Tras una cortina de humo
La central térmica ha coartado el desarrollo residencial de la capital de La Ribera, que pide una mejor estructura para explotar los valores de un concejo rural en un entorno periurbano
Soto es un lugar histórico, con el viejo puente como referencia de los caminos tradicionales. Y es así por su posición estratégica, localizada en el centro de Asturias, a escasa distancia de la capital regional. Topónimo vinculado al arbolado de la ribera del Nalón, que da nombre al concejo y al castañedo del núcleo original de Soto. Referencias forestales en un concejo que ha explorado las posibilidades de esa actividad, como muestra de la búsqueda de diversidad en un territorio con más posibilidades de futuro de las que a primera vista pudiera parecer.
Situada en la confluencia de los ríos hulleros, Nalón y Caudal, y con vegas relativamente amplias, ofreció suelo para la localización de la central térmica que daba salida a buena parte de la producción hullera de ambas cuencas mineras. Al grupo inicial se fueron añadiendo otros nuevos y ahora los quemadores de gas natural. Se llegó, así, a conformar un polo de la producción eléctrica española, que ha venido generando en su entorno, y durante décadas, un doble efecto, de repulsión y atracción. La dimensión de las instalaciones y sus emisiones, que ensuciaron el aire durante largo período de tiempo, la afección sobre las aguas fluviales, a la par que a la ocupación de buena parte del suelo de vega, restringieron la función residencial de la capital de La Ribera y de su entorno durante demasiado tiempo.
El tamaño de los grupos de generación eléctrica oculta y asombra Soto, núcleo de tradición rural y de pequeño comercio, vinculado al puente histórico, a los ferrocarriles del vasco y del norte y a la carretera, antes de Riosa y luego de Mieres. La «nueva» carretera contribuyó a reorganizar el uso del suelo, a la par que se fueron disolviendo las sombras ambientales proyectadas por las actividades industriales y los enclaves de marginalidad surgidos en los peores terrenos. En lugar de conformarse una villa, el poblamiento se fue organizando en unidades diversas, con funciones también distintas. Se creó una suerte de villa desestructurada, con componentes individualizados: una pequeña capital que apenas ha crecido, los chalés de la central térmica, las viviendas sociales, las instalaciones del ferrocarril, las áreas industriales de La Vegalencia, las urbanizaciones modernas de chalés de Soto Rey y El Caleyu, los núcleos rurales del valle del Nalón: Bueño, Palomar…
Una organización del poblamiento compleja que vincula componentes de función diversa, en un concejo que ha mantenido su población en los dos millares de residentes. En lo que va de siglo Soto ha bajado de 416 a 381; 348 residen en Soto Rey, dos menos en Ferreros, 172 en Les Segaes, 170 en El Caleyu, 124 en Bueño, 73 en Teyego y 64 en La Vegalencia. Crecen los que han acogido actuaciones urbanísticas de cierta envergadura o han ajustado su oferta residencial a las demandas actuales de la población metropolitana. Y, en cualquier caso, los que presentan mejores condiciones paisajísticas y ambientales. Es el caso de Soto Rey, Ferreros, El Caleyu, Bueño o Teyego. Decrecen Soto y los pequeños pueblos.
En una localidad que ha mejorado notablemente su accesibilidad, sus equipamientos y servicios públicos, el peso de la imagen industrial no ha permitido el desarrollo residencial que se podría prever y que se hace notar en las viviendas unifamiliares de construcción reciente, que nos advierten de la proximidad de Oviedo. Tras los humos de la térmica aparece un rosario de lugares, que antaño fueron aldeas y hoy son núcleos compuestos por viviendas de alta calidad, propiedad de gentes que se han atrevido a descorrer la cortina de humo para comprobar que estamos ante un variopinto concejo con rincones amenos, sorprendentes por su ruralidad y aún más por acertar a conservarla tan cerca de la capital. Si interpretásemos el mapa como un espacio plano, sólo veríamos, y es verdad, un polo de producción eléctrica muy potente. Sin embargo, el concejo de Ribera de Suso es mucho más, es una bisagra, un concejo mestizo, en Asturias, desde el que se aparece en El Padrún mierense, a través de Sardín; desde el que una acera con farolas comunica con el centro de Oviedo, y en el que una fantástica carretera de parque hace de periférico ciclista de Oviedo, al recorrerlo entre monumentales hoteles como los de Las Caldas y Palacio de La Zorera, que bien podrían servir como bases ciclistas para adentrarse en los Lagos, El Angliru, San Lorenzo o los puertos de la Cordillera, míticos atractores de un público ciclista esparcido por el mundo, que los ve como lugar de peregrinación y prueba obligada al menos una vez en la vida.
Soto y su concejo conforman un polo de actividad y residencia plenamente integrados en el mundo metropolitano, en una ola que los sobrepasa y se extiende por el vecino Morcín, en Argame y Santolaya. Los retos del próximo futuro apuntan a conseguir estructurar mejor los distintos componentes urbanos de La Ribera, un concejo perirubano al que la térmica ayuda a no macizar y al que facilita la prestación de servicios de calidad para los que se han atrevido a descorrer la cortina de vapor que difumina los contornos de un mundo de calidad urbana al lado de la capital. Hay campo para la iniciativa local y para desarrollar empleo y todo tipo de actividades en un marco urbano que conserva en buena medida su paisaje rural.
A las puertas
Vinculada a Oviedo, por su cercanía, a las redes de transporte y, sobre todo, a la producción termoeléctrica, Soto parece encogida ante el peso de lo que tiene al lado; pero la inteligente acción local ha sacado partido de las desventajas y hoy este territorio, marcado antaño negativamente en el plano ambiental, destaca por su accesibilidad, sus equipamientos y servicios públicos, por la iniciativa local y por la capacidad de generar proyectos. Y también, y a pesar de todo, por su entorno rural, en pleno corazón metropolitano. Soto aún no se ha decidido a dar el salto definitivo a la conformación de una villa residencial atractiva, que aúne e integre componentes dispersos. Hay recursos y vías abiertas, sólo queda acertar con los proyectos de futuro, que pasan por la integración progresiva de las actividades más duras en un paisaje rural y de montaña ciertamente atractivo.
Artículos relacionados
En el valle vallado
El matemático Juan Luis Vázquez, criado en La Ribera, evoca la vega limpia y verde previa a la ...
Energías alternativas
La capital de La Ribera, condicionada por medio siglo al lado de una central térmica, busca ...