La bisagra urbana
Punto de conexión del Nalón agrario con el metropolitano, la villa sorprende por su crecimiento, apoyado en la diversificación y la calidad residencial, en medio de una comarca decaída
El Nalón es la espina dorsal de Asturias. Hay muchos nalones. Tras los escobios hemos dejado arriba el más alto. Entre ellos y los que el río forma al cruzar las hiladas calizas que entre Frieres y Tudela Veguín marcan el inicio de la cuenca carbonífera central se muestra otra cara del río. Filamento tendido entre robustos cordales y en cuya vega se ensartan, como cuentas de collar, viviendas, pozos e instalaciones mineras y fabriles, infraestructuras de comunicación y equipamientos. Antes, las cuentas estaban claras. Cada una, un concejo, edificado con la lógica implacable del taller. En el centro, la villa, tan confusa como su entorno. Promiscuidad de usos y disputa por el escaso suelo llano, siempre con la vista puesta en las necesidades de la producción. Ahora las cuentas se han ensartado en un continuo. Los espacios intersticiales entre cada una han desaparecido. Si antes eran escombreras, hoy son espacios de oportunidad, por la reconversión y para la reestructuración, que es el proceso de reconstrucción física del territorio.
Hay que cambiar la perspectiva para ver lo nuevo y ayudarlo a nacer. La resultante, lo que hay hoy, es una ciudad lineal, a la que no vendrá mal aplicar los criterios higienistas y paisajísticos que hicieron nacer el concepto a comienzos del siglo pasado como reacción a las carencias de la ciudad industrial histórica. La Ciudad Lineal del Nalón es el producto de la historia industrial del país y de su reestructuración y tiene en Pola de Laviana el nodo final de tan peculiar aglomeración. Como extremo, Pola de Laviana es bisagra, conexión de dos mundos de diferente «tempo» y de espacio compartido, el agrario de montaña y el minero. Su dilatada historia como pola le dio fuerza para amestarlos, y el producto es una forma de ser: Pola de Laviana. Villa de alta densidad urbana, mantenida desde décadas y que ahora se ha integrado totalmente, pero sin perder su carácter singular, en la Ciudad Lineal del Nalón, palanca antaño poderosa del artefacto industrial instalado en el centro de Asturias y hoy distrito urbano que da identidad a Ciudad Astur y del que espera recibir integración y vitalidad ciudadana.
Las ciudades son un mundo, contienen muchos y están abarcadas por otras. Cada una es original. Si a los asturianos les cuesta ver Ciudad Astur, a los foráneos, más, especialmente cuando aquéllos no se la describen. Y, sin embargo, es muy muy importante que vean brillar en el firmamento europeo nuestra estrella metropolitana. Todos pueden imaginar una gran ciudad de un millón de habitantes, lo que les cuesta más trabajo es verla creciendo digitada, no por aureolas como las otras y, además, de vez en cuando fragmentada por los accidentes geográficos. Es una complicación, un mosaico de diversas densidades y usos. Pero si la ciudad, según Delibes, no son las calles ni las plazas, mucho menos son las vegas y cordales, pero en todos anida el espíritu de la gente, que le da personalidad y carácter. Eso es lo que sobra en Pola de Laviana, villa antigua de calidad, y por ello atrae población de otros núcleos metropolitanos, a la que ofrece bienestar y un mejor incardinamiento de las actividades económicas en un entorno de media y alta montaña, elementos con los que Pola de Laviana construye su papel de bisagra entre varios mundos que dan identidad a Asturias y que en Pola de Laviana se subliman.
Esta tendencia favorable se puede ver limitada en el futuro por la debilidad de las constantes demográficas de la comarca, ya muy afectada por una muy baja natalidad y un envejecimiento que ha alcanzado niveles peligrosos. A pesar de ello, Pola de Laviana sigue contando con ventajas comparativas respecto a sus vecinos comarcales y también en el ámbito metropolitano. Sobremanera, si la región es capaz, en los próximos años, de volver a hacer valer la alta montaña asturiana, cuyo empuje languidece frente al del ámbito costero.
La Pola ha pasado en la primera década del siglo XXI de 8.229 a 8.512 residentes, 9.905 en la parroquia. Cifras que indican una continuidad del crecimiento urbano, sostenido desde el momento cumbre demográfico en las Cuencas, 1960, cuando alcanza los 4.000 habitantes. Después, aunque todos bajan, ella consigue duplicar sus residentes, lo que da idea de la importancia de su función residencial y de su capacidad para atraer población desde su entorno.
La villa, crecida sobre el eje carretero principal del valle, fue ocupando progresivamente las vegas del río, a través de la construcción de sucesivas barriadas de viviendas, en un proceso de configuración de un núcleo de caracteres urbanos que se acerca progresivamente a los 10.000 habitantes y extiende hacia Los Barredos la urbanización lineal de fondo del valle, que va colmatando para fines de ocio los espacios intermedios entre ambos núcleos. Al otro lado del río, las huellas de Coto Musel y el pozo Carrio aportan los hitos de la historia reciente, mientras que el pequeño polígono industrial del Sutu intenta abrir nuevas vías de futuro. Otros núcleos de tradición rural, recrecidos por la actividad minera y la hostelería, prolongan la villa hacia el sur montañoso y mantienen una envidiable vitalidad, como Canzana, Entrialgo, Llorío, Villoria y El Condado.
Pola de Laviana es el nodo que crece con decisión en la Ciudad Lineal del Nalón. Uno de los pocos. A pesar de ser el más alejado del centro metropolitano regional. Precisamente por ello ha sabido sumar a su papel de nodo urbano, surgido de la residencia minera y de la población vinculada a esa actividad, su tradicional función de centro comarcal del alto Nalón. No son ambos pilares muy dinámicos, por lo que sorprende por su capacidad de crecimiento, asentada en una mayor diversificación de actividades y, sobre todo, en un entorno agradable para la residencia, que ha ido acompañada, en las últimas décadas, de una notable mejora de los servicios públicos y privados y de atención a la población residente, que aprovecha un entorno urbano, de pequeño tamaño, muy vinculado a un territorio que mantiene sus tradiciones en un entorno de media y alta montaña de gran atractivo.
Pola del alto Nalón
Pola de Laviana está compuesta de confiada ruralidad, recia xente minera y unas gotas de Nalón que abre caminos. Con ello creció una villa de la división comarcal. Hoy, la capital lavianesa es el eslabón final y más dinámico de la ciudad lineal surgida del ciclo industrial y minero que aportó durante siglo y medio actividad y población al valle del Nalón. La villa sigue creciendo a pesar del reflujo de la minería y de la población comarcal, mantiene la evolución al alza como signo de que en los procesos de redistribución acierta quien apuesta por la mejora del paisaje y los servicios urbanos y la diversidad ciudadana.
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