El ocio es el negocio

Llanes responde a su falta de tradición industrial consagrada a hacerse valer como referencia turística, sin renunciar a diversificarse y cuidando su paisaje

Marcos Palicio / Llanes (Llanes)

«Donde el mundo se llama Llanes» la exageración no es para tanto. El eslogan, que alguien tomó prestado del título de un libro sobre el concejo, corona un panel informativo para turistas que los transeúntes sortean en la esquina de Mercaderes con la calle Mayor. Pasan y se ven. Ese lema «grandón» del mundo encerrado en Llanes refleja el paisanaje urbano que lo envuelve porque contiene ciertas esencias del ser llanisco, deja ver el punto orgulloso y fanfarrón de un pueblo tan abierto y cortés con el forastero como ardoroso en la defensa de lo suyo, según dicen aquí de sí mismos. En este lugar, siguen, la tierra imanta y por eso, mirado desde dentro, el vecindario ya era «arrogante, hespitalariu, patriota y limosniegu» cuando el que se ocupaba de los adjetivos era Ángel de la Moría en su bable oriental de la segunda mitad del XIX. «Llanes tiene mar, tiene monte, arquitectura... Lo tiene todo», dice un vecino con menos poesía de regreso al presente; «mira qué puesta de sol», apremia un admirador del atardecer buscando pruebas en la versión radiante que se ve de él en los días despejados desde la atalaya ajardinada del paseo de San Pedro. A su manera, Llanes vende lo que tiene, comercializa paisaje. La villa del nacimiento del tercer milenio, donde apenas hay empresa mayor que el Ayuntamiento, tiene futuro si protege y exprime lo que no ha dejado de ser nunca. El presidente de los constructores llaniscos y del bando festivo de San Roque, Aníbal Purón, afirma que su pueblo progresará si se hace valer y «se proyecta como lugar de asueto, descanso y ocio». Si se hace imán de los atractivos turísticos del oriente asturiano y, sobre todo, se cuida y se orienta para conseguirlo.

Las ventajas de ser de aquí

También, interviene Óscar Torre, hostelero y presidente del bando de La Guía, si con todo eso alarga el verano, si no se duerme en invierno y aprende a conjugar el verbo «desestacionalizar», que todavía falta en el diccionario. Y si Francisco Romano, bancario jubilado y miembro de la directiva del bando de La Magdalena, encuentra alguna empresa que diversifique actividades y no fíe todo el futuro a las veleidades del sector turístico. Cada uno atesora muy aproximadamente un tercio de la legitimidad social en la villa desde que bandos que articulan la sociedad llanisca en torno a las tres fiestas estivales. La pintoresca división corta el verano en tres -julio para La Magdalena, agosto propiedad de San Roque, La Guía en septiembre- y conserva y transmite el material intangible de las tradiciones y la sana rivalidad que azuza Llanes desde hace 174 años.

El suyo, y acaso viva ahí una clave del magnetismo turístico de la villa, es el mismo Llanes «marinero, rural, fluvial, urbano, católico, guasón, astur e indiano» que Celso Amieva pintó en los años cincuenta. Y sí, junto a los restos de serie de la pequeña burguesía de principios de siglo, aún visibles en el Casino, sobreviven mezclados el ambiente marinero, el encanto indiano y el viaje en el tiempo que encierra la vieja muralla medieval. Hoy, ese mundo que se llama Llanes viene de poner los pies en el siglo XXI y de superar un leve decaimiento de su población al comienzo de la década para cerrar 2009 con unos seiscientos habitantes más que en 2000, 4.643 en la villa como resultado de un incremento sostenido sin fisuras desde el año 2003.

Sube, pero la calle no lo nota ni en el empleo ni en la revitalización invernal de la villa que algunos piden con reiteración. El peso creciente de la inmigración tiene alguna culpa del ascenso, el resto también es en parte responsabilidad de la explosión urbanística de los años centrales de la década y de la segunda residencia veraniega, muy nutritiva para la economía local al decir de algunos. Por lo menos cuando se construía. «¿Qué sería de Llanes sin la segunda vivienda en el número en que existe?», se cuestiona Aníbal Purón. A él no le estorban los veraneantes ni los visitantes ocasionales, aunque en su caso la apuesta por el desarrollo de la construcción barre para casa. «Generan riqueza y contribuyen al sostenimiento de una parte muy importante de los gastos generales de la villa», justifica. No obstante, y con las condiciones que pone la convulsa ordenación del urbanismo aquí, donde los tribunales han anulado los tres últimos planeamientos, hay otras visiones que han sostenido siempre que ese lanzamiento inmobiliario a tumba abierta enriqueció a unos pocos, disparó los precios de la vivienda y deshizo ciertas esencias de la villa. Pero ahora también todo eso ha decaído. Las más de 4.000 viviendas nuevas que se han visto crecer en el concejo entero desde 2002 son cada año menos y ni llegan a cubrir la expectativa prevista ni su destino mayoritario hacia la residencia ocasional es la solución de futuro que todos escogerían para Llanes.

Celso Amieva pintó a Llanes «marinero, rural, fluvial, urbano, católico, guasón, astur e indiano»

La villa, mientras tanto, crece sin multiplicarse. Aquel fuerte incremento de la población, afirma Francisco Romano, se ve con dificultad en la calle, ni gana trabajo ni más vida para la villa. El empujón al padrón, de 4.028 a 4.643 habitantes de 2000 a 2009, miente sobre la vitalidad de los inviernos «largos y duros» que duerme la villa. Porque además, será la crisis más que el clima, «los veranos cada vez son más cortos» y el descenso de los consumos, tercia Óscar Torre con la experiencia que da la barra de su cafetería, «palpable. Bajaron más del 50 por ciento», cuenta.

«Empresas de transformación, prácticamente ninguna», vuelve Aníbal Purón sobre la parte más desoladora del paisaje urbano, porque el sector primario tiene un tirón y una capacidad de desarrollo limitados en esta población urbana de servicios. «Las explotaciones agrarias y ganaderas son bastante pobres», analiza, «porque el minifundio es lo que es y en breve desaparecerán las subvenciones europeas a la ganadería de alta montaña». La madera, tampoco, «ya casi no la compra nadie», pero la mar sigue siendo rentable. El presidente de la cofradía llanisca, Ángel Batalla, presume de resistencia a la crisis. «El año pasado batimos todos nuestros récords históricos de ventas y capturas», afirma. «Somos los que más vendemos del Oriente y andamos entre la tercera y la cuarta cofradía de Asturias». Hay 32 pescadores, nueve embarcaciones y tres empleados en la cofradía, pero ni mucho menos todos de allí. «Los de aquí no quieren salir a la mar», constata Batalla. «La flota aguanta gracias a la gente de fuera, ya tenemos ocho o nueve peruanos que traemos contratados desde su país».

También Batalla, en fin, observa y comprueba que Llanes vive «de lo que ves», del paisaje y los servicios, y mucho más del turismo, opina Francisco Romano, que el Occidente, donde además de viajeros hay empresas. Reny Picot, Ence, los astilleros Armón y Gondán, enumera. Aquí no. Aquí queda el eterno retorno de Llanes sobre sí mismo, la industria del ocio con sus «50.000 o 60.000 habitantes» en verano -contando el entorno rural próximo y Celorio y Barro- y sus inviernos interminables. O no. Para hacerlos rentables «necesitaríamos un verano de seis meses», bromea Óscar Torre, pero sin pedir imposibles la idea es no dejar de buscar alternativas industriales, aunque cueste, y hacer de Llanes «una referencia del ocio» que sepa exprimir durante más tiempo la oferta de servicios que envuelve la orientación turística de la villa. «La dotación hotelera y hostelera ha alcanzado aquí un nivel equiparable a los de cualquier ciudad del centro de Asturias» y ahí Purón cuenta los 93 alojamientos rurales que hacen del municipio el mejor servido de España en este ámbito. Estéticamente, el lavado de cara está en proceso, pero urgen iniciativas nuevas. Sirve el dragado y la ampliación del puerto en obras -habrá pantalanes para 140 embarcaciones- y florecen también partidarios de un segundo campo de golf que acompañe al de La Cuesta, pero sobre todo, en términos generales, adalides del pensamiento integrador que aparcaría «la óptica localista para convertirnos de verdad en oriente de Asturias». Según el presidente de los constructores, la venta de paisaje y ocio a la que se resigna y se consagra la villa debe configurar un negocio colectivo que dé un precio conjunto para «la espiritualidad de Covadonga, la majestuosidad de los Picos de Europa, el encanto de Cabrales y las Peñamelleras y el turismo de mar de Llanes o Ribadesella».

De vuelta en Llanes, en este mundo propio y muy suyo que hace frontera en el Cuera, la materia prima la da la naturaleza, pero necesita un socio humano que le saque partido sin degradarla. Que exprima las potencialidades y acepte el ejemplo de quien supo transformar en imán turístico la funcionalidad de los bloques de hormigón de la escollera que defiende el puerto. La mano de pintura que Agustín Ibarrola dio a los «Cubos de la memoria» adquiere valor de metáfora con su tránsito de estructura inerte a emblema turístico. Lo mismo que la ruta de cine por los platós naturales de dieciocho largometrajes, un cortometraje y tres series de televisión. O, así sucesivamente, todos los acompañamientos respetuosos que se imaginen para los valores naturales del entorno de la villa.

Y tú, ¿de quién eres?

Llanes es tierra de propiedad compartida, de piquilla y «sana rivalidad profundísima». La historia de la villa se ha escrito por triplicado durante más de un siglo de adscripción a los bandos promotores de las tres grandes fiestas del extenso verano lúdico del pueblo -La Magdalena, San Roque y La Guía, por riguroso orden cronológico-. Aquí no hay neutralidad posible, desde 1836 además de ser llanisco se toma partido y se escoge entre el clavel que distingue a La Magdalena, la siempreviva que lucen los «sanrocudos» o los nardos de los que prefieren los devotos de la Virgen de La Guía.

Llanes ya se elevaba pues al cubo antes de que Agustín Ibarrola pintase los del puerto. Cada uno su capilla, sus señas de identidad folclórica, sus símbolos, sus trajes y su parte del plano de la villa, cada uno su forma de entender la fiesta, pero en el fondo la misma pretensión de conservar y resguardar una herencia histórica, festiva, cultural y etnográfica.

Ese fondo común, mezclado con la intención de quitarse de encima el sambenito de rivales pendencieros, ha llevado a los tres bandos a luchar unidos para optar al premio «Príncipe de Asturias» al pueblo ejemplar. Lo hicieron ya el año pasado y siguen pensando que las bases del galardón se ajustan con precisión a su actividad de más de un siglo, a su forma de preservar y transmitir las costumbres de un pueblo y a su muy particular división de la sociedad llanisca en tres partes. Ahora están juntos, que no revueltos, en su tentativa de hacer que los premios «Príncipe» también reconozcan el valor de su empeño.

El Mirador

Propuestas para mejorar el futuro

_ El aparcamiento

Entre las necesidades que se insinúan para la villa surge el muy pedestre pero espinoso asunto del aparcamiento, particularmente escaso en la temporada alta veraniega. En esas épocas, en las que la población de Llanes se triplica, hacen falta entre cuatrocientas y quinientas plazas y alguna propuesta concreta. En la zona del matadero, ofrece Óscar Torre, o en el entorno del paseo de Posada Herrera, tercia Francisco Romano. Aníbal Purón, por su parte, tiene un plan más sofisticado que sacaría el ferrocarril del centro de Llanes, sustituiría la línea por un «gran boulevard» y haría un gran aparcamiento en la estación.

_ La infraestructura

Cada vez surgen más subsectores turísticos que requieren atención y aparecen como un posible yacimiento de visitantes. En Llanes, funcionan los dieciocho hoyos del Club de Golf de La Cuesta, con su situación privilegiada en una loma que domina la costa y el trazado urbano de la villa, pero la demanda hace que haya quien no descartaría un segundo campo -ya hay otro en proyecto con un hotel y viviendas en la vecina Ribadedeva- y otras iniciativas similares, como la potenciación del puerto, ya en marcha, o la apuesta por nuevos centros de equitación.

_ La hostelería

En la línea del aprovechamiento turístico de las potencialidades de la villa, hay quien propone utilizar la promoción de la gastronomía como uno de los atractivos para el visitante. María José Mateos y Manoli Ferreiro, de la directiva del bando de La Magdalena, aportan la petición de un esfuerzo mayor de los restaurantes en este ámbito.

_ El patrimonio

La conservación y transmisión del patrimonio cultural de la villa se aparece como otro de los polos de atracción de visitantes para Llanes. Aquí los vecinos se refieren al palpable en cada calle de la villa, pero también al inmaterial de las tradiciones. Aquí dan un paso al frente los bandos de las fiestas de La Magdalena, San Roque y La Guía, que se postulan conjuntamente para ser reconocidos como «Pueblo ejemplar de Asturias».

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