De la mar a la rasa costera
La villa de Cudillero, con su flujo de empleo desplazado de la pesca a los servicios, necesita atraer población permanente evitando crecer con modelos ajenos a los tradicionales de la costa asturiana
Cudillero primero fue puerto. Luego se hizo villa. Uno y otra buscaron la desembocadura del río Piñera, que forma una angosta quebrada en cuyos flancos se aprietan, colgadas, las viviendas de los marineros, componiendo en la concavidad del último meandro una grada multicolor en la que las pequeñas y simpáticas viviendas, parece que fieles al espíritu navegante de la villa, se van disponiendo por cubiertas, en distintos puentes corridos, unidos por empinadas escalas desde el cauce del río hasta la rasa. Así que hay un orden marino en la acumulación de edificaciones que trepan por las laderas abruptas del cantil, desde El Sable, varadero original de las lanchas hoy convertido en plaza de La Marina, hasta alcanzar la rasa, situada cien metros más arriba y que hoy ve cómo, siguiendo los viales, se va dando una nueva forma de colonización no agraria sino residencial.
Desde luego, muy ricos tuvieron que ser los caladeros locales para atreverse a faenarlos generación tras generación desde una costa que entre San Esteban y Vidio más parece impenetrable frontón que refugio. Y de esto un poco ofrecía Cudillero, apenas una cala en la desembocadura de un río que afortunadamente no hace barra, sotaventeado de la dura mar y fuertes vientos del oeste por el cabo Vidio y al que un paredón de escaso abrigo hasta fines del siglo XVIII permitía llamarle puerto. En esos años comienzan unas obras eternas para ofrecer resguardo a la mayor flota pesquera de Asturias en aquel tiempo y aún más tarde, pues en 1944 las 99 lanchas pixuetas matriculaban 690 marineros, a los que debía añadirse el centenar que se enrolaba en lanchas de otros puertos. De ellos dependían carpinteros de ribera, fábricas conserveras, de salazón y escabeche, y sus talleres accesorios, de envases de madera y metálicos, almacenes de sal, vinagres y aceites; rederas y cabulleros, y los propietarios de los bueyes de arrastre? y, por último, las vendedoras al por menor, que diariamente el ferrocarril del Vasco desparramaba por la línea de Oviedo a Collanzo, permitiendo que el sabor de la marea alcanzase en baldes de cinc las recrecidas polas de la cuenca del Caudal.
En fin, un mar volcado sobre un pueblo. Eso fue Cudillero. Hoy muchas cosas han variado; entre otras, la proporción entre el pueblo y su puerto, magna obra de ingeniería realizada entre 1969 y 1984 y que eliminó de manera definitiva una estampa pixueta, las lanchas sobordadas en las calles.
Hoy, Cudillero y su concejo se encuentran inmersos en pleno proceso de cambio y paulatina integración metropolitana. Su emplazamiento en la frontera urbana ha modificado sus funciones dominantes: de la pesca, el comercio, la hostelería y la ganadería ha pasado a un crecimiento sostenido del sector terciario y del turismo, y a un incremento de su oferta residencial en la rasa inmediata. Dispone de una base sólida sobre la que asentar un futuro diversificado, apoyado en su localización, en su marca, en su patrimonio, en la pequeña industria y en sus servicios turísticos y residenciales. Demanda, para ello, una gestión prudente del territorio con la que encauzar la energía proveniente de su potente vecino territorial, que aquí en los bordes hay que contener para seguir conservando la calidad territorial.
Su población alcanzó sus valores máximos en la década de 1930 y a partir de ahí experimenta un lento pero continuo declive. La razón de esta caída hay que encontrarla en el reflujo de la actividad marina sobre Cudillero, pues el pueblo se aparta de su función histórica y el sistema pesquero, con toda su complejidad y extensión, se retrae hasta la actualidad. La falta de espacio llano urbanizable en el casco tradicional empujó las nuevas construcciones, de tipología dominante unifamiliar salvo en el barrio de pescadores de La Atalaya, hacia la rasa, donde crece Villamar y destacan otros núcleos importantes como Piñera, El Pito y Aroncés. De todos ellos, solo Villamar y Piñera han tenido un crecimiento reciente reseñable. En conjunto, entre el casco tradicional (1.600 residentes) y su entorno inmediato de la rasa, en las parroquias de Piñera y San Juan, viven 3.000 personas, con una pérdida total de unos 200 residentes en el último decenio. De cualquier manera, la influencia de Cudillero sobre su territorio circundante se ve limitada por causas topográficas y ahora el crecimiento, mayor en residencias que en habitantes, se localiza sobre la rasa costera, que ha visto extenderse la función de segunda residencia, fenómeno habitual en casi toda la marina del concejo.
El mundo pesquero sigue siendo capital para entender el paisaje de Cudillero y es marca geográfica de identidad, pero su importancia no es tanto económica como de imagen, tradición, singularidad. El papel predominante en la actividad económica local ha pasado, como en casi toda la costa asturiana, al sector terciario, que mantiene en el concejo unos 800 empleos, que son hoy la mitad del total. Ha aumentado también el empleo industrial de forma notable y mantiene su importancia la construcción, ligada al reforzamiento de la función residencial. La autovía y la localización de sus enlaces, junto a la política de suelo empresarial, permiten pensar en una tendencia al aumento de la actividad en sectores como el industrial, el logístico y los vinculados a la actividad turística.
Cudillero destaca hoy en Asturias como la villa y el concejo con mayor presencia porcentual de viviendas de segunda residencia (más del 40%), al oeste del Cabo Peñas, un fenómeno en el que también sobresale Tapia. La mejora de las comunicaciones por carretera ha permitido el refuerzo y la puesta en valor del atractivo paisajístico de la rasa de Cudillero para la función residencial. El siguiente reto en este proceso de integración metropolitana y de mejora de las comunicaciones es la atracción de población de primera residencia que dé continuidad y aumente el sentido positivo del saldo migratorio de la última década, que no alcanza aún a compensar el desfase entre defunciones y nacimientos, ni la continuidad del declive en las áreas rurales del concejo.
La villa y su concejo se han dotado de equipamientos e infraestructura turística de manera notable. Las características físicas de la villa han frenado su crecimiento, que se localiza, sobre todo, en la vecina parroquia de San Juan de Piñera, sobre la rasa, donde se sitúa buena parte del parque de segunda residencia (Villamar), configurando un poblamiento de baja densidad de carácter perirubano. Igualmente la peculiaridad del asentamiento de la villa determina que el crecimiento se haya difundido a los principales pueblos de la marina, los de mayor atractivo, que muestran hoy leves crecimientos recientes: Santa Marina, Novellana, Oviñana, Albuerne, Lamuño o Salamir. Crecimiento que contrasta con el estancamiento de otros núcleos de mayor tradición, como Soto de Luiña. El papel de las comunicaciones, la función residencial y el atractivo paisajístico juegan en favor de la continuidad de este crecimiento. Esta difusión de residencias sobre varios núcleos costeros entraña también sus riesgos: la superación del marco normativo de ordenación del territorio y la dispersión de la urbanización en formato de baja densidad sobre la rasa, acotando y fragmentando el valioso espacio litoral de interés general, lo que es necesario evitar para asentar el crecimiento y vincularlo al poblamiento preexistente, evitando el desparrame que hace surgir un modelo de poblamiento desconocido históricamente en la costa asturiana.
La potenciación del poblamiento tradicional, evitando nuevas urbanizaciones segregadas, debe apoyar también la mejora de los equipamientos y servicios públicos y la mejora de la relación entre las grandes infraestructuras existentes y las actividades terciarias y turísticas. Sobre todo para evitar disfunciones, pérdida de calidad en los servicios fundamentales y efectos negativos sobre la capacidad de crecimiento futuro. La potenciación de usos portuarios tradicionales y deportivos, el desarrollo de áreas empresariales vinculadas al puerto y los enlaces de la autovía, la habilitación de un espacio de playa y la ordenación de su crecimiento hacia las parroquias vecinas suponen hoy retos de primer orden.
Cudillero es hoy, como el conjunto de la rasa costera, donde el fenómeno turístico y residencial muestra un mayor dinamismo (Ribadedeva, Llanes, Ribadesella, Villaviciosa, Gozón, Tapia), un espacio en fuerte dinámica de cambio, ante el que se han abierto expectativas de crecimiento y riesgos que evitar, a partir de la experiencia de otros territorios costeros españoles muy próximos.
El valor del territorio
La base económica diversificada, la articulación de Cudillero en la red de comunicaciones terrestres y el ámbito metropolitano, su renovado potencial residencial, la importancia del equipamiento portuario y turístico y el crecimiento moderado de los pueblos de la rasa invitan a pensar en una dinámica de aumento de la actividad y del empleo. De la propia sociedad local depende que este crecimiento aumente el valor del territorio o lo derive a procesos de desorden y degradación. Las condiciones de partida son buenas y las posibilidades muchas si se siguen criterios de crecimiento ordenado y sostenible que incrementen el valor del territorio.
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