La ciudad atravesada
La capital histórica de San Martín, que ha perdido en este siglo 700 de sus más de 4.000 habitantes, lamenta la falta de correspondencia entre el daño causado por el cierre de las minas y la contrapartida de los fondos mineros, que «apenas se ha utilizado para crear empleo»
«Los fondos mineros van en flores». La pintada decora una valla de obra metálica, gris, que protege la construcción de una losa que comunicará el barrio de El Serrallo con la zona urbana próxima a la iglesia de Sotrondio, por encima del Nalón. Así de visibles están aquí los inventarios de daños, las cicatrices de la minería, las opiniones sobre la insuficiencia de las contrapartidas. Aquel mensaje de protesta adquirirá todo el aspecto de una petición de auxilio en cuanto asientan los que pasan por delante, tratando de salir de la barriada bordeando el cercado de lo que pronto será una gran pasarela peatonal coronada con estructuras ondulantes de hormigón, torciendo el gesto al reconocer en el eslogan un resumen aceptable de lo que sangra aquí, todavía, la herida abierta de la reconversión minera incompleta. A este lado de la Ciudad Lineal del Nalón, la capital histórica de San Martín del Rey Aurelio todavía tiene la silueta inservible del castillete del pozo San Mamés trazada muy al fondo del paisaje, tal vez demasiado, en realidad desdibujada en el horizonte que se ve desde el recodo del cauce que acomoda a esta villa donde el caserío urbano sortea los obstáculos que le van clavando el río, el antiguo Corredor y la vía estrecha de esto que tampoco es ya el antiguo ferrocarril hullero de Langreo. Ni minas ni mineros, ni pozos ni fondos. A cambio algún asomo de mejora urbana como la losa en progreso -1,3 millones de euros a cargo del Plan de la Minería-, pero, al decir del vecindario, poca contraprestación palpable en puestos de trabajo. Julio Cuello, sotrondín que fue concejal en el Ayuntamiento y forma parte de la Sociedad Cultural y Recreativa El Casino, explicará pronto que el cierre de los pozos «mató» a esta villa y a su concejo «más que a otros», que se han cansado los brazos extendidos de pedir compensaciones ajustadas a la magnitud de la pérdida y que los apósitos no dan para cubrir toda la extensión de la hendidura. «Acusamos el cierre, sobre todo, porque no se aprovecharon bien las prestaciones», asegura. «Los fondos no los empleamos en apenas nada encaminado a crear empleo, que fue para lo que se instituyeron. Empezamos a vivir de las prejubilaciones, no forzamos la máquina como en otros lugares» y ahora que los fondos han encallado, baqueteados por la crisis, el futuro se ve peor.
El eco de la queja adquiere sentido en este corazón del concejo del valle del Nalón que ha perdido más habitantes en este siglo -2.200 en once años, un 10,7 en el paso de 20.500 a 18.286- y 10.000 desde los años sesenta. El lamento se entiende bien en una villa que se ha dejado alguno más de setecientos en el mismo camino, cambiando por los 3.705 actuales los 4.413 que contaba en 2001. Se le han quedado atrás, porcentualmente, más residentes que a las otras dos cabezas de este municipio muy urbano, Blimea y, sobre todo, El Entrego, y Sotrondio no ha empezado ningún enero del siglo XXI con más habitantes que el anterior. Se le ha atascado la reconversión, pero es que no era fácil. Roberto García, que regenta una tienda de fotografía en la travesía urbana de Sotrondio y preside la Asociación de Empresarios y Comerciantes de San Martín (Ecosam), retrocede hasta la situación de partida, con «el 85 por ciento de los empleos del concejo dependientes de las explotaciones mineras, 4.500 en 1995», y algunos motivos para fundamentar la sentencia de que «San Martín ha sido el concejo de España más castigado por la reconversión». Tanto que ya en el punto de partida del ajuste se sabía de sobra que «no habría industria capaz de recoger todo el empleo que se perdió». «Por muchas ayudas que se hubiesen habilitado, habría sido físicamente imposible regenerar toda la mano de obra que había con la industria minera, pero los fondos deberían al menos haber reequilibrado la situación buscando otros sectores».
En Sotrondio, el paisaje humano renqueante de una tarde lluviosa de enero evidencia que faltan en la superficie alternativas para todo lo que ya hace demasiado tiempo que quedó sepultado bajo tierra. En el polígono industrial de La Florida, prácticamente encajado en el casco urbano, hay 32 empresas y alguno más de 250 empleos y «ni el 25 por ciento de los que trabajan son de Sotrondio», asegura Justo José Martínez, que ha visto pasar la mina por la capital y es directivo de la Asociación de Antiguos Alumnos de la Academia Calvo Miguel, una institución cultural que no quiere olvidar el sonoro precedente educativo que tuvo aquí el instituto de la mano del maestro casín que formó a varias generaciones de sotrondinos durante décadas y décadas del siglo pasado, cuando todo esto que ahora se ve vacío era todavía en sentido literal una mina. Con el tiempo, en la antigua escombrera del pozo San Mamés también han crecido dos grandes naves bien visibles desde el paseo San Martín, paralelo al Nalón, en lo alto de la orilla opuesta, donde se hacen cocinas y sistemas de iluminación, pero así tampoco, nada ha bastado hasta ahora para taponar toda la herida. Sotrondio necesitaba muchas manos, muchas más manos. Mejores atenciones e ideas más innovadoras que alguna carretera prescindible y, al decir del vecindario, antes que la «Y» de Bimenes una autovía que desdoble el Corredor del Nalón más allá de Sama; proyectos para «el dinero que queda en el cajón por falta de proyectos» y si la apuesta es la de la ciudad dormitorio, una entrega decidida hacia todo lo que se esconde detrás de eso tan ambiguo que se llama calidad de vida.
Por eso en la situación actual «es difícil que levante cabeza», sentencia Cuello, «porque no se crea empleo y lo poco que se genera no es aquí». Porque el gran centro comercial de la comarca y el Museo de la Minería están en El Entrego, y alguna porción de la población que falta, también. «Aquí el valle está más cerrado, hay menos sitios donde poder edificar», asume Ángeles Montero, portavoz de la sociedad de festejos de la villa, y con todo eso «yo ya me conformaría con que no descendiese más», zanja el ex concejal.
¿Cómo? No hay forma de dar cuerda al revés a los relojes de esta villa que se entregó entera al carbón, pero con las primeras estructuras visibles de la losa de El Serrallo brota un indicio de mejora del espacio urbano, caro y tal vez perfeccionable según algún vecino, pero evidentemente mejor que nada. Sotrondio, dicen aquí, no renuncia a la alternativa industrial, no podría, ni debería esquivar la oportunidad de «saber vender» su «entorno natural, muy rico», apunta Roberto García, ni a explotar el potencial «de los restos arqueológicos del paisaje minero» ni a la pujanza del comercio de proximidad en una villa fabricada precisamente así, tan urbana, tan bien servida, para responder «al intercambio de productos y servicios». No debería olvidar lo que fue, consigna el presidente de los comerciantes del concejo, ni cerrarse a lo que puede llegar a ser, le acompañará algún vecino. Este lugar con aspecto de haber sido casi siempre el centro urbano de una comarca vigorosa casi se resigna a aceptar un futuro como ciudad dormitorio siempre que no sea en exclusiva, que no juegue a cambiar un monocultivo por otro y, sobre todo, que venga con la compañía de un perfeccionamiento urbano que construya un entorno agradable y bien comunicado. Casi nada. Sobre todo, apunta Pilar Rozada, componente de la sociedad de festejos, porque «va a costar crear un entorno agradable donde el Plan de Ordenación Urbana lleva diez años de retraso».
Hay algún ejemplo aislado, unos pocos, como el edificio vecino del río donde por encima de la moderna estructura metálica, roja y gris, asoma la piedra del viejo inmueble y hasta el rótulo de lo que fue: «plaza de abastos». Acoge un centro juvenil y un aula cultural, locales de servicios directos donde unas mujeres hacen yoga. Como ellas, los que corren aunque llueva por el parque de El Florán, en el extremo sureste, donde se abre el valle estrecho que encaja a la villa y remontando el Nalón casi la mezcla con Blimea, sólo casi, tienen alguna respuesta sobre el perfeccionamiento de la calidad de vida y de la naturaleza urbana como base para el futuro de la capital sotrondina. Sobre la vida buena y el ambiente que necesita para crecer. Sobre la sensación de que a lo mejor una porción de futuro se juega en la posibilidad de que tal vez haya que rendirse y «trabajar en el resto de Asturias», confirma Roberto García, «pero haciendo que este entorno sea agradable para vivir, con servicios culturales, sanitarios o educativos de calidad y, sobre todo, que tengamos una comunicación que sea más dinámica con los centros de empleo». En este punto se detiene el discurso, echa un vistazo a la trinchera de vía estrecha que literalmente parte Sotrondio en dos, que obliga a esperar ante las barreras del paso a nivel y a mirar a los lados y concluye que «el que no haya vivido en Santa Inés», al otro lado del corte longitudinal de la villa, «teniendo que cruzar la vía para ir al instituto y al médico, a lo mejor no lo siente tanto: aquí la gran reforma pendiente es la ferroviaria». Aunque para su gusto falten un par de carriles de Sama hacia arriba, «ya se ha mejorado el Corredor del Nalón y se ha limpiado el río, que aún bajaba negro cuando yo tenía diez años, pero seguimos teniendo un ferrocarril que nació para transportar carbón y que hoy crea barreras, que no tiene sentido».
Del tren al trantrán a la quimera del tranvía en la ciudad partida
El Nalón, en efecto, ya está limpio cuando atraviesa Sotrondio bajo el hierro pintado de amarillo del «puente de los Gallegos», el viejo paso del carbón en tren desde la margen izquierda del río, que tampoco tiene mineral ni raíles y ahora es peatonal. El tren siempre ha sido importante en esta villa, hoy por exceso en la desmesura de su paso a través de todo el centro del casco urbano y por defecto de servicio de comunicación con el resto del valle y el centro de Asturias. La alternativa era aquel tren-tranvía que empieza a formar parte de la leyenda del pasado en estas alturas del Nalón donde hay quien no lo habría descartado tan rápido. Es cierto que el proyecto de reforma del trazado no rebajaba la hora larga de viaje que plantea hoy el desplazamiento en tren de Sotrondio a Gijón y Oviedo, verdad que «era muy modificable», pero también, al decir de Roberto García, que dejar que aquel tren se fuese sin más, «sin plantear si era modificable o no», es un error y una oportunidad perdida que pagará necesariamente la calidad urbana en la capital. «No sé si el formato era el tren-tran, pero había un proyecto concreto y no perdono que los políticos no se hayan puesto de acuerdo. Es una obra fundamental para todo el Valle, pero, sobre todo, para Sotrondio, y abandonarlo sin más es un error, porque creo que ya no voy a ver cómo se eliminan las barreras ciudadanas». Ya no va a ser el tren-tran, que «seguramente sería muy guapo», apunta Justo Martínez, pero «lo primero es exigir a Feve que mejore el servicio y tenga las instalaciones en condiciones».
En el mismo centro de Sotrondio, El Casino es un local amplio de dos alturas que fue una gran tienda de moda. Está a un lado de la carretera AS-17, transformada en avenida de la Constitución al ensartar el casco urbano de Sotrondio acompañando al Nalón camino de Blimea y Laviana. El Casino es «sociedad cultural y recreativa», y su presidente, Ramón Galán, asiente cuando se citan ejemplos del vigor social que conserva esta villa como pequeño cimiento para empezar a hablar de futuro. Los antiguos alumnos de la «clase Calvo», la sociedad de festejos, el Club Deportivo San Martín... «Hay un montón de asociaciones que indican que el pueblo está vivo», había dicho Ángeles Montero, llegados al punto en el que a la pregunta de lo que la villa puede hacer por ellos sucede una respuesta con todo lo que ellos pueden hacer por la villa. «Estamos creando pueblo con esto», interviene Roberto García, «hay un movimiento ciudadano importante en el que tendríamos que profundizar, al que en las instituciones deberían escuchar más y dar cauces de participación». En la plaza de Ramón y Cajal, un espacio cuadrado que se abre bajo el nivel de la travesía, además del quiosco de la música, sigue el Ayuntamiento de San Martín del Rey Aurelio. En este concejo plurinuclear, donde Sotrondio es histórica capital y segundo núcleo más poblado, tras El Entrego, con tres cabezas urbanas si a aquéllas se suma Blimea, tiene sentido que García proponga «salir del debate engañoso del ultralocalismo». La ciudad de San Martín, que eso son, administrativamente unidos, Blimea, Sotrondio y El Entrego desde 2007, no ha bajado sus efectos al nivel de la calle, según la opinión de algún vecino -«nada más que quitar a Sotrondio la capital», apunta Julio Cuello-, pero puede servir para ayudar a hacer fuerza dando fe, persevera Ramón Galán, de que «el localismo no va a ninguna parte».
Dijeron que serviría para vender mejor esto como algo semejante a un destino turístico, pero también en esa dirección queda camino. Héctor y Gonzalo Granda, propietarios, entre otros establecimientos hosteleros, del único hotel de Sotrondio y del concejo, observan en su soledad un indicio del camino que le queda por delante a su sector y buscan otra prueba en un edificio de fachada ocre y ventanas con ribetes verdes, vecino del Instituto de San Martín, del campo de fútbol y del parque ancho bordeado de plátanos desnudos. Es el albergue, está terminado y cerrado donde termina Sotrondio y casi sin separación comienza Blimea. El turismo aguanta como puede, pero sería muy importante, como dice Héctor Granda, «potenciar lo que tenemos casi a un coste cero. Es sólo arreglar y mantener, pero hay que enfocarlo de una manera acertada. Deberían incentivar a empresas que quisieran, por ejemplo, ocupar el tiempo libre de los visitantes, porque no hay ninguna. Más que el Museo de la Minería y el parque de Redes no sé qué decir a los turistas que me preguntan».
Vuelve a ser defender lo propio, el resquemor y el rumor agudo del mantra que no se deja de escuchar en Sotrondio. En la voz de Roberto García, «somos el municipio más afectado por la reconversión y con los fondos mineros se hizo la autovía Oviedo-Grado, se reparó el barrio de Ventanielles... No quiero quitar nada a nadie, pero sí pedir lo que nos corresponde como concejo más perjudicado».
Reciclarse y vivir, el ejemplo del biodiésel de Sotrondio
En el polígono industrial de La Florida, que acaba donde empieza Sotrondio, y viceversa, el combustible limpio sale del aceite sucio. Bionorte, la única planta de biodiésel que funciona en Asturias y una de la decena escasa que está en servicio en España, recicla el aceite usado, transformando en materia útil lo que ya no sirve y haciendo a pequeña escala justo lo que Sotrondio pretende a la suya. Limpiar, reutilizar, aprovechar hasta el último de los recursos con ideas novedosas. La fábrica llegó en junio de 2005 a la margen derecha del Nalón, a un paso del barrio de El Serrallo, en el acceso a la villa por el noroeste, y hoy aguanta con 14 trabajadores y 5.000 toneladas de producto en 2011, buena parte de él, para la exportación. Está aquí por las posibilidades que dieron las ayudas a la inversión en las comarcas mineras y «en condiciones de abastecer» desde La Florida «toda la demanda de la región».
El suelo resbaladizo en el laboratorio de Bionorte puede servir como metáfora aceptable del terreno en el que se mueven ellos y todo el sector de los biocombustibles en España. Es el escenario inestable de las energías renovables, sometido a los vaivenes de la regulación, a las presiones de las grandes petroleras y a las peculiaridades de un sector «muy condicionado por los gobiernos de turno» y no tan protegido en España como en el resto de Europa. Así lamenta Alfonso Mielgo, gerente e impulsor de la empresa, la escasa presteza en la trasposición de la normativa europea para la promoción fiscal del biocarburante.
Bionorte, sin embargo, sigue, a pesar de todo, aquí, en Sotrondio, reinventando ahora el proyecto a través de una planta piloto que reutiliza los residuos del aceite usado y restos de comida para producir biogás, perfeccionándose con otro plan que aprovecha un aceite que producen las algas como materia prima del biocombustible «del futuro». Continúan en La Florida, superando poco a poco aquella etapa en la que se vieron obligados a «difundir un producto que no conocía nadie» y que les hace competir con la gran industria petrolera. «Somos unos héroes por seguir vivos», concluye Mielgo.
El Mirador
_ La losa
El cuarto puente sobre el Nalón en el trazado urbano de Sotrondio será una pasarela peatonal en construcción, con cargo a los fondos mineros, para comunicar el barrio de El Serrallo con el centro de la villa, en el entorno de la iglesia. Hay quien no se opone a ninguna mejora del espacio urbano ni a la estimulación de su entrega a los caminantes, pero objeta el carácter exclusivo para peatones cuando impide «que se pueda utilizar para el tráfico rodado incluso si un día hay una emergencia, porque tiene escalones», apunta Justo Martínez. «Para eso tal vez no haría falta gastar ese dineral ahí».
_ La autovía
O más bien la que no hay y se echa en falta en el Corredor del Nalón al pasar por San Martín del Rey Aurelio. Julio Cuello habría desdoblado hace tiempo hasta Laviana esa carretera convencional que ahora sólo tiene doble calzada hasta Sama y que al decir del vecindario configura, con su línea continua en buena parte del trayecto en el concejo, uno de los obstáculos en la tarea pendiente de mejorar la calidad urbana en Sotrondio y justificar la opción por la «ciudad dormitorio».
_ El teatro
El viejo edificio del teatro Virginia tenía al menos un plan como destino del traslado del nuevo centro de salud de Sotrondio, respetando su fachada protegida. El caso es que los recortes presupuestarios de la crisis se han llevado por delante, de momento, otro de los proyectos de mejora de servicios que, según la opinión de algunos vecinos, la localidad está pidiendo a gritos.
_ El albergue
Hay alguna oportunidad en el uso del escaparate turístico, vienen a decir los que llevan algunos años en el sector hostelero de la villa, pero más de un obstáculo a su lado. Los hosteleros Héctor y Gonzalo Granda señalan hacia el edificio del albergue de San Martín, terminado y cerrado, y alguno de sus vecinos, a la existencia de «mucho dinero sin gastar en el cajón de los fondos mineros», una parte apreciable de esos fondos con el destino prefijado para proyectos turísticos. Sin llegar hasta ahí, los hermanos Granda indican hacia «la potenciación de lo que tenemos casi a coste cero» o la necesidad de «incentivar a empresas de ocupación del tiempo libre, porque no hay ninguna».
_ El localismo
Deshacerse de la histórica pugna entre localidades se aparece esencial en este concejo con tres cabezas urbanas que precisa, dicen, muchos empujones en la misma dirección. Roberto García propone aquí el ejemplo de su asociación de comerciantes, de alcance municipal: «Estamos haciendo pueblo con eso».
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