Al puerto, por caridad
La capital franquina y Viavélez encarnan dos realidades próximas y diversas, la villa urbana de cierta prosperidad demográfica y el potencial turístico por explotar del pueblo marinero despoblado
La casa de piedra tiene escudo de armas, pajar y horno, tejado de pizarra y una finca con cabazo, pero sólo es antigua en apariencia y por fuera. Dentro hay un auditorio del siglo XXI casi recién inaugurado, el pajar es una sala de estudio con biblioteca; la planta alta, un local de exposiciones y en la bodega está la oficina de turismo. La vieja y robusta casona solariega de los Méndez de Andés, hoy transfigurada con pulcritud en el complejo cultural As Quintas, da un respiro en mitad de la edificación con pocas concesiones que confecciona el trazado de La Caridad. El edificio, «el último reducto rural que nos quedaba», al decir de la alcaldesa de El Franco, la socialista Cecilia Pérez, resalta en medio de una urbanización de aspecto actual y estilo asimilable al de casi todo este paisaje de pequeña villa con evidentes aspiraciones urbanas. La capital franquina se retrata a sí misma con facilidad mirándose en sus escaparates, detectando un muestrario básico de servicios útiles y descubriéndose una vocación de ciudad en miniatura. No es de ahora. Al llegar al parque de María Cristina, el rótulo desconchado de lo que fue el Cine Europa y el vetusto mural que decora la fachada de una sala de fiestas en desuso confirman que la villa es hoy de algún modo lo que ha sido siempre, la referencia urbana más próxima para el primer paso a la salida del entorno rural de este concejo cada vez menos ganadero y marinero.
Por eso hay más de 1.400 habitantes donde el siglo partió con 1.133; de ahí que la capital camine en sentido contrario a la tendencia levemente a la baja que marca la pequeña población de El Franco, hoy 4.000 moradores casi exactos donde había 4.154 en el año 2000. Gana, pues, La Caridad más de lo que pierde su concejo. La villa se configura como una pequeña isla de prosperidad poco frecuente en este occidente demográficamente depresivo y hasta extiende lentamente, dicen aquí, cierta capacidad de atracción hacia los municipios vecinos. Casimiro García, que preside la asociación de empresarios de El Franco (Asefra), propone como explicación la vitalidad de los aproximadamente 45 componentes de su colectivo, concentrados en la capital. José Antonio Suárez fue marino mercante, pertenece a la agrupación cultural Arcángel San Miguel y retrata la realidad del suave progreso de la capital franquina con una motivación ramificada en tres direcciones: «El abandono del campo, algunos pisos ligeramente más baratos que en el entorno y unos cuantos inmigrantes». En ese fenómeno, no obstante, el éxodo rural «es la consecuencia, no la causa», matiza. «El que se despide de la zona rural y sube a La Caridad no lo hace fundamentalmente porque quiera mejores servicios, que también. Lo que sucede es que la gente joven no quiere continuar con ese tipo de vida en el campo y allí quedan personas mayores cuya forma de sobrevivir es poder ir andando al centro de salud». El patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Viavélez, Carlos Bedia, aporta su propia escala para medir el progreso de la villa: «En cuarenta años se hicieron diez casas y en los diez años siguientes, más de las que había antes».
Al salir de La Caridad por la avenida del Puerto, a un par de kilómetros, la otra realidad menos bulliciosa, más tranquila o dormida, según quién la mire, toma cuerpo al entrar en Viavélez una tarde cualquiera de marzo. En El Porto, que es simplemente esto en su etimología asturiana, está casi solo y muy abrigado Ángel Ovalle, panadero, comprobando que casi cada vez que lanza la caña a la mar que azota con fuerza el muelle pican unos peces diminutos -«aquí los llamamos xouriellos»-. Sólo un rato largo de recorrido después aparecerá José Gayol bajo el dintel de la puerta de su casa en Las Salseiras, una de las muchas calles empinadas que suben desde el muelle de Viavélez. Abajo, lo que en tiempos fue un restaurante con estrella «Michelin» es hoy una taberna con el cartel de «Cerrado» en posición muy visible. Frente a él, en el arranque de la calle Corín Tellado, que bordea el puerto, prácticamente el único movimiento se percibe tras la puerta del local de la Cofradía de Pescadores Santo Ángel de la Guarda, donde se calibra el peso de lo que serán «unos seiscientos kilos de pulpo» recién pescados. Al final, esta quietud acabará por confirmar que Viavélez se define bien en las tres frases escuetas que están escritas sobre una señal que marca el inicio o el fin, según se mire, de la senda costera entre este puerto y el de Tapia de Casariego: «En tiempos pasados, importante puerto de cabotaje tanto de mineral de hierro como de maderas; importante astillero de barcos de vela. En la actualidad, puerto pesquero pintoresco».
De esta pequeña villa marinera que se adapta al terreno acantilado con sus callejuelas estrechas y empinadas queda el decorado, viene a decir la leyenda. «Hoy perfectamente puedes cruzar Viavélez de un extremo a otro y no encontrarte con nadie», confirma José Antonio Suárez, que es natural de este «puerto pintoresco», igual que Gildo Tellado, marino mercante, y que su tía Corín, la escritora de novela romántica que nació en la casa de piedra en ruinas que se alza en un extremo del muelle, literalmente «apoyada» en otra de fachada blanca y mejor conservada. Donde hubo cinco bares sobrevive uno que abre en verano y 175 habitantes en descenso que, eso sí, «se quintuplican» cuando llega el buen tiempo. La pesca todavía da para que vivan los tripulantes de nueve embarcaciones y en total «unos cuarenta profesionales» mayoritariamente jóvenes y de aquí y la infraestructura del alojamiento turístico son dos casas rurales. Niños pequeños «deben de quedar dos», afirma María Jesús López, presidenta de la Asociación de Vecinos. Edificios de nueva factura, ninguno. «La gente probablemente viviría aquí si tuviera dónde, si se pudiera construir», apunta Gildo Tellado, «porque puede que mi casa sea la última que se ha edificado, el resto son reconstrucciones».
El puerto y la villa, o viceversa, pintan así una unidad funcional y física que pese a la rivalidad social encarnan a su modo las dos realidades de este concejo rural con cabecera urbana levemente próspera. El resumen apresurado de las fuentes de riqueza vale para toda la zona y dice, en la voz de José Antonio Suárez, que «dependemos de Ence, de los astilleros de Navia y Figueras y de Reny Picot; en menor medida del Hospital de Jarrio y todavía menos del campo. Un poco de la pesca y otro poco del turismo». La industria es un aserradero de madera, algún taller mecánico y empresa de construcción, «la mayoría pequeñas empresas», define Ana Suárez. Aquí también obsesiona la dotación de alternativas para que los jóvenes puedan tomar la decisión de quedarse a envejecer en este punto de la rasa costera occidental y para eso, dicen, está el centro de empresas del polígono industrial de Novales, a la salida de La Caridad en dirección a Galicia. «Cada vez atendemos a más gente joven que quiere crear empresa por aquí para no tener que marcharse a la ciudad», observa Ana Suárez, la responsable de la instalación. De momento, el vivero tiene ocupadas sus cinco oficinas y cuatro de las ocho naves y pretende servir de apoyo a ese parque empresarial que «está echando a andar» con muchas dificultades. «Tal vez hemos llegado tarde al desarrollo industrial», asegura Gildo Tellado, «porque tenemos a los dos lados dos grandes polígonos en funcionamiento, Jarrio (Coaña) y Barres (Castropol)», demasiada competencia para tan poco espacio. Será que la crisis ha tratado peor a las ciudades que a estas pequeñas villas a medio camino entre lo rural y lo urbano, pero aquí, dicen, todavía no se han dejado de ver del todo algunos matrimonios jóvenes con descendencia que no descartarían una posibilidad de quedarse. Por eso uno de los grandes desafíos del futuro, vuelve la alcaldesa de El Franco, pide la consolidación de Novales como espacio industrial, pero también la de La Caridad como enclave residencial. Es «el crecimiento ordenado», concreta Cecilia Pérez, un desarrollo urbanístico que «proteja la zona más antigua de la villa y permita el crecimiento exterior para intentar fijar población». Urge la identificación y activación de «medios de vida», la acompaña José Antonio Suárez, «que ayuden a hacer rentable la decisión de quedarse aquí».
El palacio de los tres millones y el restaurante de la estrella apagada
El camino corto que separa La Caridad de Viavélez no tarda en enfocar la verja alta de hierro y los muros que cierran los jardines del palacio de Jardón, con su monumentalidad versallesca a escala franquina y sin cartel que confirme a la vista que está en venta por tres millones de euros. La silueta de la Quinta «San Jorge», casi invisible desde el exterior de la finca, su reciente acceso al mercado inmobiliario y el precio de salida estimulan las expectativas del sector turístico en esta zona. El posible uso hotelero se aparece como el más evidente, pero hay otros. Dada la precariedad de la infraestructura hostelera, «se podrían hacer muchas cosas», confirma Gildo Tellado, «desde una Universidad de verano a un centro de formación y, obviamente, a un hotel». Sería el primero del pueblo, que ahora resume su dotación turística en dos complejos de alojamiento rural complementarios con los apartamentos y el hotel de La Caridad. La Taberna de Viavélez se ha trasladado a Madrid, a conjurar allí el peligro de morir de inanición que podía acecharle aquí, donde la idea nació y creció hasta tener una estrella Michelin con Paco Ron a los fogones. Él se cansó, dijo una vez, «de dar merluza a los gatos» y de aquello queda esto, un edificio azul cerrado frente al muelle, un horario de apertura parcial en temporada alta y la certeza de que «a la hostelería de esta zona le falta un referente» en el resumen de Casimiro García.
Lo que no escasea son las potencialidades. «Viavélez es uno de los puertos más bonitos de Asturias», valora sin titubeos el presidente de los empresarios franquinos, «y ni se promociona ni hay dónde tomar un café». Pero cosas que ver, sí. A la hora de saber venderse «nos gana el Oriente», confirma Begoña Bedia, propietaria de una casa rural en el puerto, y la parálisis de la Autovía del Cantábrico vuelve a demostrar que «siempre fuimos el ala olvidada de Asturias», pero no es sólo el aislamiento el que esconde los recursos. La casa natal de Corín Tellado se cae en un extremo del muelle sin señalizar, «sin que nadie sepa dónde está», lamenta su sobrino, y «puede que haya sido Viavélez el sitio de Asturias donde más se han construido barcos», recuerda José Antonio Suárez, «pero de aquello ya no queda nada». O más bien nada más que la memoria, ese material intangible del que la asociación Arcángel San Miguel se servirá para organizar en mayo aquí un encuentro de carpinteros de ribera. Al entrar en La Caridad, un cartel anuncia un belén «popular asturiano». Es el de las figuras articuladas en movimiento nacidas de la imaginación del artesano José Ramón Díaz y tan atractivo que se visita todo el año con cita previa en un local de la avenida de Galicia. Sin salir de la capital, el Museo de la Forja enseña en un bajo de la calle Pelayo las esculturas llenas de atención al detalle que el ferreiro Ángel Fernández era capaz de hacer con el hierro y están el auditorio y la sala de exposiciones flamantes de As Quintas, pasa el Camino de Santiago... Hay algo más que «un puerto pesquero pintoresco».
Un hueco para la cultura en la lucha por la identidad
A un lado está Navia, la de la industria, y al otro Tapia, la del turismo. En medio, Coaña y El Franco buscan su sitio y en La Caridad hay quien pediría una afirmación de la identidad cultural de la villa y ya agradece la apuesta por transformar una vieja casona rural en moderno complejo con auditorio, biblioteca y sala de exposiciones inaugurado en julio de 2009. La asociación «Amigos de As Quintas» gestiona la programación artística del centro y ha abrazado esa pretensión de que La Caridad pueda utilizarlo para ser «una referencia cultural». Eso es lo que pide el escultor Herminio Álvarez, componente del colectivo y para apoyar la aspiración saca la lista de los autores asturianos que han pasado por la nueva sala de exposiciones franquina: Vicente Pastor, Marcos Morilla, María Jesús Rodríguez, Hugo O'Donnell, el Museo de Bellas Artes de Asturias; valora si los límites económicos permiten una exposición de obra gráfica de Eduardo Chillida e invita a apreciar que «llevamos año y pico haciendo exposiciones a un nivel importante con un dinero ridículo».
El Mirador
_ La industria
La disponibilidad de suelo para atender «casi cualquier demanda del exterior» está lista en el área industrial de Novales, que a juicio de la alcaldesa de El Franco, Cecilia Pérez, condensa las aspiraciones de obtener focos de actividad que fijen población en La Caridad y su entorno. El parque empresarial, con 40.000 metros cuadrados en su primera fase y una segunda «ya calificada» de otros 162.000, da sus primeros pasos con muchas dificultades. El problema es la proximidad de otros grandes polígonos en los alrededores, sobre todo los de Jarrio y Barres, además de la falta de disponibilidad económica para que Fomento haga un paso elevado para conectar del todo Novales con la N-634.
_ Los servicios
El centro rural de apoyo diurno se queda pequeño para las necesidades de atención social que demanda, también aquí, la estructura de una población con un alto grado de envejecimiento. «Necesitamos espacios mayores para consolidar el servicio», apunta la alcaldesa de El Franco.
_ El deporte
El polideportivo Uruguay de La Caridad «no permite el desarrollo de toda la actividad deportiva que se hace en el municipio», asume la Alcaldesa, que tiene aprobado un proyecto para dotar a la instalación de un anexo con salas de gimnasia y de aparatos que Pérez espera tener listo este año.
_ El saneamiento
La obra está pendiente de finalización y se construye un emisario submarino para verter al mar las aguas procedentes de la depuradora de Moría, cerca de Viavélez. Hay en el puerto franquino, no obstante, quien manifiesta su oposición a algún detalle del proyecto, como «la estación de bombeo en el centro del pueblo», protesta Gildo Tellado.
_ El palacio
La decisión de los propietarios del palacio Jardón de poner en venta el inmueble que se alza en las proximidades de Viavélez ha servido para hacer crecer las ambiciones de la población en esta zona muy necesitada de infraestructura de apoyo para el sector turístico. Otra demanda asociada a ésta se dirige al sector hostelero, porque falta «un referente» una vez que la estrella «Michelin» que se ganó La taberna de Viavélez ha emigrado a Madrid.
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