En el camino incierto
Desarrollada al amparo de la industria tradicional, la localidad piloñesa necesita un clima favorable que le permita aprovechar su alta accesibilidad y su saber agroindustrial
Sevares es un jalón en el camino oriental, el que comunica la gran urbe astur con Cantabria y el País Vasco, alargado corredor cantábrico que no acaba de convertirse en un verdadero eje de desarrollo, pero que a núcleos como Sevares los convirtió en pequeña pola durante la segunda mitad del siglo XX. Su vinculación a la nacional 634 fue uno de los argumentos de peso para instalarse allí la factoría de Rilsa, que en 1960 era la segunda de mayor capacidad de transformación de leche de las 75 que en ese año funcionaban en el país. Las mayores balizaban esta carretera entre Navia y Arriondas, que propició que Sevares, como Villamayor, creciera al amparo de la industria tradicional (leche, alimentación, madera, transporte...), formando parte de ese rosario de villas, mayores y menores, que acogen una variada gama de iniciativas de transformación de productos primarios en una peculiar forma de vincularse al modelo industrial y que hoy, en tiempos de acelerada transformación y globalización, sienten la incertidumbre derivada de los cambios instantáneos que se llevan por delante los pilares económicos sobre los que durante décadas se asentó la vida local.
Sevares, al este de la capital concejil, es localidad intermedia entre las dos villas mayores, Infiesto y Arriondas, y contigua a la de Villamayor, con la que comparte las fértiles vegas del surco prelitoral, drenado aquí por el Piloña, colector al que desaguan por el sur el Color y el Tendí. Entre los tres se encuadra Sevares, cuyo núcleo histórico, el pueblu, se alza en un ribeyu por encima de la fértil pero peligrosa vega, periódicamente inundada y por ambos motivos utilizada para el cultivo pero no para la vivienda. Eso ocurrió más tarde, cuando la nacional, la industria y la confederación hidrográfica controlaron las avenidas del Piloña y conformaron otra forma de vivir Sevares, a la vera de la carretera.
Sevares es población pequeña, unos quinientos habitantes en una parroquia de menos de mil, estancada en lo demográfico. La industria láctea y las empresas de transporte dieron el carácter industrioso a la localidad, que necesita convertir su tradición y apego al sector en modernos equipamientos para empresas, nuevas áreas empresariales, pues aunque hoy el eje viario es secundario, la accesibilidad de Sevares sigue siendo alta. Y alta también es allí la concentración de saber agroindustrial y de modos industriosos; es decir, una peculiar forma de producir, dentro de una atmósfera local que es compartida en este singular corredor urbano, que funciona como una cuenca de empleo, y que arrancando en Nava llega hasta Arriondas, pero que en Infiesto se manifiesta con tres cuentas muy apretadas: Infiesto, Villamayor y Sevares. Tan juntas en el espacio y en la función que cumplen que, a cierta distancia, parecen una sola.
Claro que para continuar su función agroindustrial este complejo urbano-industrial necesita suelo industrial de nuevo cuño que permita la atracción de actividad y la revitalización del valle del Piloña; pero, sobre todo, necesita ver reconocida su peculiaridad como pequeño distrito industrial, especializado e integrado, compuesto por pequeñas empresas trabadas entre sí y anudadas a otra mayor que deben seguir obteniendo ventajas competitivas de su localización. Desde luego que se ha desplazado el eje viario cantábrico desde el surco prelitoral hacia la costa, pero estos corredores de desarrollo no deben ser considerados hoy como hace medio siglo, pegados a la carretera. Hay que observarlos desde la distancia, como producto de varios factores entrelazados que ensanchan el corredor de paso. A esa observación deben ayudar las políticas territoriales, anticipando escenarios y afrontando las consecuencias de decisiones de gran impacto territorial, como en este caso fue la construcción de la autovía costera, que al sacar del surco prelitoral al colector principal de comunicaciones, sobre el que se había apoyado una buena parte del desarrollo reciente de estas localidades, hace conveniente su refuerzo mediante otras medidas que las ayuden a encontrar su camino en las nuevas circunstancias.
Ésta es otra forma de ver Asturias y su sistema industrial, o mejor, industrioso. Hubo y hay otra industria en Asturias, distinta a la del gran distrito industrial que edificó la urbe metropolitana. Esa otra industria, más o menos vinculada a la anterior, a veces muy poco, tomó asiento en las villas, y no de manera aleatoria, sino formando conjuntos más o menos especializados. Conservas de pescado, industria cárnica o agroalimentaria, manufacturas de la madera y muebles, transportes, construcción naval son ejemplos de estos sistemas productivos locales. Unos han desaparecido, otros se han debilitado, algunos se han transformado y evolucionan hacia otras formas de actividad y bastantes permanecen activos generando un ambiente peculiar en las localidades que los contienen. A veces, su pequeño tamaño no permitió apreciarlos con los instrumentos de observación utilizados, pero todo cuenta y para el territorio local son decisivos. La riqueza de un país es un agregado de todas las iniciativas y su buena salud territorial depende de la ocupación dinámica de todos sus miembros.
Pequeño, pero poderoso
Sevares es localidad caminera en el eje de poblamiento y actividad de Piloña, en el gran surco que sirve de camino entre Oviedo y Santander. Es núcleo pequeño, pero de gran función industrial que arrastra otras relacionadas con la logística y el transporte. Vive la incertidumbre que alcanza a las pequeñas industrias y la marginación del eje interior respecto a la costa, que la coloca ante el reto de encontrar proyectos de futuro y de impulsar nuevas iniciativas que hagan evolucionar el sistema local de empresas que se implantó allí hace décadas y que comparte con Infiesto y Villamayor.
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