Divina proporción
La villa llanisca destaca como una rara joya urbana cantábrica, casi un prototipo de ciudad, caracterizada por su dinamismo y crecimiento desde hace más de veinte años
En la antigua Grecia se creía que la proporción conducía a la salud y a la belleza. Llamaban sección áurea o divina proporción a una «ratio» que relacionaba la longitud y la anchura en la cifra 1,618. En las estructuras de la naturaleza, en las realizaciones humanas que nos parecen más bellas aparece esta proporción. La que se encuentra en la planta de muchas villas asturianas. Quizás eso explique su encanto. Tal enigmático símbolo numérico parece estar presente en la foto de Llanes que aportamos. Los clásicos creían que entender esta misteriosa relación podía ayudar incluso a encontrar a Dios. Aquí en Llanes quizás explique el hecho de que mismamente en la villa Dios pueda vivir como tal.
En cualquier caso. Llanes destaca entre las villas. Es una rara joya urbana cantábrica, que mantiene su original personalidad con la que se distingue y desarma al foráneo. Es casi un prototipo, un modelo de ciudad, realizado a escala, humana. La que quería para sus ciudades Vitruvio, el arquitecto e ingeniero militar romano que Leonardo da Vinci reivindicaba para vincular urbanismo y cuerpo humano, y así buscar la armónica relación del hombre y sus cosas con el plan general de la naturaleza. Parece que esto se encuentra en villas como la de Llanes, pensadas por y para el hombre en la naturaleza. Para la vida buena. Con todos sus atributos condensados en una pequeña trama urbana, de poderoso atractivo, recostada contra el Cuera, que atrapa las nubes que trae el «gallegu» y desde donde el castillo medieval de Aguilar, en el soberbio emplazamiento de Soberrón, vigilaba la rasa. Llanes se edifica como joya escultural que preside un entorno mitológico, al que contribuyen la luz y el paisaje con el que se crea una atmósfera que hoy fascina al cine y la televisión.
Destaca hoy la villa marina por su dinamismo y crecimiento, al que se asoma desde hace dos décadas, tras muchas más de estancamiento, de añoranza, por y de los que se fueron. Porque la villa de Llanes vive también en muchos que han hecho su vida en otros lugares del mundo, pero que jamás pierden la vinculación con ella. No hace falta recordar la impronta de la emigración mexicana traducida aquí, aún más que en otras villas, en un paisaje urbano de casino, palacios, casonas, palmeras, fantásticos paseos, jardines, edificios públicos y empaque, mucho empaque. También se revela en empresas e iniciativas. Y en esa forma particular de estar en el mundo que tienen los llaniscos, capaces de recrearse una y otra vez en su historia, en sus tradiciones, en su rica cultura local, en la fuerza de sus experiencias colectivas, como las fiestas, que amplifican su pequeño tamaño, convirtiéndola en una ciudad vivida en muchos lugares del mundo, y a la que siempre se quiere retornar.
Es la cabecera de un concejo de parroquias o concejo-comarca, territorio complejo y diverso en lo físico y lo humano, capaz de albergar otras villas menores, que complementan el papel de la hermosa villa capital, y más de un centenar de aldeas. La modernidad, el impulso y el retraso en la creación de suelo urbano de la villa hacen que incluso derive actividades y población a su entorno inmediato, hacia San Roque y Posada en lo empresarial, hacia Barru, Celoriu, Poo, Cué y Andrín, en lo residencial y turístico. Aun así, es la que más rápido ha avanzado en su transformación urbana y en el impulso de las actividades terciarias. La villa de Llanes, con Ribadesella, Cangas de Onís y Arriondas, es referencia urbana principal del Oriente y asume nuevos papeles favorecidos por la descentralización y la mejora de equipamientos y servicios.
Como la natalidad es inferior a la mortalidad, las posibilidades de crecimiento residen en la atracción de población del propio concejo y de los vecinos, y en una corriente señalada de foráneos con iniciativa que se instalan aquí atraídos por la calidad residencial, las oportunidades y por su mayor oferta de dotaciones. Fenómenos que han sostenido el notable crecimiento, que se extiende en dirección a Pancar, La Portilla, L'Arquera y Poo. El casco urbano se acerca a los 5.000 residentes, como centro concejil y comarcal de comercio, servicios, equipamientos y turismo de primer nivel, tras una época ya lejana de cierto estancamiento, visible en un paisaje urbano marcado entonces por la nostalgia y una altiva decadencia.
La creciente especialización turística de la villa se refleja en el empleo, al que el terciario aporta más del 80 por ciento de los ocupados. Y se hace patente en el mayor índice de dotación de tales establecimientos de toda la región, en relación a la población residente. El volumen de visitantes y residentes en temporada ha impulsado el rápido y fuerte crecimiento de los establecimientos y también de la oferta de segunda residencia. Destaca hoy la necesidad de insistir en las actuaciones urbanísticas que permitan a la población el acceso a viviendas de residencia habitual en un entorno de precios elevados.
El incremento de la actividad turística esconde puntos débiles. En su ordenación sobre el territorio, en el impacto sobre el paisaje y en la captación de nuevos flujos turísticos. Apenas se recurre a los paquetes organizados y al concurso de los operadores internacionales y nacionales, lo que hace que el turismo extranjero sea aún muy escaso, como en toda la región, y que las temporadas se vean sometidas cada año a numerosas incertidumbres. Se ha avanzado en la presencia de Llanes como destino turístico nacional y es necesario seguir trabajando en impulsar las innumerables ventajas comparativas que Llanes (y toda la red de villas asturianas) dispone respecto de otros lugares, ante coyunturas desfavorables como la actual. Llanes debe trasladar el indiscutible encanto de su paisaje urbano a tipologías turísticas relacionadas con la excelencia territorial.
Se enfrenta hoy al retraso de las comunicaciones hacia Santander y a la escasa ordenación del suelo empresarial. La dinamización social y la prolongación de la estación turística son elementos claves para mejorar lastres que gravan a la villa, como la inserción laboral de los jóvenes, o para aumentar oportunidades de negocio y emprendimiento. El turismo tiene aún recorrido, con una mayor utilización de los canales de captación de otros flujos.
En escenarios dinámicos, tan escasos, no caben posturas conservadoras
Llanes avanza y señala caminos al resto de las villas asturianas, con aciertos y errores, como todo el que abre nuevas vías. Deberá seguir en la brecha, ordenando el crecimiento urbano, sin frenos innecesarios pero sin perder calidad. En escenarios de dinamismo, tan escasos en Asturias, no caben posturas conservadoras. Hay que alimentar el cambio y guiarlo, ordenarlo en la dirección de designios que busquen el interés general para los territorios en juego, sin detener ni obstaculizar irracionalmente el proceso. El tiempo no se detiene y, en buena medida, Llanes muestra en su recorrido las claves de futuro de las villas asturianas.
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