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Tranquila, bella, exquisita

Favorecida por su situación, entre la costa acantilada y el Cuera, Colombres es un paisaje urbano con gran potencial de desarrollo residencial, aunque parte de un apreciable retraso comparativo

Fermín Rodríguez / Rafael Menéndez Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial (CeCodet) / Colombres (Ribadedeva)

Colombres es pequeña villa marina del actual confín oriental asturiano. Antes fue bisagra en el estrecho paso costero entre las Asturias de Oviedo y las de Santillana, como cabeza del Real Valle de Ribadedeva. Vista así es villa cantábrica central, cuya identidad asturiana da diversidad al país. Decir país cantábrico es decir mar de «homes de ferro» y montaña agreste y caliar, y entre ambos un estrecho corredor plano: la rasa, entre la costa acantilada y las primeras estribaciones de la sierra del Cuera. Esta singular geografía determina la curiosa forma de la villa. Estirándose hacia el Oeste sigue la carretera de Santander, ofreciendo en El Peral establecimientos carreteros a la altura del carácter principal de la vía y un poco más allá da una referencia del veraneo tradicional, la playa de La Franca. Todo forma un conjunto muy «sixty», que diría Carmen Lomana. Hacia el Este, una espectacular carretera de paisaje alcanza la Tina Mayor y el Deva, cruzada por los puentes de unión con Cantabria, convergentes en Bustio, sede de una recuperada actividad pesquera y de trabajadores de Viesgo.

Así que Colombres participa del mundo de la ría, pacífico, y de la costa aventada, pero lo hace tomando cierta distancia, ella se recoge en un curioso emplazamiento, a sotavento del cantil barrido por la galerna y dominando la ría desde la altura. Protección y vistas, para dar un entorno tranquilo, bello, exquisito. La tranquilidad la da el socaire, del frente de mar y del carretero. La belleza, la ría y los paisajes del antepaís montañoso que llenan el Naciente y el Mediodía. Y el punto de exquisitez lo proporcionan las sugerentes villas indianas que llenan la atmósfera de sugerencias de ultramar. Del México del porfiriato y la revolución. De Cuba. Del Río de La Plata. Materiales suficientes para que la villa se remocique e inicie un nuevo ciclo vital de crecimiento demográfico y de dinamismo a su modo, después de demasiadas décadas de emigración, despoblamiento y melancolía, que la han caracterizado en el pasado siglo.

La emigración americana es la que le ha dado su carácter semiurbano. Villa pequeña, de palacios, plazas y edificios públicos de empaque. Elementos tangibles que atraen a los que perciben la excelencia y el buen pasar y sobre los que se apoyan nuevas actividades turísticas, terciarias y residenciales, que le han permitido, contra pronóstico y contra la evolución de otros, aumentar su población en el nuevo siglo, invirtiendo la declinante tendencia anterior, que tocó fondo hace veinte años y hoy aproxima a la villa a los mil residentes empadronados, en un concejo que no alcanza los dos mil. El conjunto de la parroquia ha conseguido ganar algunos residentes en el siglo actual, acercándose a los 1.400. El núcleo de mayor crecimiento es la propia villa, que está dando paso a la formación de una pequeña urbe con funciones de primera y segunda residencia y plataforma de actividades terciarias y turísticas, al tiempo que es el centro administrativo de un concejo cuya economía crece y se diversifica.

¿Cuál es el secreto de este cambio de tendencia en un concejo de dimensión limitada? Las razones hay que buscarlas en una apuesta firme por la actividad turística, por la diversificación y por el mantenimiento de la actividad ganadera. Un mejor aprovechamiento de los recursos existentes, que incluyen un magnífico paisaje costero, y un patrimonio cultural de primer orden, no demasiado conocido aún. Patrimonio unido a los emigrantes de éxito, a los indianos que nunca olvidaron su origen y la mejora de la vida de sus paisanos. A las legendarias biografías de los Noriega. A la dedicación abnegada de Manuel Ibáñez, primer conde de Ribadedeva, y de su hermano Luis, impulsores entre otras muchas iniciativas del Banco Nacional de México o del Hispanoamericano.

Es Colombres un paisaje urbano magnífico para incrementar la función residencial, bien conectada (cuando se termine la autovía), situada en un eje de relación que aspira al primer nivel peninsular, aunque parte de un importante retraso comparativo. El impulso turístico ha elevado el empleo terciario, dominante en la villa y en el conjunto municipal; también el de la construcción. El crecimiento turístico se refleja en una de las mayores ofertas de alojamiento y restauración de la región, en relación con la población residente. El empleo industrial, antaño vinculado al sector lácteo, es hoy menor, a pesar de contar con uno de los grandes ejes viales interregionales y de las posibilidades de habilitar suelo empresarial, algo que la villa debe afrontar en el entorno de la N-634, poniendo un poco de orden en la actual situación. Debe apostar aún más por el turismo y la función residencial y por la diversificación de actividades, profundizando en la recuperación del patrimonio cultural, algo de lo que Colombres puede presumir.

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