Nueva es el futuro
Este núcleo llanisco está en inmejorables condiciones para incorporarse a la modernidad sin perder su impronta, pero con todos los servicios accesibles a los ciudadanos
Nueva es pola vieja. Porque antes, en el Medievo, fue puebla nueva. Asociada al origen y gobierno del concejo, como atestigua la antigua torre de los Aguilar o de San Xurde, integrada en el palacio de los condes de la Vega del Sella. Hoy pugna por encontrar un hueco como villa comercial, residencial y turística en la hermosísima marina oriental. Desde su buen asiento en el valle de San Jorge o del Ereba mira, con cierta distancia, al espectacular litoral y a las recoletas calas de Cabomar, Cuevas o San Antón (quizá la playa más bonita de Asturias). Asienta en la rasa una belleza intimista que ya la hizo acreedora al galardón de pueblo más bonito de Asturias hace medio siglo. Título que ha cultivado desde entonces y que nos habla de su sensibilidad para tratar su paisaje de una población preocupada por vivir en el mejor y más bello de los entornos posibles. Como si fueran habitantes de la costa jurásica de Devonshire, que conocen la dulzura del vivir entre prados recortados por acantilados y casonas alicatadas de hiedra. Palacios indianos, plaza del mercado, huertos, arboledas, alcorques floreados, dan imagen del cuidado de los de Nueva para con su pola, algo que se echa de menos en otros lugares (sólo hay que recordar cómo trata Asturias los monumentos prerrománicos y su entorno). Nueva no forma núcleo urbano al uso. Su refinada personalidad la da el cuidado paisaje, su pequeño tamaño, los edificios bajos y la traza irregular que dibuja el dédalo de caminos tradicionales, puentes, barrios y el abrazo del ferrocarril. Es pola con salero, que tiene puente y barrio de Triana, en Llendelrío.
Nueva compartió el estancamiento propio de las villas orientales desde mediados del pasado siglo, por el que pasó lánguidamente, marcada por la emigración, que irradiaba vínculos de nostalgia al territorio, por el mantenimiento de las costumbres y cultura local y por el orgullo del origen, tan propio del llanisco. Porque Nueva es esencia llanisca, concentrada, en los modos y las costumbres, con los bandos y sus jogueras y la sucesión de renombradas fiestas (San Juanón, La Blanca, el Cristo del Amparo...), que viven con intensidad presentes y ausentes, porque la vinculación a la tierra de origen es indeleble seña de nacimiento.
En los últimos años es notable la revitalización de la villa. La autovía permite la conexión con las aglomeraciones urbanas del centro y la atracción residencial se deja sentir en un mayor dinamismo de la construcción y rehabilitación del patrimonio edificado y de la actividad en la villa, con una notable iniciativa local.
Quien visita Nueva nunca queda indiferente a su encanto. Necesita mantener el tono vital, atraer a la población más joven y aprovechar aún más la vinculación sentimental de los no residentes para las iniciativas locales. En los últimos tiempos ha ido creciendo lentamente, hasta superar los 750 habitantes en la parroquia y más de 600 en la villa. Si las villas son escenarios urbanos casi idílicos para la residencia habitual, Nueva tiene entre ellas sitio destacado, especialmente en unos tiempos que permiten desarrollar cada vez más actividades profesionales a través de los medios telemáticos.
Minimalismo, cuidado por el detalle, gusto por la vida tranquila, son rasgos perceptibles para el ojo foráneo. Si Llanes es villa marinera y, a su modo, cosmopolita, y Posada empresarial, Nueva es residencial y comercial. La actividad turística ha ido en aumento, sobre todo en el número de establecimientos hoteleros y en las nuevas residencias temporales o habituales, sin que ello haya alterado su ritmo tranquilo y el predominio de las casonas de indianos que marcan la pauta del paisaje urbano. De Nueva ha salido mucha iniciativa para ultramar, muchas biografías novelescas, mucha inquietud, que en Asturias parece expresarse mejor cuando se rompe con el medio local, pero que es incapaz de dejar a su suerte al país de origen.
La corrección imperante extiende la idea de que sólo unos pocos de los emigrantes lograron tener algún éxito, pero el paisaje urbano de las villas, como Nueva, parece empeñarse en lo contrario, en sumar iniciativas y muchos emprendimientos de envergadura y un impacto en la propia región más que notable. La vinculación asturiana a América y el impacto de las iniciativas de los americanos es enorme. Muchas casas, muchas escuelas, lavaderos, plazas, casonas, iniciativas empresariales, mucha vida y mucha impronta en el paisaje asturiano, hoy inconcebible sin esa huella. Quizá haya que estudiar con más detenimiento el influjo de la emigración asturiana en América, aquella América que creó grandes ciudades como La Habana, México o Buenos Aires, donde los asturianos dejaron huella.
Nueva muestra que el paisaje urbano puede ser muy bello, que la vida se puede desarrollar en un entorno agradable, pacífico y actual. Las villas como Nueva no sufrieron del feísmo y la aglomeración de la ciudad industrial y están en inmejorables condiciones de vincularse a la modernidad como urbes pequeñas y tranquilas, creciendo con sabiduría y estilo, sin perder su impronta, pero con todos los servicios y equipamientos accesibles a sus pobladores. Nueva es el futuro.
Inteligencia territorial para uno de los núcleos de mayor encanto
Nueva se muestra como una de las villas de mayor encanto residencial para aquellos que cultivan el gusto por el detalle, el cuidado del paisaje y la vida tranquila y buena. Esta localidad del concejo de Llanes refleja sensibilidad para apreciar estos valores e inteligencia territorial para añadirles valor con discreción. El ferrocarril, la línea de Feve que cruza Asturias por la costa de Este a Oeste, rodea la villa con lentitud, disfrutando del entorno, saludando a su paso a los vecinos. Se muestra así una estampa de otra época que hoy retoma los caminos de la modernidad y ofrece al ojo unas condiciones de vida envidiables sin tener que renunciar a nada.
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