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No es el oro todo lo que reluce

La población tinetense, célebre por la recuperación del bateo en el río, clama por una diversificación «auténtica» de lo agrario y por la promoción de sus múltiples valores forestales, turísticos y culturales

Marcos Palicio / Navelgas (Tineo)

El oro no se distingue a simple vista en el río Navelgas. Pero Luis Sanfiz, batea en mano, buscando en cuclillas al borde del agua, puede demostrar que el tesoro está donde siempre. Igual que Navelgas, dirá pronto un vecino, reluciente y donde siempre, pero a veces escondida  de las miradas poco acostumbradas y mucho más inaccesible de lo que debería. En el puente que cruza el cauce, camino del barrio de San Nicolás y de la casona rehabilitada que aloja el Museo del Oro de Asturias, Jesús Pérez ha trazado sin querer ese paralelismo entre lo que esconde este río, dorado ahora sólo por el reflejo del sol del mediodía, y la localidad que atraviesa y que se llama como él. La singularidad del oro ha puesto este pueblo en el mapa, sí, pero todavía se le ve poco desde fuera, protestará Pérez, propietario de un restaurante en el pueblo y gestor del Museo del Bosque en Muñalén, tres kilómetros hacia el Este. Cada vez menos tapada, pero unas veces invisible y otras inaccesible, esta pequeña villa de casas blancas, tejados de pizarra y calificación de urbana en la planificación del Ayuntamiento de Tineo reconoce momentos de flaqueza en los que piensa que «nadie sabe dónde estamos». Todavía no del todo, asegura él, aunque la vitalidad social del pueblo salte a la vista, la búsqueda de oro hecha deporte atraiga curiosos desde hace más de una década y ya vaya pasando a la historia la época en que alguien preguntó en una feria de turismo si la Comarca Vaqueira caía cerca de Baqueira Beret.

Los alumnos del Colegio Público de Navelgas, ilustra Pérez, visitaron «por primera vez este año el Museo del Bosque» y únicamente hace dos cursos que Alba Iglesias, responsable del Museo del Oro, vio por aquí una excursión de niños de ese centro educativo que se ve desde el edificio. «¿Cómo puedes pretender fijar población así?», se pregunta el hostelero. Como casi todas las periferias, ésta del concejo de Tineo se resiente de cierto sentimiento de orfandad por falta de atención de administraciones lejanas y por las demasiadas vueltas que dan las carreteras. La petición de auxilio, sigue Jesús Pérez, reclama promoción, difusión y comunicación para un lugar que se duele de sus caminos de acceso y que turísticamente «no tiene nada que envidiar a ningún otro para una estancia de tres o cuatro días con actividades diferentes sin moverse de aquí». Este entorno rural del Suroccidente feraz deja cazar, pescar, aprender a buscar las pepitas de oro que arrastra el río y caminar. Y además organiza campeonatos de bateo, festival de folk, treinta días de los pueblos de Asturias para tender los lazos que desatan las malas carreteras y una singular celebración colectiva y nocturna de la tradición rural que se llama Festival del Esfoyón y del Amagosto. Pero sería mejor si todavía se le viera más, reinciden los vecinos, estaría más viva si además de turistas encontrase alguna fórmula de diversificación de lo agrario y contuviese así la porción de la hemorragia demográfica del campo asturiano que se siente aquí, en ésta que lo es, o que así se presenta, «capital de servicios de la comarca del Cuarto de los Valles». Navelgas, cabecera de ese cuadrante noroccidental del municipio de Tineo, dice eso de sí misma desde un panel explicativo que informa al visitante en la plaza del Padre Celestino, junto al río y delante de una escultura en madera de «Pinchín», el erizo diseñado por el artista local Manuel García Linares para ser mascota del Campeonato del Mundo de bateo de oro cuando lo organizó Navelgas en 2008. También dice aquel mensaje para turistas que esta población, 333 habitantes y menos de un diez por ciento de pérdida en la comparación con el año 2000, «es oro». Oro, aclara, «no sólo por la tradición del bateo o por la existencia de antiguas minas de origen romano, sino por el trabajo constante de sus habitantes en la realización de actividades culturales y deportivas, que hacen de Navelgas un pueblo vivo».

Este patrimonio colectivo y esa vitalidad comunal, construidos contra la corriente de un campo declinante, se destacan expresamente en el fallo del jurado que puso aquí el «Pueblo ejemplar» de Asturias en 2003. Ambos siguen vivos en 2011, pero al menos tanto como la certeza que confirma que Navelgas no va a poder resistir sola. La voz del vecindario pide atención y políticas de apoyo, más servicios menos centralizados que faciliten la decisión de quedarse a vivir aquí y «una auténtica reconversión» de lo que siempre fue sólo agrícola y ganadero hacia otras alternativas de empleo diferentes a las que dan unas pocas casas de aldea. Pedro Queipo, presidente de la Asociación de Bateadores de Oro «Barciaecus», empieza el retrato por la confirmación de que «ya no queda nadie con ganado en el pueblo». A la pregunta por las salidas hay una respuesta inmediata: «el sector forestal». La elección sale simultáneamente de la cooperativa forestal que dirige aquí Gonzalo Ron y del aserradero de Raúl Menéndez, 25 y 18 empleos, respectivamente, y trata de encontrar el mejor modo de exprimir lo que siempre ha estado aquí. El bosque. He ahí, señala Menéndez, el nicho de ocupación «que está manteniendo la población en esta zona» de un concejo que en conjunto tiene ya «tanta gente en el sector forestal como en el minero». Y ya que el descenso de la rentabilidad de las explotaciones ganaderas se conjuró aquí con el descrédito del trabajo duro en el campo, el bosque tiene una solución a la pregunta por lo que cabe hacer para seguir viviendo, más o menos, de lo de siempre. Con condiciones. La cooperativa Esvaco ha celebrado 25 años de dedicación a la silvicultura y la conservación de montes y caminos desde Navelgas y Ron reclama «una política agraria realmente sostenible que tenga en cuenta a los habitantes del medio rural». A Menéndez, que lleva el nombre de la localidad en el de su empresa de maderas, le pesa también cierta falta de iniciativa personal y colectiva para seguir rentabilizando el agro. «Si no hay políticas», afirma, «es también por culpa de la gente. ¿Por qué a nadie se le ha ocurrido aquí transformar parte de su leche en queso? ¿Por qué siempre hemos sido un concejo rico en cárnico y traemos los cerdos de fuera?». «Ésta es una zona muy buena para la fruta», le acompaña Jesús Pérez, «y nadie ha plantado un cerezo desde hace cuarenta años. Todo ha estado centralizado en las vacas, cuando el entorno rural da para mucho más»: arándanos, manzanas, una cooperativa de elaboradores de miel como la que dirige Queipo y todo lo que sepa inventar la imaginación.

El caso es que un vistazo a los motores de Navelgas y un paseo desde la zona más urbana del entorno del río hasta la ruralidad castiza de Navelgas de Arriba descubre un muestrario a escala de economía rural tradicional en convivencia con una oferta mínima de servicios básicos, con la industria forestal y los más de treinta empleos que proporcionan aquí las chacineras. El pueblo tiene pues propulsores auxiliares, al menos más que otros lugares de este tamaño, y percibe un principio de diversificación económica que enseña el camino del futuro.

Y si la población resiste mejor en Navelgas, nada que ver con la profunda depresión de las cifras totales de su concejo, es «gracias a la ganancia de inmigrantes». Raúl Menéndez responde de un cálculo aproximado que otorga al pueblo «un veinte por ciento» de habitantes foráneos importados y el análisis posterior confirma que vienen al calor del trabajo, «porque aún hay, sobre todo algunos pocos cualificados y bastante duros, de los que no quiere la gente de aquí». Jesús Pérez enseña las pruebas en las manos de Gonzalo Ron, que da trabajo en su empresa a al menos dos marroquíes, un moldavo y un rumano. A pesar de ellos, el diagnóstico sobre la pérdida demográfica y el envejecimiento «no es diferente aquí que en cualquier otra zona rural de España», enlaza Pérez, con la única salvedad de que el gran empujón despoblador comenzó aquí con algún retraso, «a partir de mediados de los noventa», y que la solución urbanística, «lamentable» en la voz de algún vecino, ha ayudado poco. El Navelgas bajo es zona urbana, destaca Raúl Menéndez, y «no hay terreno para hacer viviendas unifamiliares. Puede que sean cinco las parejas que quieren hacerse una casa y no pueden». Sea como fuere, la advertencia demográfica dice que la comarca del Cuarto de los Valles, 3.000 habitantes hace unos años, «no debe de llegar ahora a 1.500», tercia Pedro Queipo, y el Colegio Público Príncipe Felipe ilustra el panorama con sus propias cifras: 81 alumnos de entre tres y quince años y sólo un curso, primero de la ESO, con más de diez en la misma clase.

Las viejas carreteras retorcidas del pueblo que quiso conservarse antiguo

Pero menos es más en Navelgas. La localidad ha desarrollado en los últimos años cierta experiencia en hacer valer lo que este punto del noroccidente tinetense ha tenido siempre por naturaleza. Basta como prueba un vistazo a Navelgas de Arriba, el barrio original y genuino de las alturas del pueblo, que enseña entre sus cuestas un lavadero y una vieja casona con horno y llar y una grade, una semadora y restos de esfoyaza debajo de una panera. Aquí, en el barrio alto que domina la iglesia de San Juan, hace quince años que una noche «mágica» de otoño se abren las puertas de las casas, se muestran oficios tradicionales y se regalan castañas, sidra dulce y pan con manteca y miel para celebrar el Festival del Esfoyón y el Amagosto. Pero el Navelgas tradicional no sólo se abre paso aquí, también entre los bares y los bancos y el comercio de la vega inferior y más urbana de la villa. Aquí abajo, junto al río que da nombre a la localidad, Covi Alonso y José Manuel Gallo reciben tras la puerta de su casa en un bar-tienda en desuso, pero conservado por voluntad propia como siempre, con la balanza, la estantería y hasta botellas intactas, «casi igual que estaba» cuando el establecimiento todavía se abría al público y tras la barra atendían los fundadores, José y Pepa.

Visible desde su puerta, la casona rehabilitada que aloja el Museo del Oro de Asturias  lleva cuatro años y medio enseñando la tradición más exportable y singular de este pueblo. La instalación ha superado siempre las 5.000 visitas anuales desde su fundación en julio de 2006 y suma en total 26.708, aunque también hay quien piensa que la apuesta se ha quedado corta. El artista Manolo Linares, uno de los «padres» de la rentabilidad turística que saca Navelgas del bateo y la búsqueda del oro, retrocede hasta su propuesta de ampliar la oferta de la casona y la finca con panera que la rodea añadiéndole la recreación de «un poblado celta interactivo». Era un paso más allá en el propósito de Navelgas de fundirse con sus tradiciones y planteaba una inmersión en el pasado participativa y sugerente para públicos de todas las edades. De aquello, finalmente y por desgracia, lamenta Linares, nunca más se ha sabido nada.

Se diría, no obstante, que Navelgas se ha preocupado por conservar su pasado razonablemente bien y que su encanto es reclamo turístico, pero también que ese anclaje con el ayer para dejar las cosas como estaban obliga a recelar cuando la preservación de lo antiguo se refiere las carreteras que van a dar a la villa. Hay quien afirma que las comunicaciones defectuosas configuran «el problema principal» de la localidad, hacia un lado por la parálisis de la obra de la autovía Oviedo-La Espina; hacia el otro por el rastro inexistente del Corredor del Esva, la vía que debe conectar Navelgas con la Autovía del Cantábrico en Cadavedo a través del valle de Paredes y que sigue perdiéndose entre revueltas y firmes deteriorados. Las salidas que hay ahora, hacia Luarca subiendo a Aristébano y en dirección a Tineo por Forcayao y Obona, no contentan. «No quisieron arreglar mejor la carretera de Luarca», rememora Jesús Pérez, «porque se suponía que iban a hacer el Corredor del Esva y ahora no tenemos ni una ni otra». «El director general de Carreteras tendría que montar en uno de mis camiones y llegar de aquí a Luarca», propone Menéndez. «Así se convencería» de que los kilómetros no dicen la verdad sobre los tiempos de desplazamiento y la carretera se ve aquí como obstáculo universal: para el desarrollo industrial y turístico, para el esfuerzo diversificador de la economía rural y para aquella tarea esencial de enseñar dónde está Navelgas y promocionar sus valores como destino de turismo tranquilo de naturaleza y cultura.

El Mirador

Propuestas para mejorar el futuro

_ Las carreteras

Sin autovía entre Cornellana y La Espina ni conexión bien conservada hacia la costa por la orilla del Esva, Navelgas piensa que no va a poder exprimir su desarrollo. La población tinetense ha hecho bandera de la reclamación de unas carreteras que, aunque mejoradas respecto a su aspecto de hace algunos años, hacen falta como parte de la «salvación» de la localidad.

_ Una residencia

Dada la estructura de la población, hay una residencia de ancianos en el principio de algunas reivindicaciones. Ángela López, componente de la asociación de mujeres de Navelgas, enfoca la mirada hacia el reciclaje del sobrio edificio, donado por el emigrante en Cuba Ignacio González, que fue colegio y escuela hogar y que ahora resiste sin uso en la avenida de Candás, junto al río. Otras voces, como la de Jesús Pérez, no dudan sobre la necesidad del equipamiento, pero sí sobre «si sería mejor hacer un nuevo inmueble o adecuar ése» y el alcalde de Tineo, Marcelino Marcos, zanja el debate oponiendo la existencia de una instalación de este tipo en la capital del concejo y en fase de ampliación. Como quiera que «hay municipios que no tienen ninguna, hacer otra en Navelgas me parecería hasta egoísta», afirma.

_ «La luarquesa»

La mina de oro «La luarquesa», en la entrada norte de Navelgas, tuvo un proyecto para enseñarse y hacerse visitable que se quedó en el acondicionamiento del entorno, con bolera y área recreativa. «Quedó a medias», asume el regidor, «porque no fue posible encontrar la galería principal de la explotación».

_ El ferial

Lo que sí está en marcha es el propósito de recuperar el recinto ferial, sigue Marcos, «sin que pierda el fin para el que se creó en su momento» y con una inversión de más de 100.000 euros.

_ El urbanismo

El modelo elegido para la expansión de la cabecera del Cuarto de los Valles pone en entredicho la consideración de urbana que da la normativa municipal a la zona baja de Navelgas. En el vecindario protestan por las dificultades para la vivienda unifamiliar. «¿Qué problema hay con que se haga una casa en Navelgas?», pregunta Raúl Menéndez.

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