Sobre el confín, una isla de elegancia
Tapia trata de renovar iniciativas para explotar sus recursos y su atractivo residencial y contener el lento declive demográfico de los últimos años
Sobre el confín aparece Tapia, centrando la subunidad costera comprendida entre cabo Branco y cabo Langosteiro, donde la rasa, ocupada por campos regulares y ya muy baja, se sumerge en las aguas del Eo. El frente costero pierde vigor y describe una línea catenaria en la que los senos se llenan de arena en playones como Ribeiría, Anguileiro, Esteiro, Salleiro o Pantorga, que rodean el saliente de cabo San Sebastián, desde donde Tapia mira de frente al mar del Norte, de tú a tú, acomodada a la línea de costa que aquí se hace amable y recortada. Por eso en Tapia, villa y puerto, son una misma cosa. Unos mínimos apoyos rocosos sirvieron para dar resguardo a las embarcaciones que faenaban desde el pequeño puerto y a partir de ahí se conformó una población que tardó en decidirse a dar el paso a villa.
La isla en la que asienta el faro, una cala y los apoyos que conseguidos en peñas e islotes dieron paso al puerto, que a su vez da origen histórico a la villa. La isla del Faro se une a tierra en el espacio de entreislas, comunicada por el dique de Fuera con la pequeña península que alberga la capilla y barrio de San Sebastián, la capilla de San Cristóbal y la atalaya de pescadores y marineros. Hacia Poniente la bocana del puerto la cierra el malecón del Rocín, que arranca de punta Excomulgada. Estas defensas, terminadas en 1954, habilitan la dársena interior que junto a un muelle de 164 metros de largo y otros equipamientos constituyen los elementos principales del puerto actual de Tapia de Casariego, que desde sus orígenes balleneros en el siglo XV conoció tráficos ultramarinos, cabotaje maderero y siempre dio reguardo a pescadores, que sirvieron de base a las fábricas conserveras de la primera mitad del XX.
Al Sur del puerto se extiende el barrio de San Blas, más populoso, que alberga capilla, escuelas y otros edificios públicos, como el Ayuntamiento. Al Oeste quedan las playas de La Ribeiría y Anguileiro, señas de identidad del veraneo tradicional y del turismo de temporada. Al Este, el barrio de San Martín completa con su abigarrado caserío el semblante de villa portuaria. Más alejados y espaciados, los barrios de San Antonio y El Viso se apoyan en los enlaces a la variante de la carretera general y señalan la importancia de los viales principales en la localización del caserío, dado el escaso entramado urbano de calles. La función residencial y turística impulsó, en su día, la ocupación de la península de La Reburdia, entre las playas de Anguileiro y La Paloma.
La antigua carretera general sirvió primero como límite al mediodía y más recientemente como eje de urbanización para el crecimiento urbano, residencial y turístico, de plano más regular. Tapia mostró hace décadas sus credenciales como referencia para el turismo de costa en el occidente astur, pero no llegó a consolidar plenamente esa apuesta. De ahí deriva su pausado crecimiento, que se aproxima en los últimos años al estancamiento, y que no ha modificado sensiblemente el perfil tradicional de la villa más que al Sur de la carretera.
La construcción de la variante, aún más al Sur, ha señalado una nueva frontera que orienta la dirección de expansión urbana hacia ella y su entorno. También algunos equipamientos deportivos y de ocio, gracias a la disponibilidad de suelo llano. La variante se ha convertido, a su pesar, en nuevo eje, dando posibilidades de crecimiento a los núcleos situados al Sur, pero todavía en la parroquia: Casariego, Viacoba, Ol, La Muria, La Paloma, Mántaras, Las Lagunas, Las Poleas, Pontraviza.
El paso de puerto a villa tiene su prohombre y promotor: el primer marqués de Casariego, impulsor del concejo y de su villa capital, incorporando sucesivamente los equipamientos que le dan categoría y funciones de tal, una vez producida la separación de Castropol en 1863. Palacios y arquitectura indiana le dan a la villa su empaque histórico característico, junto a los edificios públicos decimonónicos y al blanco que lucen las fachadas de su caserío cubierto por lajas pizarreñas.
La villa vio crecer la actividad como centro portuario, industrial y comercial de un amplio y rico espacio agrario. Y acogió ferias y fiestas renombradas, como la de San Blas y la del Carmen, que hablan de la estrecha relación con la mar y la tierra y los afanes de gente trabajadora y discreta. Hoy, la iniciativa local mantiene un denso calendario de eventos festivos, deportivos y de ocio que indican el intento de superar las limitaciones temporales de la actividad turística y comercial, en la que la villa tiende a especializarse, aunque sin alcanzar un liderazgo neto en la oferta comarcal, que parece complementarse en un sistema polinuclear de refinado pasar que deja para el otro lado de la ría del Eo características urbanas menos originales y más normalizadas.
La villa muestra su lado más débil en la escasez de nacimientos, superados, desde la década de 1980, por las defunciones. Tapia crece desde los años centrales del siglo XIX y mantiene esta tendencia a lo largo de todo el XX, hasta que en la primera década del XXI la tendencia se invierte, y ya no sólo el concejo, en su conjunto, pierde residentes, sino que esto también afecta a la villa. El concejo ha pasado en diez años de 4.343 residentes (2001) a 4.121 (2010), la parroquia, de 2.501 a 2.459 y la villa, de 2.369 a 2.329. No son descensos importantes, pero marcan un pasajero reflujo en la corriente vital. Para que así sea, la villa tendrá que renovar esfuerzos e iniciativas, porque recursos y atractivo residencial hay. Algún día se acabarán las comunicaciones básicas por carretera y alguien se acordará del ferrocarril como medio de transporte de futuro en el eje cantábrico. Mientras, hay que enfrentarse a la situación y buscar nuevas vías.
Aprovechar el encanto del puerto y la villa
Tapia debe su ser al mar y sus actividades, a un puerto amarrado a islas, islotes y peñas. Su caserío se concentra en torno al puerto y desde ahí dio el salto a la rasa y a las nuevas funciones residenciales y turísticas. Necesita la villa un nuevo impulso que la saque del estancamiento demográfico y éste tiene que salir de una mayor diversidad de actividades y del aprovechamiento del encanto de los pequeños puertos atlánticos asturianos, una marca territorial a explotar.
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