Para que el frío no tape Tapia
La autoproclamada «capital turística del Occidente» acusa el parón de la construcción, apuntala su prestigio como destino de vacaciones y busca motores auxiliares que limiten el monocultivo y la estacionalidad del sector
Al pasar por la plaza del Mar, caminando hacia el muelle de Tapia por delante del Monumento al Marinero, Pedro González llegó a acostumbrarse a esquivar jóvenes en actitud festiva como penitencia previa para salir a pescar de madrugada. Ésta ya no es la ensenada de los 45 pesqueros y las fábricas de salazón que el patrón mayor de la cofradía tapiega conoció aquí mismo hace más de cuatro décadas. En la explanada del puerto, González cuenta hoy más bares de copas, nueve, que barcos de pesca, ocho, y encuentra así una imagen sintética para ilustrar el viraje de esta villa marinera donde los turistas han ganado terreno a los pescadores, los veranos bulliciosos desentonan con los inviernos aletargados y el puerto es todavía, aunque ahora de otra manera, lo que dice de él un panel informativo junto al Ayuntamiento: «El centro económico y social de la villa». Mirado con perspectiva, este pueblo es lo que ha hecho con él el turismo, y gracias, aunque el momento sea difícil y cada vez haya menos grúas interrumpiendo su silueta.
Al invierno en Tapia de Casariego, van a decir los vecinos, le duele el escaparate de una inmobiliaria todavía lleno de ofertas, pero sin la clientela ni la oferta de hace algunos años. La parálisis de la construcción es en su versión tapiega la ralentización de ese motor auxiliar que, funcionando a pleno rendimiento, remolcaba todo esto cuando los inviernos congelaban el turismo. Ya no. La crisis económica que acorta vacaciones también frena promociones y levanta ampollas en esta villa a la que no se puede acceder sin atravesar las urbanizaciones, las persianas mayoritariamente bajadas un día laborable de marzo, que crecieron en la rasa costera al calor de la explosión inmobiliaria del arranque de este siglo. Tras la playa del Murallón quedan restos y avanza impertérrita una colonia de chalés, pero no se cuentan en total más de cuatro edificios en construcción y al apagarse el último destello del boom «hemos perdido algo fundamental», confirmará Leonardo Pérez, presidente de la Asociación de Comercio, Industria y Servicios de Tapia. Es historia, ilustra el alcalde, Gervasio Acevedo, aquella imagen que fue frecuente del constructor que «un lunes ponía a la venta una promoción de viviendas y el jueves las tenía todas vendidas». «El zarpazo» a la economía municipal se aprecia evidente desde que la crisis, peor aquí que en los alrededores por la configuración muy particular de las fuentes de riqueza, ha debilitado los eslabones de aquella cadena en la que «gracias al turismo se hacían casas y gracias a esas casas vendíamos las ferreterías, las tiendas, los bares...».
En su rincón de la costa recortada del occidente asturiano, no obstante, la fuerza de su oferta de servicios mantiene a Tapia a cubierto de la depresión demográfica que la rodea en su comarca. La villa resiste todavía sin apearse de los 2.300 habitantes permanentes que abrieron el siglo aquí y que se multiplican abundantemente los veranos. Aguanta pese a que su concejo ha extraviado en esta década doscientos de sus poco más de 4.000 moradores, y soporta el chaparrón de la competencia que ejerce aquí el influjo próximo de Ribadeo. La villa lucense ha fascinado en su entorno por los precios distintos de la vivienda, la robusta propuesta comercial y la propia concepción de un mercado inmobiliario que, al decir de algún vecino, Tapia orientó demasiado a la función turística, olvidándose en algún caso de «hacer pisos para quedarse a vivir». Con Tapia demográficamente detenida y muchos de sus apartamentos cerrados de septiembre a mayo, al otro lado de la frontera Ribadeo ha pasado de 5.100 a casi 5.500 habitantes en lo que va de siglo.
El vacío en el paseo marítimo ajardinado que lleva a la playa de Anguileiro es el invierno en Tapia. Hay un surfista buscando olas y en tierra firme unos pocos paseantes. Su soledad reafirma lo que se ve desde el mostrador de recepción del hotel que regenta Elisa González Merás, que va a ser «imposible» fiarse sólo del turismo para tener un futuro agradable. Aquí «se han perdido» aquellos veraneos de dos meses y medio que empezaban en San Pedro y acababan el Día de Porcía y ahora el verano no dura en Tapia mucho más de «un mes largo». Los inviernos, que «son muy duros», invitan a diversificar la dieta de lo que da de comer en la villa y a poner «algo de industria» en este menú que, fuera del sector servicios, tiene sobre todo la docena de familias que vive alrededor de la pesca y quince permanentes en la planta de Albo, que ya no fabrica en Tapia latas de conserva, sino platos precocinados, pero encabeza todavía la oferta del empleo industrial en la villa. El problema para que crezca vuelve a ser la competencia próxima, con mucha área industrial de envergadura en el entorno inmediato de Tapia -Jarrio, Barres, Navia...- y un polígono aquí, El Cortaficio, al sur de la N-634 en Mántaras, que más que eso «es una zona de terrenos industriales», afirma Leonardo Pérez, un área empresarial de promoción privada y con más de un problema de funcionamiento y retrasos en la dotación de los servicios esenciales. «Llevamos tres años con un generador», protesta con desesperación Jesús Alonso, propietario de un taller mecánico al que no le basta la luz de obra que abastece a las demás naves del parque empresarial en la rasa costera tapiega. «El Ayuntamiento aquí es un mero recaudador», explica el Alcalde, «el polígono es privado y todos los gastos que se deriven los tienen que pagar los propietarios del suelo. Ya se les ha requerido para que paguen los gastos de electrificación y, si no lo hacen, pasaremos a la vía ejecutiva». Al final hay quien busca el problema en la base y concluye, con Leonardo Pérez, que «Tapia necesita un polígono de verdad, de titularidad pública».
«Oro no». Al visitante poco informado le chirriará la pintada que en realidad no tiene nada contra el metal precioso y sí muchos reparos de índole medioambiental a la mina de oro que la empresa canadiense Astur Gold pretende abrir en los Lagos de Silva, en Salave, a unos cuatro kilómetros de la villa capital. La sensibilidad de la controversia, el dilema entre los centenares de puestos de trabajo anunciados en plena crisis y la degradación de un paisaje supuestamente incompatible con la orientación turística del concejo ha dado para plataformas a favor y en contra y para una división social que aún espera la definición del proyecto y de su compatibilidad con la legislación vigente. El Ayuntamiento, mientras tanto, opta por la no beligerancia, parapetado tras la certeza de que «no tenemos competencias en ese suelo. Es del Principado y del Estado y si la empresa trae la deberes hechos de esas dos administraciones el Ayuntamiento tiene que otorgar licencia», afirma Acevedo.
Turismo más allá de las playas para seguir en la cresta de la ola
Tapia y su público han cambiado mucho desde que Camilo José Cela, en su viaje «Del Miño al Bidasoa», describió esto al pasar, en un verano de los años cincuenta del siglo pasado, como una villa de «veraneantes tranquilos, de familias compuestas de papás en tirantes, mamás gordas y bien dispuestas». Ya no son así, aunque de esos todavía haya, ni los nuevos le han quitado a Tapia del todo ese aire de «pueblo pequeño y gracioso» que también sorprendió aquel día al premio Nobel. El puerto y sus nueve bares, su discoteca y su restaurante único, definen el contenido igual que las piscinas naturales de agua salada entre los acantilados de Os Cañois, juntos retratan la orientación completa hacia el visitante que ha adquirido este punto de la costa, «la capital turística del occidente de Asturias» cuando habla su alcalde, Gervasio Acevedo. La gran playa de Anguileiro, en el extremo más occidental de Tapia, explica sola el potencial turístico de esta villa marinera que acomoda su trazado a las entradas y salidas de la mar en la costa dentada del Occidente.
Las nuevas formas del turismo, eso sí, van a exigir una estrategia más sofisticada y menos pasiva, algo más que sentarse a esperar que hagan su trabajo los valores paisajísticos y naturales que siempre han estado aquí. Para Elisa González Merás, secretaria de la Asociación de Hostelería y Turismo de Tapia, el camino hacia el porvenir pide al menos una vuelta alrededor del sector y cierto refinamiento de la oferta y la maniobra promocional para tratar de imponerse a la feroz competencia próxima. Ella propone «una unificación del sector productivo con el turístico» por ejemplo con la promoción de itinerarios lúdicos en barcos de pesca aunque esto exija, interviene Pedro González, decidir si merece la pena una inversión en seguros y la adaptación de las lanchas para el tráfico de pasajeros. Esas excursiones reclaman la iniciativa de amplio espectro de la Mancomunidad del Parque Histórico del Navia a sabiendas de que con ellas, defiende González Merás, surge la posibilidad de matar varios pájaros de un tiro, de «transmitir tu cultura, dar valor al trabajo y respuestas a la gente a la que le gusta el turismo de acción». Es sólo un ejemplo, como el golf y lo que trae el campo de Cierro Grande, «que hay que potenciar muchísimo», o el surf, su campeonato internacional y la villa llena todas las Semanas Santas. O la arquitectura tradicional caída, los molinos en el suelo y el castro de Serantes poco cuidado, protesta Pedro González. O el Museo de la Puerta del Parque Histórico del Navia, que, este sí, después de casi dos años cerrado abrió al fin la semana pasada en la nueva Casa de la Cultura tapiega con su muestra histórica atenta a las nuevas tecnologías sobre los palacios de la comarca.
«El turismo no puede quedarse sólo en las playas», confirma por experiencia Martín Fernández, director de la banda de gaitas, treinta miembros, y junto a muchos más animador del verano con el Festival Intercéltico del Occidente, que llegará el próximo agosto a su decimoquinta edición. Lo que mueve el folclore y la exaltación de la cultura celta, viene a decir Fernández, también hace su trabajo en la divulgación de la existencia de esta «ciudad de vacaciones» con cuatro hoteles en el casco urbano, al menos tres alojamientos rurales y mucho más en el conjunto de un municipio donde la asociación hostelera cuenta 25 componentes. El viraje turístico es tan evidente como la diferencia entre las temporadas altas y las bajas -«en verano, el hotel pasa de cinco empleados a once», afirma Elisa González-, a pesar de que llegar hasta aquí todavía cueste, aunque la parálisis de la autovía consiga alejar esto más en la mentalidad colectiva que en el mapa y el muelle de Tapia se parezca al de Mónaco, bromean aquí, porque en éste ganan abrumadoramente los pubs al restaurante y como en aquél «tampoco te puedes sentar a comer un centollo o unas parrochas».
El eje comarcal en la atención a discapacitados
En el muelle de Tapia sobra sitio para los ocho barcos que quedan de lo que fue la flota artesanal tapiega. Donde hubo una fábrica de salazón hay bares y en lugar de una vieja cetárea, en Os Cañois se ha hecho sitio una piscina de agua salada. Hace tiempo que tampoco aquí sopla el viento a favor de la pesca artesanal y Pedro González, patrón mayor de la Cofradía de San Pedro, da por cierto que la normativa no ayuda a sostener el sector, que «los planes de explotación que se hacen detrás de una mesa van siempre en contra del pescador». Sufren sin facilidades normativas, el esfuerzo de la vida en la mar atrae poco y desciende la rentabilidad de una profesión en la que el valor del pescado, concluye el diagnóstico, «ha bajado en torno al cincuenta por ciento». Si «hace unos años», cuando había pesetas, «el kilo de centollo se pagaba a 5.000, ahora nos dan doce euros haciéndonos un favor». Total, nada que ver entre el paisaje del puerto de Tapia hoy y aquel «lleno de barcos y fábricas de cuando yo empezaba, hace 45 años».
La tierra firme, mientras tanto, se busca la vida con alternativas nuevas que obligan a mirar esto como algo más que un sitio donde pasar las vacaciones. Tapia de Casariego tendrá este año la primera residencia de la comarca para personas con discapacidad. «Tendría que estar abierta hace dos años», asegura Inés Fernández, presidenta de la asociación Fraternidad, que gestionará el centro de treinta plazas, 12.000 metros cuadrados útiles construidos, referencia comarcal y al menos cinco puestos de trabajo fijos «en el centro del casco urbano gracias al solar cedido por el Ayuntamiento», apunta Fernández. Cuando esté listo, el edificio apuntalará la oferta de integración social y laboral para discapacitados que en Tapia no se para aquí. Fraternidad busca un futuro para los mayores de dieciséis años y la Fundación Edes se ocupa de los menores sin salir del concejo tapiego, en el colegio de educación especial y el centro especial de empleo de agricultura ecológica y jardinería que gestiona en la finca El Cabillón, camino de La Roda.
El Mirador
_ El puerto
El dragado y acondicionamiento del muelle pesquero de Tapia, «que está cayendo», no admite demora en la voz del patrón mayor de la cofradía tapiega, Pedro González. Los diques que lo protegen, le acompaña el Alcalde, «están un poco tocados. Hay unas grietas que están en conocimiento de Puertos del Estado» y también urge, asegura Gervasio Acevedo, la construcción de un nuevo espigón en el exterior, porque el de Tapia «es un puerto inseguro cuando hay temporales».
_ Los barrios
Los de San Sebastián y La Guardia, áreas tradicionalmente pesqueras en el entorno del puerto, están pidiendo una rehabilitación integral que renueve, entre otras infraestructuras, la red de abastecimiento de agua y electricidad.
_ Un centro de salud
Gervasio Acevedo reclama uno «acorde con los tiempos», porque el que está en servicio «se hizo en su momento para salir del paso y necesitamos uno más moderno, con más espacio y aparcamiento, y la Consejería de Salud lo sabe». Una escuela de 0 a 3 años, por lo demás, «completaría los servicios de la villa».
_ El deporte
Tapia no rechazaría un campo de fútbol de hierba artificial que sustituyese a los dos que dan servicio hoy en La Xungueira. El proyecto municipal incluye el traslado de la instalación y el aprovechamiento del campo actual para recuperar los terrenos, afectados por Costas, «para instalaciones que permite la normativa, como la expansión de la playa», asegura el regidor tapiego. Asociado a éste, el Ayuntamiento reclama una piscina climatizada.
_ Una senda
La que bordea la costa desde la ermita de San Sebastián hasta el mirador de Represas tiene «un proyecto de recuperación» que se hace más urgente ahora, según Acevedo, que el mirador de Represas se ha visto afectado por desprendimientos.
_ La autovía
La reclamación universal del todo el occidente asturiano adquiere todo el sentido en Tapia, autoproclamada «capital turística» de la comarca y punto final del último tramo asturiano sin concluir de la Autovía del Cantábrico en el camino hacia Galicia, Navia-Tapia.
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