El color del cristal con que se mira
Capital del único concejo del Occidente que ha ganado población en el último siglo, Navia crece por su vigor industrial mientras intenta alentar un cambio de punto de vista que estimule su percepción como destino turístico
Todavía cuesta cruzar la avenida de los Emigrantes. Lo que fue carretera nacional es ahora calle de titularidad municipal y están prohibidos aquellos camiones que formaron parte del paisaje, pero Navia se mueve. Acelera enfrente del parque Ramón de Campoamor y a la vista del poeta naviego, sentado plácidamente encima de su pedestal con el brazo derecho apoyado en el respaldo del banco. La Autovía del Cantábrico ha ahuyentado el tráfico, el de peso y el de paso, y esta travesía ya no bloquea la villa desde que la ría se salva por el viaducto atirantado que se ve a lo lejos, aguas arriba, entre la niebla artificial de las chimeneas de la fábrica de papel. Y aun así, o tal vez por eso, Navia vive. Vive ahora de otra manera, y Campoamor tiene una prueba delante, porque hoy la vieja carretera está levantada, en obras, para ensanchar las aceras y ganar para el peatón parte de la vieja N-634. Dos operarios paran alternativamente a los vehículos que circulan en un sentido y otro y los retienen poco tiempo, pero eso basta para formar atascos pequeños. Levísimas retenciones ilustrativas del peso nuevo de la capital naviega, ya sin tráfico intenso ni paradas intermitentes pero con casi todo el vigor intacto. Navia es el emblema del único concejo del occidente asturiano que ha ganado población en el último siglo, la isla demográfica en mitad de una comarca declinante. En la villa y su municipio vive hoy menos gente que hace un año, pero al ampliar la perspectiva temporal se confirma que es éste también el único concejo de la región que ha ganado habitantes desde 1900 sin estar en el núcleo central. En esta década la capital ha superado los 4.000 -la empezó con menos de 3.800- y el municipio aguanta con alguno más que en 2000 y siempre por encima de 9.000. Caso único y singularísimo en el contorno occidental, porque el incremento concejil desde el principio de los noventa, aunque leve, solamente encuentra en esta Asturias de la depresión demográfica analogías en seis ayuntamientos del área central y cuatro del Oriente.
El ingrediente de la fórmula ganadora no se esconde, hace señales de humo desde un rato antes de entrar en Navia. La respuesta está en Armental, en la planta junto a la ría donde Ence lleva 37 años fabricando pasta de celulosa, pero no es sólo la papelera. «Es la industria». El diagnóstico apresurado del hostelero Pepe Santiago se acomoda mejor cuando el Alcalde, el socialista Ignacio García Palacios, saca la calculadora y suma «no menos de 1.400 puestos de trabajo en el sector industrial del concejo contando solamente los directos de Ence -lo que mueve en total supera los 2.000- y los que garantizan la planta de Reny Picot en Anleo, los astilleros Armón en el puerto y los sistemas de Carpintería Benito». «Todas tienen en común que trabajan para el extranjero» y hacen crecer y multiplicarse en torno a sí un sector servicios de pujanza perceptible a cada paso por la nueva villa peatonal. En la cabecera urbana de la comarca del Navia-Porcía hay, además, 548 matrículas de camiones, apostilla Palacios, y comercio y servicios, y un hospital que está en Coaña pero que revierte en Navia, por proximidad, parte de los coletazos de la actividad intensa que genera. El resultado de la suma ha ganado para la villa una nueva centralidad en el Occidente y también, sí, el reverso tenebroso del progreso fabril. Navia todavía huele a eso que expulsa la papelera, que no es fácil de definir con precisión y que ha hecho fortuna comparado con el repollo. Hay quien sostiene que ya huele menos, pero sigue sin oler a mar, y lo que es peor, todavía se percibe como destino turístico menos de lo que querría Cristina Navia, que además de llevar la villa en el apellido regenta un hotel a la entrada de la población y preside la federación comarcal de hostelería y turismo. He ahí, la acompaña el coro del vecindario, una «asignatura pendiente» que impide que se cierre el círculo del progreso en esta villa de sobresaliente en prosperidad industrial.
En este estuario urbano donde el río Navia da al mar y se hace ría urge la articulación de un cambio de perspectiva, escuchar al naviego Campoamor y considerando aquella certeza suya de que «todo es según el color del cristal con que se mira» alentar una mirada diferente sobre esta Navia fabril. Para ello, el primer paso imprescindible es casi un gran salto y pide que la villa deje de vivir de espaldas a su ría. Urge, al decir del vecindario, limpiarla, sacarle partido y al mismo tiempo hacer lo posible para que se vea definitivamente aquí un destino turístico agradable y una villa cómoda y compatible con su exhibición imponente de músculo industrial. Para empezar a hablar, concretando, se trata de que la villa deje de verter sus inmundicias en este cauce maltratado al que aún le falta una depuradora. La infraestructura que debe completar el saneamiento de Navia está, apunta el Alcalde, «licitada y adjudicada» para que se vaya a Foxos, en el lado de la ría que ya es Coaña, pero detenida por la resistencia del Ayuntamiento y de los vecinos coañeses en demanda de una ubicación menos lesiva para la población. Y la ría, ajena a la polémica, sigue recibiendo, y Navia, su desarrollo turístico y el tránsito definitivo hacia su metamorfosis urbana continúan «a escape libre», empantanados en su ría sucia.
Acodado en la barandilla del parque Campoamor, al sol del mediodía invernal y a las espaldas del prócer, Amador Rodríguez no tardará en ver diluirse poco a poco una sombra de suciedad alrededor de dos muiles, acaso toda la vida que le queda a la ría. El portavoz de la plataforma Salvemos los Territorios del Bajo Navia (Salternavia) está contemplando el cauce encima de uno de los muchos puntos de vertido por donde la villa evacúa hacia su supuesto tesoro natural. «Se ha hecho toda la canalización para el saneamiento integral, pero falta la depuradora», lamenta Rodríguez, pesaroso a la vista de que las cuestiones medioambientales «van siempre en último lugar» pero persuadido a la vez de que se puede, «el desarrollo empresarial y la conservación del entorno natural pueden convivir de manera equilibrada».
El camino hacia el cambio, de todas formas, ha comenzado ya lentamente en esta localidad sin camiones, más peatonal y «transitable» en la definición que escoge Roberto Blanco desde la directiva de la asociación Amigos de la Ría de Navia, la animadora de los agostos con el Descenso internacional a nado. Pepe Santiago, tapiego de Serantes con décadas de negocios hosteleros en Navia, se acuerda de cuando la villa sólo tenía un hotel y compara y se felicita de poder calcular ahora a ojo aproximadamente medio millar de plazas de alojamiento. Lo que queda por delante, asumen todos, es un proceso de cambio de imagen con el propósito de sustituir la sociedad mental de Navia con el humo de la papelera por la otra imagen más atractiva que, por ejemplo, se ve cuando, siguiendo la ría y pasado El Pardo, se llega al eucaliptal que recibe antes de la playa naviega junto al pequeño humedal de La Poza. Por entre los árboles corre una pareja y pasean varias personas en una estampa idílica que explica por qué es «todo este entorno de la playa un espacio por explotar». Así ve Javier Serantes, presidente de la Asociación de Vecinos «Las Veigas», el alrededor de un arenal que se ve «muy práctico y usable» con la mirada de Cristina Navia. Útil y comercializable, apuntan aquí; provechoso y rentable pese al desnivel y la arena polvorienta.
De vuelta a la villa, remontando el estuario del Navia, el puerto se hace un hueco en la margen naviega de la ría y aúna en un solo plano la imagen doble de lo que acaso quiera ser esta villa. A un lado sigue la actividad fabril de los astilleros, al otro atracan unas 30 pequeñas embarcaciones deportivas.
Desde aquí también se ve el lado opuesto de la ría naviega, donde los dos semicírculos del puente atirantado de la autovía dicen que ya Navia no está donde estaba, que va cediendo la barrera mental de los que casi no sabían situar en el mapa esta villa que no hace tanto tiempo estaba a cuatro horas en autobús de la capital del Principado. Era cuando «de pequeño me llamaban gallego», recuerda Amador Rodríguez, o «se decía "Navia de Luarca"». Y eso aquí dolía. Ya no. El momento del cambio, sigue José Antonio Santiago, se ha puesto a tiro ahora que la autovía facilita desplazamientos, que esto está más cerca a pesar de los obstáculos -el desvío que las inundaciones de junio hizo en El Bao y la parálisis de los tramos de Cudillero y Otur- y que promete poner a prueba el vigor de la oferta comercial y hostelera de Navia. «Las comunicaciones benefician al mejor», dice, y para tratar de serlo hay que dejarse ver y saber vender, asumiendo con Amador Rodríguez una promoción «basada en una oferta real, no tanto de alojamientos como de emplazamiento». Real y global. Roberto Blanco resume la aspiración en una necesidad de «vender comarca» con estrategias más pragmáticas que las que algunos ven en la iniciativa comarcal del Parque Histórico del Navia. Javier Serantes anima a «replantearlo» y Blanco acepta como «muy buena, sobre el papel, esa idea de comercializar la comarca, pero todavía lo veo muy poco práctico. Siempre hay cosas para vender; el caso es saber venderlas».
«Vender comarca» y recuperar un teleférico
Hay un ejemplo que cuesta dinero, dicen aquí, pero no tanto como parece, y al que se le ve un anticipo de réditos «importantísimos». Una «carretera aérea», un teleférico que para enhebrar toda la cuenca del Navia. Pepe Santiago ha retrocedido hasta el proyecto de recuperación del cable que existió en los años cincuenta del siglo pasado y que atravesó toda la ribera del Navia, desde la ría hasta Grandas de Salime, para transportar hasta la obra de la central de Salime los materiales que llegaban por el mar. Acortaba los setenta kilómetros de intrincada carretera hasta dejarlos en 37, tenía parada en los municipios ribereños y aunque dejó de funcionar en 1987 tuvo después un proyecto de recuperación y reconversión para el transporte de personas que duerme en algún cajón desde hace casi dos décadas. El artista naviego Juan Méjica llegó a plasmar la idea en el papel con cabinas para seis personas, propulsión con energía solar, prácticamente el mismo trazado y unos seis millones de euros en la casilla de la inversión. En Navia, al nivel de la calle, hoy se vuelve a escuchar que aquel cable daría vida a éste y a todos esos concejos cercanos que ahora se perciben próximos a la inaccesibilidad. «Ir a Grandas es más que a Oviedo», apunta Pepe Santiago, «y una iniciativa así, que además ya tiene el proyecto hecho, podría ser turísticamente muy fructífera para toda la zona».
Mientras llega, Navia se obliga a conformarse consigo misma, con el anuncio de aquel cambio de imagen que quiere empezar por una transformación de la fisonomía urbana. Ignacio García Palacios enseña la travesía en obras, el nuevo parque Alfonso Iglesias con plátanos y palmeras, nuevas áreas peatonales y una calle abierta para «cerrar el círculo alrededor del casco antiguo» y comunicar la zona alta con la avenida Carlos Peláez, bajo el puente del ferrocarril. Está ya eso y la fibra óptica, pero queda el aparcamiento, eterna asignatura pendiente de esta villa de servicios concebida como punto de llegada de los vecinos de toda la comarca, y apremia la necesidad de un lavado de cara en la fachada de fachadas que da a la ría y que da fe de hasta qué punto ha vivido Navia de espaldas al cauce que la nombra. «Fue un lugar que se utilizó como vertedero», asegura el regidor, y que urge recuperar incluso con el proyecto de un paseo marítimo.
Retorciendo el vistazo al mañana se detecta incluso una vuelta más alrededor de la industria, el sector primordial de este lugar que ve posibilidades nuevas pensando en la clave comarcal más amplia. «El Occidente tiene sólo un futuro y se llama forestal», asegura con rotundidad Palacios, convencido de que el porvenir pide el aprovechamiento de una riqueza que se desperdicia y tiene múltiples dimensiones, de la más tradicional a la caldera de biomasa «más importante de España» que Ence tiene en Navia. «Es eso o el despoblamiento».
El Mirador
_ El saneamiento
Están hechas las arterias principales, pero les falta la depuradora, adjudicada para que se ubique en el lado coañés de la ría y enredada por la oposición que ha generado en Coaña el emplazamiento elegido. La incertidumbre de esa gran asignatura pendiente configura un problema «prioritario» al decir de los naviegos para que no siga siendo la ría el «vertedero» de la villa.
_ La ría revuelta
Urge la limpieza, pero también una configuración urbana que mire a la ría. De ahí el proyecto municipal para mejorar las fachadas que dan al cauce, históricamente las traseras de los edificios de la travesía naviega, e inlcuso la previsión de un paseo marítimo «que daría vida a la ría», apunta el Alcalde.
_ El aparcamiento
El colapso de tráfico no ayuda nada a una población con pretensiones de cabecera urbana de comarca. A tratar de resolver el problema viene la previsión de un estacionamiento para unos 150 vehículos en el centro de la villa y otra con 200 en la zona de El Ribazo, bajo la nueva estación de autobuses aún no inaugurada.
_ La travesía
Del paisaje de Navia, atravesada por la N-634, formaron parte durante mucho tiempo los camiones de la poderosa industria local. Ya no. Ahora que la travesía es calle de titularidad municipal y está prohibido el tráfico pesado, se trata de «cambiar su fisonomía», anuncia Ignacio García Palacios, «con aparcamientos de carga y descarga y aceras más anchas».
_ El ocio
Faltan alternativas de tiempo libre, concreta Javier Serantes, presidente de la asociación vecinal «Las Veigas», pensando en «el proyecto de un centro comercial que finalmente no se autorizó». Existe frente a él la opción de hacer uno con lo que ya hay, «transformar el comercio de Navia en un centro comercial abierto».
_ La carretera
Pensando en grande, en esta villa y en los municipios de la comarca que encabeza, «es una pena que sigamos empantanados» por el retraso de las comunicaciones, afirma el hostelero Pepe Santiago. «La conclusión de los tres tramos de autovía que faltan en el Occidente es importantísima».
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