El postre es el principio
La villa se rebela contra el envejecimiento y la despoblación tratando de ponerse a tiro de la iniciativa empresarial en la senda abierta por la pequeña industria artesana del arroz con leche
El arroz con leche ha cocido dos horas y media y se ha requemado con soplete y hierro candente. Como en casa. Tarro a tarro, hasta 300.000 al año, y despacio, en silencio, como se diría que se mueve todo en Santa Eulalia de Cabranes. Fuera de la pequeña fábrica de postres artesanos, que se llama como la villa, Santolaya, y es muy sencilla y da para que trabajen cuatro personas, no se oye una mosca en las primeras horas de una tarde calurosa de verano. «Vida tranquila, sí; aburrimiento, también», resume María del Mar Portilla mientras da de comer a «Selva» y «Duende», sus caballos, y pide más gente joven que se arriesgue a buscar la fórmula para quedarse a vivir en esta capital de municipio envejecido, villa con título encaramada a una atalaya que vigila el paisaje ondulante de su concejo. Gente como Vicente Riego y Marisé Nava, que miraron dentro de casa y encontraron la receta del arroz con leche. «La idea ya estaba ahí», cuenta él, pero la bombilla se encendió un San Francisco de hace siete años, en mayo, mientras se agotaban las tarrinas a la venta en el Festival del Arroz con Leche de Santa Eulalia. Ahora la empresa elabora también yogures con frutas y cuajadas, espera una máquina de requemado que aligere el proceso sin quitarle al arroz el sabor de casa y suspira porque «ha pasado el primer corte» en mitad de la crisis antes de empezar a buscar mercado fuera de Asturias.
Sin pretenderlo imitan a los emigrantes cabraniegos, embotellar arroz para llevar y endulzar la nostalgia en Cuba o Santo Domingo, y hoy su apuesta por la tradición repostera eterna del concejo abre un camino, pero hay otros parecidos en la promoción de «iniciativas diversificadoras» que pide el alcalde, Alejandro Vega. Santolaya tiene un polígono industrial en ciernes, un centro de día para mayores en obras y desde septiembre de 2008 está más cerca. La nueva AS-255, Infiesto-Villaviciosa, ha cambiado la media hora del desplazamiento a Infiesto por un trayecto similar para llegar a Gijón. En la entrada de la villa reciben un parque empresarial y una calle empinada, casi un barrio de edificios residenciales de fábrica reciente. Cuenta once viviendas sociales y muy poco a poco va observando que «hay gente dispuesta a vivir aquí», que Santa Eulalia ofrece «una calidad de vida distinta que a lo mejor no apreciamos nosotros desde dentro, pero que sí valora el que viene de la ciudad», afirma José Enrique Fernández Sanfeliz, empresario de turismo rural. Hay una familia de Gerona, otra muy célebre de jubilados ingleses, gente que va y viene a trabajar en Villaviciosa... Los servicios básicos que ofrece la villa tienen cierto tirón para el alrededor rural del concejo y, aunque eso no baste, la base social se regenera con lentitud en este lugar de población declinante que ha cambiado 185 habitantes por 154 en lo que va de siglo pero que tiene algunas razones para obligarse a confiar en el futuro.
Santolaya, morfológicamente, está en una depresión; socialmente, ya no tanto. «El declive demográfico se ha frenado bastante», constata Enrique Corripio, periodista y cronista oficial de Cabranes, «porque desde los 4.000 habitantes de 1940 este concejo venía perdiendo población a un ritmo de aproximadamente mil cada veinte años» y porque todavía se esconde una pequeña incitación a la esperanza detrás de las cifras de población en descenso. «Creía que a estas alturas ya habríamos bajado de los mil habitantes y nos mantenemos por encima» -1.101 en la última cifra de 2009, incluso unos pocos por encima de 2007-. Aquí nunca ha ayudado la proximidad de Infiesto, Nava y Villaviciosa con su atractivo escaparate de vida comercial. Por eso «nunca Cabranes había tenido una villa de servicios» y por eso el esfuerzo que destaca ahora el Alcalde es el de cubrir necesidades básicas en Santa Eulalia y conseguir que esta población a medio camino entre el pueblo y la villa vaya acercándose más a la urbanidad sin extraviar en el trayecto sus profundas esencias rurales. Aquí un polideportivo, allí el parque empresarial y el centro de día y el edificio consistorial transformado en centro polivalente con consultorio, telecentro, casa de cultura, biblioteca...
El magnetismo de la proximidad de los servicios «parece una tontería», afirma Vicente Riego, pero cuando el punto de origen son los modos de relación «tan impersonales» de las grandes ciudades, se agradece el hallazgo de un sitio donde «puedes ser amigo del médico, del de la farmacia...». «Aquí se conservan esos vínculos casi familiares que se han perdido en otros sitios», asiente José Enrique Fernández. Y «las afinidades sociales» y la «filosofía del pueblo» tratan de ganar crédito asociados a esta callada quietud y al pequeño prodigio del entorno rural incrustado en la naturaleza pero a veinte minutos de todo el centro de Asturias. «Toda la vida oí aquí que progresar era comprarse un piso para vivir en Oviedo o en Gijón, pero ahora la perspectiva es otra. Se puede vivir aquí como allí», habla la experiencia de Vicente Riego. Desde su pequeña industria agroalimentaria se atisba un mercado para esta «calidad de vida distinta» que ofrece la villa, pero a la vez un abierto enfrentamiento contra el peligro de la exclusividad residencial que supone forzar esta teoría hasta el extremo y cierta carencia de espacios edificables. Mirando Santa Eulalia desde arriba, igual en una fotografía de 1910 que en su comparación con la imagen actual, cuatro «manchas» verdes son espacios vacíos rodeados de pueblo. Tienen calificación de urbanizable y «propietarios que no se deshacen de ellos», apunta Riego.
Como para vivir hace falta trabajo, la capital cabraniega se esfuerza en la prospección de sustitutos para el declinar de las labores tradicionales del campo, ese futuro entrecerrado que aquí también se manifiesta con crudeza y mantiene únicamente cuatro ganaderías en todo el concejo, alerta Juan Carlos Meana, propietario de una de ellas. Quedan muchas cabezas muy concentradas, «alguna con 160 animales», pero no hay mano de obra ni relevo generacional ni se ve la rentabilidad ni acompaña la orografía, porque «esto no es Sariego», señala el terreno sinuoso que circunda Santolaya. Manzana, no hay tanta ni tan rentable como podría, le ataja José Enrique Fernández observando pumaradas «casi abandonadas» que a pesar de todo siguen produciendo en pequeña escala «toneladas y toneladas de una variedad muy apreciada por los lagareros, porque al parecer por las características del terreno tienen una acidez muy especial».
Con el campo puesto en cuestión, el horizonte invita a invertir la distribución de los oficios que ocupaban a la población de Cabranes hace unos pocos años, con aquel insostenible «55 por ciento dedicado al sector agroganadero», precisa Corripio, que observa el porvenir con cierta confianza en las alternativas «que se vinculen a la expansión del parque empresarial». El polígono, ahí abajo, ha sustituido el campo de fútbol por 14 parcelas, todas vendidas, y avanza como todo, despacio. Sus pasos firmes son tres negocios ya instalados, uno de cerrajería y dos vinculados a la construcción, y la pretensión de completarse con un vivero de empresas.
El reto de ser más villa que pueblo sin dejar las esencias rurales por el camino
El futuro, pensado para el camino contra el viento del envejecimiento y la hemorragia demográfica, tiene asimismo la forma de un prisma negro cubierto de bambú que lentamente ha empezado a crecer debajo del Ayuntamiento y que promete ser, en torno a finales de año, un centro de día con unas veinte plazas para mayores. Al turismo rural, el destino eterno que han abrazado los municipios agrarios de Asturias superpoblados de plazas de alojamiento, aquí le falta recorrido. Es cierto que el perfeccionamiento de las comunicaciones también ha traído hasta el concejo de Cabranes «más de quince» establecimientos desde hace aproximadamente una década, sin contar las cuatro estrellas de la Hostería de Torazo, calcula José Enrique Fernández Sanfeliz. Cierto que su clientela gana «riqueza para todo el concejo», pero también que aquí Santa Eulalia cobra poco más que el beneficio colateral de los visitantes de paso, toda vez que el sector turístico todavía se ha desarrollado «poco» en la capital, que no ofrece «ninguna plaza hotelera».
Puestos a identificar terrenos que quedan por cultivar, en esta semana que ha oficializado la llegada de la fibra óptica a 150 viviendas de la capital cabraniega, quedan todavía muchos bienes inertes, yacimientos de pequeña prosperidad mayoritariamente conectados con los de la naturaleza y la manufactura agroalimentaria artesanal similar a la del arroz con leche. Enrique Corripio concreta señalando la potencialidad turística de una senda que parte del polígono industrial y llega a la vieja mina de antracita de Viñón, pueblo con iglesia prerrománica y museo de la escuela rural; y están las vistas desde el área recreativa de Peñacabrera y «mucho bosque autóctono», corzos y jabalíes para turistas con escopeta y para los que lanzan la caña al río Viacaba recién repoblado de truchas después del saneamiento... Y colmenares para extender la experiencia del «agroturismo» productor artesanal de miel en Niao, los embutidos de Naveda, alguna plantación de fabes, el pan tradicional de Torazo o las telas y jabones artesanales que se fabrican en Villanueva.
He ahí algunos resortes para que valga la pena el desplazamiento hasta este sitio que, como tantos otros, no está de paso hacia ningún otro y que necesita hacerse ver para poder avanzar. Santa Eulalia quiere ser cada vez más villa y menos pueblo, no perder el atractivo rural que inspiró «Villagris» (1924), la novela costumbrista en la que Jesús García Robés llamó a Santolaya «Llamargales», ni terminar de ser la capital de aquel concejo «embargado por la soledad» que hace algunos años retrataba José Antonio Mases, otro ilustre escritor local.
El Mirador
_ Las empresas
No hay alternativa. La cuenta atrás del envejecimiento demográfico fuerza la búsqueda de ideas diversificadoras y el alcalde de Cabranes apoya la esperanza en las catorce parcelas de un parque empresarial hecho para atraer a «pequeños emprendedores» que en algún caso profundicen en los ejemplos que ya se ven en Santa Eulalia y que conectan la economía local con los réditos de la agroalimentación y la artesanía.
_ El turismo
El número de plazas de alojamiento marca un crecimiento del «trescientos por ciento» desde hace unas pocas décadas en el concejo, compara Alejandro Vega, pero al acercar la lupa a la capital se observa un déficit que pide solución.
_ Los mayores
En un concejo envejecido son prioridad obligada. Además del centro de día en obras ha surgido el proyecto de completar la oferta del edificio con plazas residenciales, aunque esta pretensión está pendiente de acordar la financiación con el Principado.
_ La educación
Santa Eulalia perdió en algún instante de los años setenta el tren que podría haber dejado aquí un centro educativo. Ahora sólo queda una escuela infantil y el Ayuntamiento no descarta la posibilidad de plantear «en un futuro» el retorno de este equipamiento importante en la tarea de fijar y atraer población.
_ El acceso
La mejora de la AS-255, Infiesto-Villaviciosa, aproximó Santa Eulalia de Cabranes al centro de la región, pero dejó pendiente la CB-1, la carretera regional que da acceso a la villa desde aquélla. El proyecto está redactado, pero la falta de disponibilidad económica le ha dado el alto. Además, la comunicación por transporte público es «muy deficiente» al decir del Alcalde.
_ Una piscina
Bajo la plaza del Emigrante, Santolaya se hizo un polideportivo cuya cubierta imita al paisaje con su forma ondulada pintada de verde, pero la dotación de equipamientos deportivos para la capital de Cabranes piensa también en una piscina asociada a «una pequeña área de recreo que aporte calidad residencial».
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