La carne y el carné
En su cota máxima de población, la capital cárnica de Asturias crece a remolque de su ubicación bien comunicada y reivindica el vigor de su tejido social y asociativo como garantía de preservación de su identidad
Los versos de Pepín Quevedo -«Ai, animalín de Dios / quien te desprecia m'inrita...»- defienden al gochu de la maledicencia. El «animalín» es de bronce y mira hacia arriba sentado sobre los cuartos traseros en un rincón del paseo de Fray Ramón, entre el Ayuntamiento de Noreña y el quiosco de la música, sobre la peana donde las estrofas de Quevedo explican por qué este homenaje popular al cerdo. El monumento y el arranque del poema dan fe de cuánto ha importado siempre la carne de porcino en la Villa Condal. El animal totémico, base alimenticia de las cerca de treinta industrias cárnicas que hoy siguen dando cuerda a Noreña, es aquí esta bestia rentable de la que no se desperdicia nada, a la que habrá quien le encuentre un paralelismo inmediato con esta villa de la que también, vendrá a decir algún vecino, puede aprovecharse todo. La «chicha» de este lugar es su colocación estratégica en todo el centro de Ciudad Astur y la facilidad de sus comunicaciones con los núcleos esenciales de la región; el intangible de la tranquilidad, el valor palpable de alguna vivienda a precios asequibles y, al final, resumiendo, la disponibilidad de «todos los servicios de la gran ciudad con el encanto de un pueblo pequeño». El eslogan, acuñado por Alfonso Pascual García, presidente de la Unión de Comerciantes de Noreña y de la Orden del Sabadiego, contiene el repaso a la combinación de factores que tiene la culpa del estallido que no ha permitido que Noreña dejase de incrementar su población desde los pocos más de 4.200 habitantes del primer año de este siglo a los 5.387 del último dato de 2010, la cota más alta de la historia.
Hay restos evidentes en el paisaje. La evolución ha dejado su rastro en el centro comercial y urbano, en el plano que mezcla lo que fue esta villa con lo que quiere llegar a ser. Lo fabril con lo residencial, los bloques nuevos y los adosados con una vieja curtidora en desuso y varias industrias chacineras a pleno rendimiento. En el barrio de La Mata, por ejemplo, cinco chalés pareados de factura reciente colindan con una casa tradicional asturiana y, unos metros más abajo, también con una fábrica de embutidos de ventanas humeantes. La capital del concejo más pequeño de Asturias -apenas cinco kilómetros cuadrados- es también la del cuarto por densidad de población tras Avilés, Gijón y Oviedo y ha ganado terreno a su antiguo entorno agrario. Ha crecido en altura hasta convertirse en esta villa muy urbana con extenso aledaño residencial y acomoda su caserío compacto a las suaves pendientes que suben desde la vega del río que lleva su nombre. Sólo doce concejos asturianos, y éste es uno de ellos, han incrementado su población en las dos últimas décadas. Únicamente siete municipios, y también Noreña está en la lista, alcanzaron en 2010 su máximo histórico de población. El concejo, geográficamente un «archipiélago» embutido a trozos dentro del territorio de Siero, es por su demografía muy poco más que su villa capital, y su villa capital este enclave en expansión, prototípico de la emergencia de los nudos demográficos del área central asturiana en lo que va de siglo XXI. El alcalde noreñense, el socialista César Movilla, se enorgullece de que haya sido el suyo «uno de los concejos más jóvenes de Asturias» y de que todavía tenga ahora «250 niños menores de 3 años». Su Ayuntamiento, atomizado desde las últimas elecciones en siete grupos políticos con representación municipal, trata de avanzar en el desarrollo de un plan general de ordenación que sustituya a las normas subsidiarias «obsoletas» de 1988 y garantice 1.455 viviendas nuevas, refuerce la función residencial y profundice en la expansión de la villa, particularmente hacia el Norte -la zona de la avenida de Gijón y el entorno de la ermita del Ecce Homo- y el Oeste -La Reguera, la salida hacia La Belga...-. Pese al daño evidente de la crisis del ladrillo, la programación urbanística enfoca por ahí y hasta las inversiones en saneamiento, finaliza Movilla, están programadas para asistir a una población que seguirá creciendo: «El nuevo colector de La Reguera, por ejemplo, está preparado para que viertan a él unas 3.000 personas».
Tal vez haya detrás del fenómeno una clave geográfica y otra económica, regida aquella por la centralidad y ésta por la certeza de que «para una familia los números salen evidentemente mejor en Noreña que en una gran ciudad», pero a José Severino Monte, empresario chacinero y ex presidente de la Asociación de Industrias Cárnicas de Asturias, aún se le antoja largo el recorrido para aprovechar la múltiple potencialidad de esta villa con poco desperdicio. Él responde así de una tesis con cierto eco en la villa, la percepción de que la auténtica gran locomotora de la localidad es el vigor de su tejido social, la certeza de que su progreso podría agrandarse si además las instituciones, con el Ayuntamiento delante, cumpliesen más a menudo su misión de motores auxiliares y generadores de fuerzas vertebradoras y cohesivas. «Hay una falta de confianza del pueblo en sus instituciones», detecta Monte, «y de voluntad de los políticos por hacer cosas» que al final, aquí y ahora, desemboca en la sensación de que Noreña, sentencia Alfonso Pascual, «funciona muy bien, pero gracias al esfuerzo particular de sus asociaciones». Avanza, dice, a empellones de sus cerca de treinta colectivos de distinta índole que echan en falta una fuerza de enlace y, al decir de algunos de sus directivos, más apoyos y atenciones que dinero y subvenciones.
«El Ayuntamiento», remata Miguel Ángel Fuente, cronista oficial del concejo, «tendría que aprovechar el potencial cultural de esas asociaciones, coordinarlas», «aprovecharse de nosotros» en la visión más directa de Hugo Córdoba, componente del colectivo juvenil «Naurenia». Monte sostiene que esa actitud integradora del ímpetu social «fomentaría el comercio, la industria y la hostelería en la villa», que son a su entender las llaves del futuro inmediato, y colaboraría en la recuperación de la confianza que los administrados han perdido aquí en sus instituciones. Si concretan hablarán de un polideportivo «sobresaturado», de un campo de fútbol de hierba sintética que nunca llegó a ser por errores en la tramitación, de una feria cárnica promovida en solitario por la Orden del Sabadiego que duró dos años y expiró y de todo lo que aquí se organiza con «el esfuerzo personal» del Orfeón Condal, de las bandas de gaitas y de música, de la cofradía del Ecce Homo, la asociación cultural «Contigo», los clubes deportivos y las treinta agrupaciones. Tantas que Noreña «funcionaría con ayuntamiento o sin él», afirma María Eugenia Suárez, directiva de «Contigo», un colectivo que por vocación y «por independencia» vive sin subvenciones públicas y tiene doce años, setenta componentes y entre sus activos una bienal de pintura, una conferencia al mes, 3.000 euros de un fondo solidario anual -«este año han sido 4.000»- y tres libros editados sobre Noreña, camino de un cuarto que analizará la vida en el concejo en los años setenta del siglo pasado. Desde 1988, corre paralelo el «movimiento continuo» de la actividad que patrocina la Orden del Sabadiego, en el repaso rápido la fiesta del picadillo de abril, la del gochu, la vigésima cuarta edición de los premios «Villa y condado de Noreña», el mercado tradicional del pasado fin de semana o la Semana del Cocido que empieza la próxima. El Alcalde asume los hechos probados, el entramado social elevado a «una de las palancas fundamentales para el desarrollo del municipio», pero a la vez también cierta dificultad para poner de acuerdo a todos, «cada uno con su autonomía total». No obstante, y aunque la situación política del Ayuntamiento se define en su juicio «complicada», «podría ser una buena herramienta de conexión un Consejo de Desarrollo Local que propusimos en la legislatura pasada y que podría servir para aglutinar a las asociaciones».
En esa potencia del músculo social se apoya algún noreñense para justificar la lejanía del peligro de la ciudad dormitorio impersonal, hecha con habitantes circunstanciales de paso que no la usan más que para dormir. «No es el caso aquí», atestigua Fuente, incapaz de ver en Noreña el riesgo de disolución de la identidad que aqueja a otras localidades con una expansión urbana similar a ésta. «La gente vive su vida en la villa» y hasta algunos que se mudaron desde otros lugares, precisa Luis García Huergo, empresario de conservas cárnicas y presidente del Condal, «son ahora caballeros de la Orden del Sabadiego, directivos del Condal, miembros activos del orfeón o de la banda de música... Habrá pocos municipios de este tamaño que tengan todo eso». En esa identidad preservada está el cimiento indispensable, enlaza, para que Noreña no pierda ni la carne ni el carné, ahí las bases para el porvenir de una villa viva, capital de un concejo en el pelotón de cabeza de la renta disponible en Asturias y remolcado a medias por las dos fuerzas que configuran a un lado el empuje del comercio y el sector servicios y al otro la persistencia de su industria cárnica frente a los embates de la crisis. En la distribución del empleo por sectores, más de la mitad de los casi 2.000 trabajadores registrados por Sadei en 2009 se dedicaban a los servicios. Por detrás, la prevalencia de la manufactura de la carne se reflejaba en un 21,5 por ciento de los empleos totales encuadrados en la industria alimentaria.
Exportaciones y fusiones en la receta de la carne contra la crisis
Aquella «Cenciella» industriosa que rebautizó Ramón Pérez de Ayala es también, aún, la «villa gastronómica y chacinera» que Camilo José Cela retrató en su escrito de agradecimiento tras ser nombrado en 1994 caballero de la Orden del Sabadiego. Noreña es eso todavía, a pesar de todo. El plano urbano, salpicado de factorías de carne, embutidos y derivados, no va a dejar mentir a José Severino Monte cuando define el «peso relevante» del sector cárnico como «un pilar» en Noreña pese a su situación «muy complicada» en la vanguardia de la crisis económica, demasiado expuesto al desplome del consumo por la propia configuración del producto.
El empresario chacinero calibra la importancia del sector en la localidad recontando más de treinta empresas vivas «entre las fábricas y algún mayorista», pero también sus vulnerabilidades ante un mercado en crisis que ya se ha cobrado algunas compañías, afirma. Según el último dato publicado por Sadei, la manufactura agroalimentaria aún daba de comer en 2009 a más de cuatrocientas familias en la capital cárnica de Asturias. Al decir de Severino Monte, mantener ese empleo a flote va a costar si no hay ayudas ahora que la crisis arrecia, que cae el consumo interior y la primera alternativa lógica es el extranjero. «La única manera de conservar los puestos de trabajo es», afirma, «buscar mercados fuera de España. ¿Cómo vamos a conseguirlo -se pregunta- si los presupuestos a la exportación se reducen, si sabemos que no es lo mismo vender en Madrid que en Moscú y las transacciones van lentas porque no encontramos los canales o el apoyo necesarios?» La falta de respuesta inmediata conduce a un resultado en el que «las empresas van aguantando hasta que no pueden más, pero ya las hay que se venden, se liquidan, e incluso algunas que están cerrando».
La situación deja en el aire la sensación de que «el sector cárnico podría ser el revulsivo de esta crisis» en esta villa que además de a sus empresas da sede al matadero central de Asturias, el más grande de la región; a la Escuela de tecnología de la Carne y a la Asociación de Investigación de Industrias Cárnicas del Principado. Ante el fallo del apoyo a la exportación, el sector añade otra alternativa «para coger inercia» y evitar los quebrantos de la crisis: «Fusionar empresas». «Si dejamos de ser fuertes de cara a la distribución, a los clientes, ésa podría ser una solución para reducir costes y estructura, para ser más competitivos y buscar nuevos mercados, siempre sabiendo que para fusionarse va a hacer falta ceder por las dos partes y tener mentalidad».
La emprendedora ha fallado poco en Noreña, esta pequeña villa que se hizo a sí misma sustituyendo paulatinamente la querencia por la fabricación artesanal de calzado por esta inclinación hacia la industria cárnica. El origen es sencillo, físico, relatado en su día por el historiador noreñense Juan Uría Maqua: como en este concejo estrecho no había suficiente tierra de labor, la necesidad hizo virtud y despertó «la vocación artesanal de los vecinos de la villa desde época muy temprana». Desde entonces y ya casi para siempre. Da fe un vistazo al callejero de hoy, por ejemplo a la calle que recuerda la vocación emprendedora de Manuel Rionda, indiano noreñense reconvertido en magnate de la producción de azúcar en Cuba y Estados Unidos, empresario floreciente cuya descendencia ha traído el imperio hasta hoy y es ejemplo remoto, al decir de algún vecino, del espíritu comercial que de algún modo siempre ha estado aquí y debe seguir remolcando la localidad.
En la villa que Rionda abandonó en 1870, el futuro pende hoy del tirón de la fabricación y la venta, su parte de la industria y su sector comercial deben seguir siendo la base al decir de algunos de los que viven aquí el presente desde dentro. El porvenir, avanzará José Severino Monte, continúa prendido de la potencia múltiple que sean capaces de adquirir en la Villa Condal «la industria, la hostelería, el comercio y el turismo». Para conseguirlo, no obstante, ya no basta la voluntad. Hacen falta motores auxiliares, otra vez ayudas externas, de nuevo el empujón municipal. Aparcada la vieja aspiración de un polígono agroalimentario, avanza al ralentí el «desarrollo definitivo del área industrial de La Barreda» que el alcalde noreñense expone entre sus prioridades y que tiene en proyecto «330.000 metros cuadrados fundamentales», al decir de César Movilla, «para el asentamiento de empresas y la creación de puestos de trabajo; esenciales también para sacar a algunas de las factorías cárnicas del casco urbano de Noreña» y evitar al mismo tiempo la huida de empresas del concejo. De momento, el regidor también levanta el dedo inmediatamente cuando oye hablar del proyecto del Gobierno regional de auspiciar un matadero central de Asturias. «Si en algún sitio habría que ubicarlo», afirma, «debería ser en Noreña».
La oportunidad de un turismo distinto
Hay un indicador antes de entrar a Noreña que dirige hacia una fábrica de embutidos fundada, dice el cartel, en 1908. Viene a decir que aquí pesa la carne y desde siempre se come y se hace y se vende todo lo que venga del cerdo. Pero no sólo. Unos metros hacia dentro, otro panel incorpora las direcciones hacia varios hoteles y un centro de recepción de visitantes. También importa la buena preparación de esta villa para un tipo de turismo atemporal, que puede vivir a resguardo de la fuerte estacionalidad del sector en el resto de la región y que tiene, al decir de algún habitante de la villa, recorrido y materia prima para dar de comer en Noreña. Miguel Ángel Fuente, cronista oficial del concejo, se refiere al turismo religioso -«la procesión del Ecce Homo es una de las mayores manifestaciones piadosas de Asturias»- y al gastronómico, otra vez al cerdo, al embutido autóctono -el sabadiego- y a toda la carne que se puede comer en Noreña aunque no estemos, como ahora, en plena Semana del cocido. El turismo importaría aquí, corrige Fuente, si «tuviese la promoción debida», si no cargase también con su cruz. Si no se hubiese reducido la subvención municipal a la Cofradía de Jesús Nazareno de 500 a 150 euros, dando pie a una intensa polémica. O si hubiese más interés por las sinergias entre los sectores fuertes de la villa, apunta Fuente, tal vez con un museo de la artesanía chacinera.
El Alcalde, mientras tanto, acepta la potencialidad de un sector que tiene puestas algunas bases en uno de los municipios de Asturias con más plazas de alojamiento turístico por habitante, 300 para menos de 5.500, cinco hoteles y siendo el más pequeño y el menos poblado la cuarta parte de los establecimientos disponibles en la Comarca del Nora. César Movilla insta aquí a la suma de esfuerzos con Siero y Llanera en pos de objetivos comunes y avanza que «la mancomunidad debe ser una herramienta que nos ayude a impulsar juntos nuestro potencial turístico, nada desdeñable en esta zona con un notable patrimonio cultural y, sobre todo, una ubicación en el centro de la región que debemos aprovechar».
El Mirador
_ El acceso
La centralidad de Noreña y su conexión con todo el centro de Asturias sólo echa en falta la conclusión del acceso a la Autovía Minera a través de la carretera de Ferrera. En la fase final de las obras, el último plazo de apertura indica hacia el primer trimestre del próximo año.
_ El urbanismo
El refuerzo de la vocación residencial de la villa orienta el Plan General de Ordenación Urbana que el equipo de gobierno empezó a debatir esta semana con la variopinta oposición del pleno noreñense. La expansión prevé construir cerca de 1.500 viviendas más, pero hay también quien reclama tanto como la proliferación de las zonas residenciales en el extrarradio «la consolidación del interior del casco viejo, con un plan de apoyo a los constructores y de arbitrio con los propietarios para recuperar las casas derruidas y vacías». «Así cogería un encanto mucho mayor», sentencia el empresario cárnico Severino Monte.
_ El matadero
Noreña se lanza a reclamar para sí el proyecto del Principado de un gran matadero central de Asturias. Si finalmente se hace, debería estar aquí, sostiene César Movilla, en atención a la tradición chacinera del municipio y a la certeza de que «nunca debería diseñarse de espaldas a la industria cárnica de Noreña».
_ El palacio
El de Miraflores, en el límite oriental de la villa de Noreña fue el último retiro del político asturiano Álvaro Flórez Estrada y hoy propiedad del Principado, alberga desde finales de los años treinta un centro de acogida de menores. El inmueble, edificado en el siglo XVI, perdió en su día un proyecto para hacerse hotel con campo de golf de nueve hoyos, ejemplo para algún habitante de la villa del potencial turístico que podría tener la casona sin perjudicar el servicio social que se presta en la actualidad en él.
_ El polígono
Entre las aspiraciones de la villa figura en primer plano la ampliación del área industrial de La Barreda, desarrollada hoy a menos de un veinte por ciento, según el Alcalde, y pendiente de subir la oferta de suelo hasta una superficie útil de 330.000 metros cuadrados. Su tramitación se concibe en paralelo a la del PGOU.
Artículos relacionados
El sanatorio de la nostalgia
José Manuel Fanjul, médico y estudioso de la historia de Noreña, añora la villa familiar de su ...
Tranquila, industriosa, central, imperturbable
Prototipo de villa con calidad residencial e integración metropolitana, Noreña viene de un ...