Un salto de altura

La capital de concejo más elevada de Asturias se incita a un «cambio de chip» que abra paso a alternativas distintas al monocultivo minero, que desbroce los caminos del turismo y alguna nueva actividad agraria y revierta la tendencia que la sitúa hoy en la cota de población más baja que recuerda

Marcos Palicio / Degaña (Degaña)

Sobre el dintel de la puerta de un edificio en ruinas se intuye a duras penas que un día hubo un rótulo que decía «Frutería, piensos». El deterioro del inmueble, en duro contraste enfrente del modernísimo ayuntamiento nuevo de Degaña, confirma que aquí ya no se vende nada y que con las letras negras del cartel se desdibuja también el recuerdo del pasado esplendoroso de Degaña capital. Con las huellas de la vieja tienda también se va borrando aquella pequeña villa viva que tenía ocho bares, un supermercado y a siete kilómetros en línea recta, en Cerredo, una explotación de carbón que para todo el entorno era entonces, de verdad, una mina. En la capital de concejo más elevada de Asturias, a 825 metros y muy estirada entre montañas a los dos lados de la carretera y del río Ibias, la cuesta abajo va a reclamar un salto de altura. Hace tres años que Degaña estuvo casi tres años sin un solo bar y ahora Agustín García regenta el único que hay abierto en la capital, este edificio azul con restaurante y alojamiento rural de cuatro habitaciones. Ahora la mina todavía da de comer, pero a veces hace daño, las prejubilaciones han barrido a parte de su gente y la que resiste no es la que era ni sube ya camino de Cerredo el autobús cargado con más de cien mineros que conducía el degañés Eliseo Menéndez Ferreira. Él ya lleva cuarenta años viviendo en Madrid y hoy, de regreso y de visita, toma el sol tibio de principio de verano a la puerta de su casa en el barrio del Arroyo, protegido con una gorra roja de la escudería Ferrari y al lado su esposa, Etelvina González, lamentando que este pueblo al que regresan hoy se haya alejado tanto de aquella localidad impetuosa y vital en la que residieron. Con más frecuencia de la que desearían, la carretera que lo enhebra se recorre de punta a punta «sin encontrar a nadie». El aparcamiento que recibe al entrar, más de veinte plazas, ha estado todo el día vacío.

Degaña estira su caserío de cal y pizarra a los dos lados de la AS-15, que viene de Cangas del Narcea por el túnel del Rañadoiro y sale de Asturias hacia Laciana por Cerredo. La capital ha completado la primera década del siglo XXI con la cota demográfica más baja que recuerda, 220 moradores donde había 281 al comenzar el milenio, y ha se ha dejado en ese trayecto, caso insólito en la región, porcentualmente más habitantes que su concejo. Hay una explicación en la proximidad de Cerredo, que tiene una mina y a pesar de su reciente declive cuatro veces más población que la capital, y hasta de Villablino, pero también en el primer vistazo al paisaje humano de la villa, muy condicionado por la que sigue siendo la única industria del municipio. José Manuel Bravo, retirado de la minería además de secretario de la asociación de vecinos de Degaña, sabe por experiencia propia que la extensión de las prejubilaciones ha sido individualmente «una lotería para el trabajador, pero a larga» y en conjunto un perjuicio para el pueblo. La mina sigue andando, demasiadas veces renqueante y recién salida de un ERE que acaba de rescatar de cinco meses de paro a un alto porcentaje de la plantilla, pero mirada desde Degaña «el problema más gordo es que ya no fija población», se queja Bravo. Ya no incita a la residencia, «antes se obligaba indirectamente a residir en el municipio, facilitando en ocasiones hasta la vivienda», pero ahora la ida y vuelta al tajo a diario se ha vuelto mucho más sencilla. «Era un elemento generador de sociedad en la zona, pero hoy eso apenas existe». Hoy, en los cuatro bloques de cuatro alturas e inconfundible arquitectura obrera que despiden después de cruzar Degaña por la AS-15 en dirección a Cerredo hay algunas ventanas con ropa tendida y señales de vida en el parque infantil que tienen delante, pero a su lado, también, varias persianas bajadas y algún cartel de «se vende». José María Suárez León, encargado del telecentro de Degaña, añade la circunstancia de que la edad de las prejubilaciones tempranas de la minería coincide además muchas veces con la de los niños en el tránsito del colegio al instituto. «Como aquí no hay bachillerato» y la secundaria más próxima está en Cangas del Narcea y Villablino, «los padres aprovechan» la relajación de sus ataduras laborales y se van. «¿Qué padre, pudiendo evitarlo, hace que sus hijos pasen el puerto nevando todos los días del invierno? Prefieren hacer un pequeño sacrificio para que los niños mejoren y se acercan a los centros de enseñanza». Es natural, y no sólo porque el túnel del Rañadoiro, abierto en enero de 2010, haya acortado y facilitado el desplazamiento desde el centro de Asturias. Ellos se marchan y así sin querer ponen en marcha una cadena «que afecta al centro educativo, al de salud, a la atención pediátrica que no tenemos y a todo eso que por falta de habitantes acaba faltando en una población como ésta», sentencia Suárez. «Hay que reconocer que no hay gente», asiente Bravo, «y que es la gente la que hace los servicios». El colegio de primaria, ese edificio de piedra alargado que observa la villa desde la altura del barrio de Piqueiro, tiene un ejemplo de lo que está pasando, ha cerrado el curso con siete alumnos.

El fenómeno los aleja de esta pequeña población que al decir de algunos es incluso menor de lo que aparenta. El secretario de la asociación de vecinos recuerda haber hecho un estudio real, casa por casa, de la población de Degaña que situaba la de verdad en torno al centenar, contando que «hay muchos que no viven aquí y que siguen empadronados» en algún caso por las ventajas que da la residencia en un municipio como éste: «Las becas mineras», explica José María Suárez con un ejemplo, «no son sólo para los que han trabajado en la mina, sino para todos los censados». Los inviernos son difíciles aquí arriba y la población y la vitalidad «aumentan en verano», pero no lo suficiente como para esconder el problema ni la urgencia de las soluciones. Porque las hay, dirán los degañeses animosos, porque siempre hay caminos y más en esta tierra fértil de naturaleza indómita que tiene mucho que ver, sabiendo mirar, y más de un recurso desaprovechado. Lo que faltan son, otra vez, ideas y brazos jóvenes para exprimir las potencialidades. De ahí el apremio y la sensación de José Manuel Bravo cuando encuentra su forma de decir que en Degaña capital ya se escucha el sonido del despertador. «O la gente se pone las pilas», apunta, «o nos quedamos en la calle. O la juventud se organiza y se une para cambiar el chip o en este mercado cada vez más globalizado no podremos competir»

Cambiar el chip es aquí darle la vuelta a la mentalidad industrial, explorar otras fórmulas de encontrar futuro a este lugar con mucho camino por recorrer. La industria, aquí es casi lo mismo que decir la mina, sigue acaparando cerca de tres cuartas partes del empleo en el concejo de Degaña, por encima del 72 por ciento según la cifra municipal de 2009, y aunque la bocamina no esté aquí ni se vea desde aquí, hay indicios físicos evidentes para intuir el poder de arrastre que sigue ejerciendo sobre esta pequeña capital que no sería lo mismo sin ella. Sin ir más lejos, la decoración de un área recreativa a la entrada de la villa es una vagoneta real, todavía con restos de carbón en su interior, «varada» entre las mesas y los bancos de madera. Puede que esa reducción de la industria extractiva a objeto decorativo sea un síntoma, una dolorosa metáfora, un estímulo para empezar a actuar. Eso comentará un vecino persuadido de que la situación decadente del sector minero invita, según una de las versiones generalizadas en la villa, a reorientar esa dependencia. Octavio Meléndez, tesorero de la asociación de vecinos, observa que del monocultivo minero deriva también en parte la situación de práctico abandono de la agricultura y la ganadería en la villa, la causa de que hoy casi no sea posible identificar a ningún ganadero, le sigue el secretario del colectivo vecinal, «que no tenga un sueldo de la mina detrás». Y no es que no haya alternativas, afirman aquí, ni se puede decir que no se haya hecho nunca. El samartino, así se llama la matanza a este la do de la Cordillera, «es una tradición muy arraigada en la zona», confirma Suárez, así que a lo mejor «tendría sentido alguna fábrica de chorizo o de cecina». El sector forestal debería tener algún recorrido en esta villa rodeada de bosques y de aquí está muy cerca el Bierzo leonés, donde las castañas que aquí se pudren en el suelo «han construido una industria». Para que lo agrario fuese una alternativa real de futuro, eso sí, Bravo apuntaróa a una explotación «en régimen de cooperativa, y a ser posible con alguna pequeña industria de transformación dentro, aunque otra vez tendría que ser la gente joven» y eso aquí no abunda, asegura.

«Todo el mundo dice que el futuro está también en el turismo», avanza José María Suárez, pero también para eso hay que abrir caminos nuevos y ahí van asimismo con retraso. Esta villa está geográficamente dentro del parque natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, el más extenso de Asturias, pero hay quien observa con cierto estupor el escaso rédito que se le ha sacado en este concejo donde hace cuatro años no había ni un solo establecimiento de turismo rural. Ahora, poco a poco, señal de que la iniciativa cuesta, han llegado a cuatro -éste de Degaña y uno en Cerredo, Fondos de Vega y Tablado- aunque aún haya que corregir esa carencia que ha sufrido en carne propia Agustín García, que regenta el único alojamiento vivo en Degaña capital. «El reclamo del oso», apunta, «hace que la gente llame con cierta frecuencia interesada en venir a hacer rutas y pasar un fin de semana aquí, pero tenemos que decirles que no podemos atenderles. Estamos perdiendo oportunidades».

Al final, lo que se pide es atención, un poco de auxilio en el adecentamiento de lo que hay y un poco de promoción contra el sentimiento de orfandad y «abandono», confirma Meléndez, de los que todavía pelean por sostener esta villa en el confín sur de Asturias. Ejemplos los hay a puñados, dicen, en un recorrido por los elementos naturales con cierto atractivo que esperan una rehabilitación o un impulso publicitario que haga saber que están aquí, en esta villa y su entorno. «Sol», el perro de Francisco Fernández, vive acostumbrado a proteger a sus gallinas de la raposa y en los bosques del alrededor hay osos, sí, pero «el oso es difícil de ver», sigue Meléndez, y él solo no vale como reclamo. Julio Soarez, presidente de la asociación de vecinos, pide mucho más, porque «tenemos un parque natural con el senderismo abandonado». «Se ha recuperado el camino real que viene del puerto de Santo Antón o Valdeprao, la "ruta del oro", por donde sacaban el metal los romanos desde El Corralín, o el castro celta» de la salida de Degaña en dirección a Cerredo, o en el patrimoni civil, al otro lado del pueblo, los dos edificios recién rehabilitados que duermen a la orilla del río Ibias a la espera de una inauguración. Es la «fábrica de luz», una antigua minicentral eléctrica que abastecía de corriente al concejo en los años veinte del siglo pasado y que 350.000 euros de fondos mineros han transformado en reclamo turístico... Todavía sin inaugurar. Esto aún encaja lamentablemente en la descripción escueta pero certera que dio sobre Degaña el título de un estudio sobre el patrimonio cultural, natural y económico del concejo publicado en 2006: «El secreto mejor guardado de Asturias».

La urgencia del cambio de sentido y un túnel para salir del túnel

El pequeño edificio de la vieja frutería de Degaña, que mantiene lo que queda de su esqueleto en la travesía por donde la villa estira su caserío de ruralidad atenuada, desentona con amargura enfrente del ayuntamiento rejuvenecido, reinaugurado el pasado marzo y adosado a su nuevo salón de actos, con más de cien butacas que dan para sentar a más de medio pueblo bajo su llamativa cubierta piramidal de pizarra. Los dos los han pagado los fondos mineros, esa compensación por el declive del carbón no demasiado bien repartida al decir del recién investido alcalde de Degaña, el popular José Manuel Fernández, minero prejubilado afiliado a Comisiones Obreras que antes de ahora ya fue regidor cuatro años entre 1999 y 2003, pero entonces bajo las siglas de Izquierda Unida. Las contrapartidas económicas para la reestructuración minera se ven desde aquí, a su juicio, «mal orientadas. Vino mucho dinero y se hicieron obras como este ayuntamiento, pero el destino prioritario de esas partidas debería haber sido para crear empleo». «La Administración se ha dormido un poco», le acompaña José Manuel Bravo, «porque ha empleado fondos mineros en obras que tendría que haber hecho con cargo a sus presupuestos: unos aparcamientos en Degaña, por ejemplo, o un polideportivo o un colegio o este ayuntamiento renovado. ¿Hacía falta? Tal vez sí, pero con dinero del Principado, porque al final, resulta que los fondos mineros han servido sobre todo para aliviar el presupuesto de la Administración». Además, sentencia el Alcalde, «la gestión no ha sido todo lo eficiente que debería. Aún nos deben partidas de 2009».

Con cargo a sus beneficios, eso sí, Degaña está ahora más cerca del resto de Asturias gracias al túnel del Rañadoiro, 41 millones de euros y una larga tramitación para 1.900 metros bajo la montaña que ahorran el paso por un puerto revirado de cerca de cinco de longitud y de 1.176 de altura y sobre todo muchos problemas con las nieves frecuentes del invierno. Así también es más fácil marcharse, pero en la capital degañesa pesan evidentemente más los beneficios. «Las infraestructuras siempre pueden servir para ganar más servicios», afirma José María Suárez después de definir el provecho más prosaico de que «en invierno ya casi no pisas nieve». Y aunque el túnel «tal vez debería haber bajado más de los ochocientos metros actuales y venir a salir a Fondos de Vega en lugar de a Larón», aunque la vía rápida de La Espina a Ponferrada daría mucho servicio, ahora esta villa sí está de paso hacia algún sitio, «ahora es ésta la salida natural hacia la Meseta desde Tineo, Cangas del Narcea y Allande».

Las carreteras, aquí la duda ofende, siempre sirven cuando se evidencia de modo tan urgente la eliminación de la sensación de «abandono» que se siente en este extremo sur de Asturias fortificado entre montañas, muy interesado en encontrar la salida del túnel y el camino de vuelta a su lugar en el mapa. No hay más remedio que buscarlo. Aquí saben que se ha ido para siempre aquel tiempo en el que los alumnos del colegio entraban en la mina a cobrar más que el profesor, pero también que puede haber una ventaja, o más bien tal vez un consuelo, en la certeza de que todo su entorno que está en una encrucijada similar, cada sitio con sus peculiaridades locales y aquí con el gran obstáculo mental de la filosofía minera en lento retroceso. «En toda esta problemática no estamos solos», sentencia José Manuel Bravo, y de la compañía puede salir alguna fuerza, porque la empresa se adelanta complicada: «Tengo mis dudas de que una vez que decaen sea posible volver a dar vida a los pueblos, es muy difícil».

Internet como necesidad básica y las distancias que rompe el ADSL

En verano apenas se nota, pero la carretera que atraviesa el pueblo es un problema. A cada lado ha tenido siempre una barrera como un puerto de más de mil metros, Cerredo para llegar a la provincia de León, el Rañadoiro en dirección al resto de Asturias. Degaña ha ganado mucho con el túnel que ha dulcificado el paso hacia la cuenca del Narcea, pero también ha entendido que su eterno problema con las distancias se podía romper más fácilmente adecentando otras comunicaciones además de las carreteras. El telecentro del municipio, con doble sede alternativa en la capital y en Cerredo, cuenta setecientos socios en una población que apenas sobrepasa los1.200 habitantes y casi 5.000 usos anuales. «Todos los pueblos tienen conexón ADSL», celebra José María Suárez, responsable del servicio.

«La gente ha perdido el miedo y se vuelca», asegura, «hubo reclamación y demanda» de un servicio como éste en este lugar donde el aislamiento hizo evidente que «la mejora de las comunicaciones aquí también incluyen éstas». Los motivos saltan a la vista en el acceso por carretera de cualquier invierno complejo en esta villa elevada a 825 metros de altitud. Suárez, a la vista los ocho ordenadores del centro ubicado en la primera planta del nuevo ayuntamiento degañés, tiene ejemplos recientes y constantes con caras y nombres y apellidos de lo que ahorra un clic de ratón en este punto de la Asturias alejada. «Se sella el paro a través de Internet», apunta, «los mineros ya no tienen que viajar a Oviedo, con lo que eso lleva consigo desde aquí, para sacar la vida laboral, ahora dos chavales vienen a hacer los tests del carnet de conducir, que de otra manera les obligarían a desplazarse a Cangas del Narcea o a Villablino...» En estos últimos nueve años, la evolución y el progreso de las comunicaciones se miden aquí con hitos multimillonarios como la apertura del túnel del Rañadoiro y con otros más humildes como el paso del módem de 56k a la conexión por satélite y de ésta al ADSL.

El Mirador

Propuestas para mejorar el futuro

_ Una residencia

La vieja casa sindical de Degaña, en la travesía de la villa y junto al ayuntamiento, es un edificio en ruinas que pide uso y al decir del Alcalde solamente una de las posibles ubicaciones de la residencia de ancianos que necesita el concejo como alternativa para «fijar población y empleo». El equipamiento hace falta, concede el presidente de la asociación vecinal, Julio Soarez, porque los mayores de Degaña se van en busca del servicio a Cangas, Villablino o Caboalles, y el regidor recién llegado maneja la idea de solicitar una residencia de 25 plazas.

_ Un polígono

La tarea prioritaria de detener la sangría demográfica plantea en primer lugar la creación de empleo y ahí surge de inmediato la demanda de un polígono industrial para el concejo. Conseguir que así se instalen aquí pequeñas empresas es al decir de José Manuel Fernández objetivo esencial, pero su materialización «está aún en el aire». Se han manejado al menos dos posibles ubicaciones, una aquí y otra en Cerredo, pero queda por resolver la compatibilidad del equipamiento con los usos del suelo consignados en el plan de uso del parque natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias.

_ El albergue

O en general el alojamiento, porque «andamos muy escasos de plazas», denuncia el propietario del único establecimiento hostelero de la villa, Agustín García, para quien podría ser éste otro de los posibles usos de la deteriorada sindical degañesa.

_ Las rutas, el parque

Pero si se quiere un futuro de cierta orientación turística, lo primero es, dicen aquí, el acondicionamiento y señalización de las rutas que recorren este parque natural sin director que tiene cerrado el Centro de Interpretación de Cerredo. El programa electoral del PP consigna una senda peatonal de aquí a Cerredo, pero hay muchas otras que al decir de los vecinos están pidiendo un repaso.

_ La minicentral

Para dar algo que hacer a los turistas urge además la apertura de la antigua minicentral eléctrica recuperada como supuesto atractivo turístico a la entrada de Degaña desde Cangas del Narcea. Pagada con fondos mineros, la obra está pendiente de recibir el acta de entrega del Principado.

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