Salas, de espera

La capital salense aguarda la reanudación de la autovía que la pondrá en el centro de Asturias mientras urge a aprovechar sus múltiples potencialidades pendientes de desarrollo y promoción

Marcos Palicio / Salas (Salas)

Un viaducto con seis pilares, trazado en curva y en pendiente a casi cien metros de altura, dibuja una raya demasiado moderna en la estampa medieval que se observa desde la plaza de la colegiata de Santa María la Mayor de Salas. El gran puente asoma justo por debajo de un arco de piedra blasonado, con la torre del castillo a su derecha y la casa palacio Valdés Salas a la izquierda. El horizonte de Salas tiene el viaducto, pero echa en falta la autovía. La pasarela se ve desde cualquier parte, pero no va a ninguna. Como si sólo quisiera hacer presente la parálisis de la obra de la doble calzada hasta La Espina e ilustrar a la vez el desasosiego de algún vecino sobre una lista larga de oportunidades pendientes de desarrollo en el pavimento urbano mejorado que cubre las dos orillas del río Nonaya. Este sitio acogedor, dicen que bien servido y culturalmente activo, podría sacarse más partido. Hay balas de sobra: en un recorrido rápido Danone y su centenar de empleos, un polígono industrial en perspectiva, aula universitaria y espacio de creación joven, viviendas a mitad de precio para menores de cuarenta, Camino de Santiago y no sólo una autopista parada. La A-63 sigue detenida a las puertas del concejo, pero hay otros puentes sin destino, otros caminos incompletos. A esta villa de servicios, confirmará de inmediato alguna voz en el vecindario, le cuesta decidir lo que va a querer ser de mayor, cómo jugar esas cartas por si algún día se ven coches por encima del viaducto y Salas pone, por fin, los dos pies en el centro de Asturias.

Desde dentro, de momento, el espejo devuelve la imagen de un ambiente urbano «amigable con todos los atractivos» y los brazos tendidos a la vez hacia el núcleo metropolitano de Asturias y su occidente interior. A la hora de intentar que lo sepan los de fuera, eso sí, a veces «no encontramos los cauces divulgativos para que esto coja peso», «nos cuesta difundir los mensajes». Será que el carácter colectivo es poco audaz, o que la baja autoestima se aprecia incluso en las encuestas del instituto de la villa, o cierta impericia para saber agitar la bandera correctamente, pero el caso es que el lamento tiene eco. Salustiano Crespo, arquitecto municipal y secretario de la asociación Salas en el Camino, entona la queja a dúo con Juan Menéndez Arango, presidente de Amigos del Paisaje. «Tal vez la autovía sea el revulsivo, a lo mejor vendrá gente de Oviedo a descubrir algo que tenían al lado y que no conocen», conjetura Carmen de Aspe, cuarta generación de elaboradores de «Carajitos del profesor» en la capital salense.

Este Salas capicúa, un palíndromo que se lee igual por delante que por detrás, también es demográficamente el mismo cuando la primera década del siglo XXI se mira por el principio y por el final. Los 1.586 habitantes de hoy se parecen demasiado a los 1.588 del año 2000, pero al menos se mantienen a resguardo de la decadencia global del concejo, donde el descenso va en el mismo período de casi 7.000 moradores a cerca de 6.000, la mitad de los de 1960. Influye la configuración «polinuclear» de un municipio con varios centros semiurbanos captadores de población rural -Cornellana y La Espina son «subnúcleos» igual que Salas- al menos tanto como la enérgica competencia muy próxima de Grado, Pravia, Oviedo, Avilés... «Salas no es cabecera de un gran territorio», confirma Arango. No le ayuda la sangría demográfica del Occidente, a la cabeza de la de Asturias, ni le es ajena la crisis del mundo agrario, que además de económica se apellida cultural, porque «se ha perdido la vinculación afectiva con el campo». Y la gente se va, y los que se quedan y bajan a vivir a la villa son mayores. Y un día cualquiera de otoño, por la avenida de Galicia, con el tráfico de la N-634 desviado desde que esto no es lugar de paso, a pie tampoco se cruzan tantos como algunos desearían ver en su villa. Salas no puede ser Oviedo, no quiere transformarse en Grado, «tendríamos que tener en la mente con claridad qué queremos ser». Así se resume toda esta incertidumbre en la voz de Isidro Sánchez, que dirige en el Aula Universitaria Valdés Salas la extensión de la Universidad de Oviedo hacia el Occidente y la iniciativa cultural que, instalándose aquí, cobra para la villa la feliz herencia de haber sido la cuna y tener enterrado en su colegiata al fundador de la institución, Fernando de Valdés Salas.

«Sin población no hay servicios y sin servicios no hay población». El alcalde, José Manuel Menéndez, se escabulle del bucle con la certeza de que «la única forma de salvar los pueblos es generar empleo y vivienda en estas cabeceras municipales». De ese doble propósito salen, o saldrán, el polígono industrial de El Quintanal, 62.000 metros cuadrados de suelo ya adquirido y pendiente de desarrollo a la entrada de Salas desde Oviedo, y la segunda fase del plan de vivienda joven, que está a punto de comenzar en Faces: el Ayuntamiento pone el suelo, exime de tasas y permite a los menores de cuarenta años comprar pisos a mitad de precio. En el capítulo del empleo, dicen aquí, la industria agroalimentaria podría tener otro recorrido a la salida de la gran fábrica de Danone si se detectase «un apoyo más decidido al emprendedor». Y esta villa que no se separa de su concejo, capital del municipio que este año llegó a resaltar en las estadísticas del paro como uno de los menos desempleados de España, también debería resistirse a renunciar a una «agricultura digna», sigue Crespo. Aunque cueste, aunque el parque agrario del Narcea, un proyecto sobre las facilidades para recuperar la capacidad productiva de las vegas, tenga que enfrentarse a la corriente muy poderosa del abandono rural.

Pero al final, aquí, todos los caminos van a dar a una autovía inexistente, «importantísima» para dar vida a todos estos proyectos además de imprescindible para «recuperar un tercio de Asturias», afirma el Alcalde. Pero llega hasta el viaducto y se vuelve a desengañar, y enseña un extenso dossier de fotografías sobre la herida que han abierto las obras en este concejo por el que discurre íntegramente la parte que falta por ejecutar. «Me siento bastante solo», lamenta, «nadie prioriza» Oviedo-La Espina, «ni de una tendencia política ni de otra», mientras «todo el esfuerzo reivindicativo se concentra en la Autovía del Cantábrico y la Alta Velocidad».

Salas, lo dicen los mapas, «está suficientemente cerca del centro como para ser centro dentro de poco», confirma Isidro Sánchez. Aun antes de que llegue la autovía, persevera Salustiano Crespo, «estamos en unas distancias-tiempo privilegiadas»: a veinte minutos del eje central, a treinta de Muniellos y a tiro de la costa, «somos un punto de encuentro entre ejes Norte-Sur y Este-Oeste que nos da todas las de ganar desde el punto de vista de las comunicaciones». Al que se quiera quedar ofrecen, dicen, un instituto recién premiado, escuela de 0 a 3 años para 97 niños en ejecución, residencia de la tercera edad, «tranquilidad y un ambiente agradable» sin demasiada presión constructiva o desmanes urbanísticos. Y un espacio «nuevo». Hace poco que Salas ha dejado de dar la espalda a su río, encauzado y libre de sus 38 puntos de vertido de aguas fecales. Un nuevo paseo perimetral y varios puentes mejorados han recuperado un espacio antes descartado alrededor del Nonaya. «Le ha cambiado la cara a la villa», pero la cirugía no estará completa antes de que se adecenten también las fachadas que dan al río.

Eso es lo que hay. La pregunta  inmediata -«¿qué falta?»- va directa al corazón social de la villa. «Estamos un poco encogidos», responderá José Luis Gilsanz, propietario de una joyería. Los muy abundantes estímulos no logran espolear la vivacidad social en esta población a la que le cuesta saber que «en una sociedad moderna es fundamental el impulso de abajo arriba, la iniciativa individual, el asociacionismo de base...». Bien lo sabe Juan Menéndez Arango, conciencia crítica vocacional del concejo al frente de Amigos del Paisaje y valedor de esta idea acerca de las carencias del esfuerzo colectivo y del espíritu dinámico en Salas, sobre el valor que tienen «los ciudadanos opinantes».

La fusión de la piedra añeja con la escultura de vanguardia

La «villa de aires antiguos» que observó hace sesenta años Camilo José Cela, de paso por Salas en su viaje «Del Miño al Bidasoa», mezcla hoy la piedra del siglo XV con el arte de vanguardia. Las cinco ediciones de la bienal «La escultura en norte», con artistas de diferentes países del mundo trabajando el hierro, la madera y la piedra a la vista del transeúnte en las calles de Salas, ha dejado diez obras en el trazado urbano y otras cuatro en escenarios interiores de la localidad. Aquí, contrastando ante la colegiata, el viajero de hoy descubre una canoa de recia madera bajo un libro de mármol de Carrara -«El arca de la cultura», de los italianos Marco Benagli y Davide Orlandi Dormino-, más allá pasa por la «Puerta del occidente» de José Manuel Legazpi... Y ya que aquí cuesta introducir a la gente en un teatro, o hacer que entre en una sala de exposiciones, la asociación Salas en el Camino patrocina este propósito de salir a su encuentro con la escultura de vanguardia a cuestas.

A cubierto y de otro modo, la vitalidad cultural resuena también en las antiguas escuelas de Chamberí, hoy centro cultural Juan Velarde Fuertes, y en la elección de Salas -«puerta del Occidente», decía aquel eslogan turístico- como pórtico de entrada de la Universidad de Oviedo hacia el extremo occidental de Asturias. Al Occidente y a las zonas rurales, precisa Isidro Sánchez, director del Aula Universitaria Valdés Salas, que está a punto de cumplir dos años tratando de ejercer de bisagra, promoviendo actividades culturales que demuestren que la institución académica puede tener al mismo tiempo un pie «en la zona rural y otro en la urbana».

Es eso lo que seguramente, conjeturan aquí, va a querer seguir siendo Salas, un universo urbano a escala abarcable muy vinculado con el territorio rural que lo rodea, un punto de conexión de dos mundos obsesionados con su calidad de vida; un cruce de caminos y lugar de paso de todas las épocas que dos peregrinos atraviesan ahora bajo el arco de medio punto entre la torre y el palacio. El Camino de Santiago, de nuevo la cultura, propone aquí al sector turístico como motor auxiliar de esta villa de servicios. «Nunca va a ser una solución definitiva», define el Alcalde, «pero ese porcentaje que nos pueda aportar será bienvenido». Basta mirar al palacio, transfigurado en hotel, o escuchar a los hosteleros animarse a la vista de que turísticamente ha sido este año, santo jacobeo, especialmente rentable para Salas. Salustiano Crespo dibuja un escenario ideal con el Camino Primitivo a Compostela como «eje estructurante» de una villa servicial que no quiere «que sean el peregrino o el turista los que pongan el condicional al territorio», que procura preservar la esencia de una ruta que sea «eje cultural y no una pista finlandesa». «No quiero el Camino francés, quiero éste», resume Carmen de Aspe. «No puedes pretender que el Camino que pasa por Asturias sea llano o esté completamente limpio, sin agua ni barro».

De postre, queso fresco y «un carajo de ésos»

Salas vivía de otra manera cuando «La casa del profesor» era un restaurante café con tertulias, música y baile y Falín, «El profesor», «apigazaba» en el mostrador porque el día anterior había cerrado el local a las tantas de la madrugada. «Aquello era Montecarlo», recuerda con nostalgia Marichu Llavona en este establecimiento que hoy es confitería especializada en un dulce a base de avellana, clara de huevo y azúcar que se elabora en en el centro de la villa desde hace 92 años. Marichu, sobrina de Falín y nieta del fundador, Pepín, explica que los «carajitos del profesor» no tuvieron nombre hasta que se le quedó el diminutivo de aquél que, de forma fortuita, les dio un salense de Malleza, emigrante retornado desde Cuba: «Dame un carajo de esos». Ella veía mucha más vida a su alrededor entonces, pero se resigna a la Salas más tranquila de hoy, en la que los carajitos salen de las manos de Teresa y Carmen de Aspe, sus hijas y las representantes de la cuarta generación de fabricantes.

Los «carajitos del profesor» han estado ahí casi siempre en el último siglo de la vida muy cambiante de esta villa remolcada en buena medida por la industria, pequeña o grande, de transformación alimentaria. Esta empresa familiar hace mezcla aquí con la gran multinacional del postre, Danone, que ocupa 40.000 metros cuadrados en La Veiga, junto al Nonaya, y da trabajo a 102 personas, «el noventa por ciento de Salas», según el cálculo de Arturo Vázquez, responsable del área técnica de la planta. El desarrollo tecnológico de los procesos de elaboración ha ido haciendo disminuir el número de empleados, pero la crisis, asegura, no ha mermado significativamente la producción, unas 30.000 toneladas anuales de queso fresco comercializado bajo la marca Danonino. La compañía se estableció en 1981 en este sitio donde antes tenía ya un centro de recogida de leche y ahora, a punto de cumplir los treinta años, sigue utilizando como materia prima la leche que se produce en el entorno rural de esta fábrica. De Salas salen ahora todos los «Danonino» para España y Portugal. Que son queso y «no yogur pequeñito», precisa Vázquez para resolver posibles confusiones entre la forma y el contenido del viejo Petit Suisse.

 

El Mirador

Propuestas para mejorar el futuro

_ La autovía

Como todos los kilómetros que le faltan por construir a la A-63 están dentro del concejo de Salas, a la lista de las reivindicaciones colectivas de la villa capital no puede faltar la autovía. No porque tarde, sino porque está parada y su parálisis retrasa la centralidad definitiva de Salas y arrastra las comunicaciones de «una tercera parte de Asturias», denuncia el alcalde, el socialista José Manuel Menéndez.

_ La vivienda

La obsesión por retener a la población asume una oferta con dos pilares, casas y puestos de trabajo. La primera parte pone al frente un plan de vivienda joven que ha puesto en el mercado las primeras -a mitad de precio para menores de cuarenta- y que tiene en fase previa la segunda. Además, se inaugurará en breve la urbanización completa del barrio de La Pumaradina, con una inversión de 600.000 euros en el entorno del polideportivo y la piscina municipales.

_ La industria

Para trabajar, el polígono industrial de El Quintanal da los primeros pasos a la entrada de la villa desde Oviedo. Serán 62.000 metros cuadrados de suelo con calificación de urbanizable industrial que se ejecutarán, según los planes del Ayuntamiento, en el primer semestre del próximo año.

_ La biomasa

En El Quintanal irá, si se cumple el propósito del Alcalde, una de las dos plantas de biomasa que prevén producir energía eléctrica en el concejo. La otra está programada para el polígono de El Zarrín (La Espina) y proponen catorce empleos directos en cada una, además de los que se generen en el monte en la recolección de la materia prima.

_ Las fachadas

La recuperación urbanística y el saneamiento del cauce del Nonaya echan en falta la guinda de la mejora de las fachadas que dan al río. Los recortes financieros, eso sí, han demorado el proyecto municipal de auxilio económico para este fin a los propietarios de los inmuebles.

_ El camino

Con un albergue recién inaugurado, el Camino de Santiago reclama la consideración de «eje estructural» del turismo de paso por la villa salense.

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