La villa de los veleros veloces
Pese a su parálisis demográfica, la cabecera de la marina occidental dispone de una localización estratégica y una base económica capaz de incrementar la actividad
Luarca se dispone en torno de la desembocadura del río Negro, con ésta y con la ensenada que limitan las puntas del Focicón y de Las Muyeres forma su puerto. De nuevo villa y puerto forman una unidad inseparable, para dar la cabecera histórica no sólo del extenso concejo de Valdés sino de un amplio territorio que se extiende hacia las montañas del Sur y que se engloba dentro de la Comarca Vaqueira.
La bellísima e infernal carretera de la costa «aisló» durante todo el siglo XX a la marina occidental asturiana. La superación del tramo entre la Concha de Artedo y Cadavedo exigía especiales dotes de conducción y paciencia. La frontera no era una línea, sino un sector, una tierra para probar el interés por pasar al occidente costero, que protegían las vallotas, especie de fosas anticarro en las cuales se sumergía, retorciéndose, la estrecha cinta de la carretera, que una y otra vez se hundía en las oscuridades fragosas de cada barranco para emerger después a la claridad de la rasa despejada, en un enloquecido vaivén de unos cuantos kilómetros y muchos minutos. Hoy se puede cobrar por hacer este recorrido espectacular. Muchos pagarían.
La nueva carretera que metió por los pelos a la marina occidental en el siglo XX eliminó con una sarta de viaductos la antigua montaña rusa, dejándola en atracción deportiva y paisajística por explotar, pero, además, reforzó las relaciones Este-Oeste en la estrecha franja costera occidental, contribuyendo a soldar internamente una de las unidades territoriales asturianas con más personalidad geográfica: la marina occidental astur, que Luarca encabeza desde el Este. Unidad necesitada de reforzar un proyecto propio con el que dialogar con el impulso metropolitano y con sus vecinos del otro lado del Eo. Mantenerse alejada de ambos y a la vez crear complementariedades con esos dos mundos será la forma de cuidar su gran belleza, su actividad industriosa, ganadera, y su característico poblamiento, factores que, integrados en un territorio, dan diversidad y enriquecen a Asturias.
Villa ballenera, después puerto transatlántico donde amarraban «los veloces veleros de Luarca» a los que cantó el señor de Casariego. «Puñales de agua que rasga y abre en vía» la ruta del Atlántico construidos en los astilleros del pedral de Llera para la docena de compañías navieras que a fines del XIX se asentaron y dieron su aspecto burgués, por comercial, a la villa, que también contenía fábricas y talleres relacionados con la mar.
Vida y casas burguesas que dan su fisonomía a la Luarca de armadores y comerciantes que negociaban, desde sus despachos, con escritorio de maderas nobles y cuadros de sus barcos y capitanes, cargas de ultramarinos en La Habana, Filadelfia o Buenos Aires y después acudían a uno de los teatros donde representaban lo último de las grandes capitales. A la salida, el nuevo alumbrado público les guiaba hasta el café en el que hablarían de sus nuevos piróscafos, también conocidos por los residentes en los barrios del Cambaral o La Pescadería como barcos de fumo y en las habaneras como goletas del vapor.
Una vivencia más de una villa que lleva colonizando los mares del mundo desde hace siglos y que a pesar de la caída de actividad que se registra a partir de 1950, sin duda, volverá a vivir nuevas plenitudes, pues es una gran villa. Aunque el aislamiento y la quietud de la segunda mitad del siglo pasado hacen que inicie el actual adormecida, con una demografía desvitalizada, con una economía estancada, a pesar de la importante infraestructura terciaria y turística existente y de la tradición ganadera.
El paisaje, la mejora de las comunicaciones, el incremento de las relaciones con el mundo metropolitano y la diversidad de actividades existentes ofrecen oportunidades para el despertar y para dejar atrás una situación que no se asienta en condiciones objetivas, sino en un peligroso dejarse ir de una villa de gran historia que ha perdido influencia hacia el exterior.
En cualquier caso, sigue siendo nodo fundamental en la organización territorial asturiana por constituir el engarce entre el centro y el occidente costero. Pero a lo largo de las últimas décadas, actividad y equipamientos supracomarcales han tendido a la localización en el entorno de la cercana villa de Navia, cruce de caminos hacia el interior más profundo. Cerrada la vía ultramarina, Luarca se conformó con su papel de cabecera de un concejo grande y complejo o, lo que es lo mismo, un concejo-comarca. Las cifras así lo indican: 350 km² y 13.500 habitantes. La mayor parte de la población vive en la marina, sobre la rasa, con una tendencia a la dispersión siguiendo la traza de las carreteras. Sólo Luarca se asoma a la mar aprovechando la serpenteante entalladura que el río Negro hace en la costa acantilada.
El estancamiento de Luarca resulta impropio de su potencial. Centro urbano, terciario y turístico de unos 4.300 habitantes (5.300 en la parroquia) quizá no ha sabido sacar todo el provecho a su posición estratégica y a las nuevas corrientes turísticas que hoy se desplazan hacia el occidente asturiano. También es cierto que la Luarca tradicional, encajada en el acantilado, se extiende hoy hacia la rasa próxima, en Almuña y en las parroquias de Santiago y Barcia, y suma junto a ellas más de 7.000 habitantes en un área de actividad terciaria y nuevos usos: polígono empresarial, equipamientos y servicios públicos, que ya es la Nueva Luarca, elemento integrante del sistema costero que conforman Luarca, Navia y Coaña, el eje de mayor densidad de la marina occidental, con unos 25.000 habitantes, que debería ser un referente en la organización territorial de Asturias, como territorio singular, como nodo de articulación entre el centro y el occidente costero, y la cabecera urbana de toda la comarca.
Pero hasta ahora, la tradición terciaria y turística no ha permitido la continuidad en el crecimiento de la villa, asentada desde hace años en el estancamiento, al que la enfrenta un crecimiento natural negativo. Pese al declive demográfico, Luarca se sitúa en una localización estratégica y dispone de un poblamiento que ha sobrevivido al fortísimo ajuste de las actividades ganaderas. Pero no crece. Las malas comunicaciones han sido un problema histórico para Luarca. La autovía debe suponer un estímulo, un impulso para un cambio de tendencia que, sin embargo, tarda demasiado en llegar.
El futuro de Luarca se asienta en sus robustos potenciales de desarrollo ahora que el déficit histórico de accesibilidad empieza a solucionarse. Cuenta con tradición, saber hacer, imagen de marca con largo recorrido, hacia atrás y hacia adelante, con potencial de crecimiento en las actividades terciarias, y con la necesidad de consolidar el eje Luarca-Navia, más en el sentido de la cooperación que en el de la competencia, como referencia en la vertebración del occidente costero asturiano. Cuenta con una base económica diversificada capaz de crear actividad y el empleo, y es una referencia de calidad paisajística y bienestar social.
La integración paisajística del crecimiento urbano de la villa y de los núcleos de población circundantes, en los caracteres del poblamiento tradicional de la rasa, es un reto que Luarca está afrontando con sensibilidad, técnicas de ordenación y recuperación del patrimonio edificado, aunque no sea el mejor momento para impulsar la atracción de población de primera residencia.
Un potencial evidente
Desde cualquier perspectiva aparece Luarca como una villa de enorme atractivo, burguesa, pescadora, litoral y portuaria, que afronta la paradoja de que además de ser la mayor de la marina occidental y haber ejercido funciones comarcales de gran relevancia en el pasado fue perdiendo población y presencia activa en el mapa regional en los últimos decenios. Una situación difícil de explicar, pues no responde a realidades objetivas sino a la continuidad de unas tendencias del siglo pasado de las que la iniciativa local y el carácter emprendedor, que ha dado notables frutos en otras tierras, no han logrado aún salir. Es cuestión de tiempo, la villa muestra su potencial, evidente a quien quiera verlo, y hay evidencias que apuntan a un cambio de tendencia, fuerzas locales que de nuevo se mueven y deben ser apoyadas desde la escala regional con un programa territorial específico para una de las más importantes unidades geográficas de Asturias, la marina occidental.
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