Ayuntamiento, siguiendo con los recursos de fuera de la villa con influencia dentro, contempla el matadero de Tebongo con la esperanza de que sea el eje de la rentabilización de la actividad cárnica. «El hecho de que exista ese matadero con una empresa comercializadora para la carne de Cangas del Narcea, que es la de Asturias», afirma Fontaniella, «podría ayudar al mantenimiento y la estabilidad de las explotaciones ganaderas del concejo».
_ La carretera
Cangas no está donde estaba. La mejora de las carreteras ha acercado la villa, pero «seguimos siendo deficientes en comunicaciones», protesta Argentina Antón, presidenta de los comerciantes del suroccidente. Aquí lastima la demora en la conclusión de la autovía Oviedo-La Espina tanto como el olvido de la vía rápida de la villa salense a Ponferrada.
_ Un museo
Al antiguo molino de agua que da nombre al prau Molín se le derrumbó el tejado hace dos semanas. El edificio en ruinas afea el parque y duerme el proyecto para instalar un museo de la Descarga, «pendiente de financiación y ejecución», asume el Alcalde.
_ El aspecto
«Para nosotros», propone José Luis Fontaniella, «es importante gestionar bien el mantenimiento físico de la villa», concentrando las actualizaciones en el casco viejo y el entorno de los ríos.
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