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Una burbuja territorial en las alturas

Asentada sobre dos pilares débiles como la minería y la ganadería y lastrada aún por el aislamiento, Degaña trata de reforzar su papel de pequeño centro de servicios y actividades

Fermín Rodríguez / Rafael Menéndez Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial (CeCodet) / Degaña (Degaña)

A más de 800 metros de altitud, el valle alto del río Ibias se ensancha en amplios escalones con forma de vegas, sobre las que se desarrolla el poblamiento de Degaña, villa pequeña, esponjada, con numerosos barrios (Veiga, El Arroyo, Enterríos, El Corral, Camín Cimeiro?), con el río y la carretera como columnas vertebrales. Es centro de un territorio de tradición ganadera, con buenos pastos y densos bosques y con una activa minería carbonera, motor que impulsó el poblamiento del concejo a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, hasta que la crisis de la actividad dio al traste con el crecimiento y volvió las tornas. Degaña cedió el papel principal, en la acogida de población de los años buenos de la minería, a Cerredo, más próximo a las explotaciones, pero conservó la capitalidad municipal de un concejo de alta montaña, de casi 1.500 habitantes en el cambio de siglo, lo que es mucha población para esta clase de territorios. Hoy son poco más de 1.200. El declive propio de los territorios de montaña, rurales y enclavados, ha dejado la parroquia en 354 de los 436 habitantes de hace una década. Entre tanto, la pequeña villa ha bajado de 269 a 220. Ganadería y minería son hoy pilares débiles para aguantar el tipo y hay que buscar nuevas vías de actividad.

La capital municipal más alta de Asturias, con permiso del antiguo concejo de Leitariegos, se localiza en un valle de difícil acceso, al que se accede por puertos que superan los mil metros de altitud, y que ve cerrado el paso al bajo Ibias por el recodo de Larón y El Corralín, y por el olvido de los viejos proyectos de carreteras que seguían el valle del Ibias. La mejora hoy viene del túnel que evita el puerto de Rañadoiro y abre una comunicación más ágil con Cangas. El paso relativamente cómodo que da el puerto de Cerredo propició una estrecha relación de Degaña con Villablino, que ha venido ejerciendo de centro comarcal de servicios, comercio y ocio. La mejora de las carreteras en los puertos de Cerredo y Valdeprado ha hecho más fluida la comunicación con León que con el suroccidente asturiano, usando la autopista del Huerna como vector de conexión con el área metropolitana.

A pesar de la lenta mejora de las comunicaciones, Degaña sigue lejos de casi todo y cerca del cielo. En su enclavamiento montañoso es el centro de uno de los más espectaculares paisajes de la montaña asturiana. Y eso es mucho decir. Tanto si viajamos a Degaña pasando por Rañadoiro, por Cerredo, por Campillo o por Valdeprado, el paisaje es absolutamente espectacular, pero la comunicación con el exterior, difícil, y el aislamiento, grande.

La Degaña actual es el resultante de la actividad minera sobrepuesta a la ganadera tradicional. La villa se sitúa y oscila entre dos centros comarcales. Cangas quedaba lejos y hoy está más cerca gracias al túnel del Rañadoiro. Villablino siempre ha estado más próxima. El reto de futuro es encontrar actividades complementarias a la minería a partir de un paisaje incluido en un extenso parque natural, que tiene la misión de hacer compatible el fuerte impacto de las cortas a cielo abierto y la preservación del medio, dejando lugar y criterios de sostenibilidad para las actividades y la presencia humana, contumazmente resistente a su desaparición. Contribuyen a ello acciones como la de cegar la carretera antigua del Rañadoiro, recurso paisajístico de primer orden, orientándola hacia el deporte y el esparcimiento. Si tal medida fuera indicio de una visión radicalmente naturalista y escasamente imaginativa, que se quisiera extender a otras carreteras, ello prefiguraría un destino sin residentes permanentes y activos, tal ceguera sería insoportable para un sistema territorial que pretende sostenerse ocupado, para lo que necesita alentar la imaginación, el conocimiento y adoptar una aptitud favorable al desarrollo de pequeños proyectos empresariales compatibles, engarzados en la estrategia de desarrollo sostenible del parque.

El desarrollo de este enclave del noroeste peninsular necesita una mayor cooperación entre ayuntamientos y entre éstos y las tres administraciones regionales aquí coalescentes. Se trata de una mirada comarcal para definir un proyecto territorial de futuro, con todos los vecinos, con Cangas e Ibias, con Laciana y el valle del Sil. Eso es natural y muy necesario. Hay que ampliar el mapa mental de algunos y pensar sobre lo que hay y lo que conviene, y mientras tanto seguir con la mejora de las comunicaciones y el acceso a los servicios telemáticos y públicos de referencia en condiciones de igualdad con otras villas de localización más central.

Degaña debe apostar por afianzarse como capital concejil, pequeño centro de servicios y actividades que permitan mejorar la calidad residencial de la población municipal, aún numerosa, aumentando su atractivo residencial como forma de compensar la lejanía y su pequeña dimensión. Y encontrar los medios para hacer valer sus recursos e impulsar proyectos de vida local dentro de una fantástica burbuja territorial que comparten tres autonomías.

Vida y villa después de la mina

Degaña es villa de camino, aunque sea camino ensimismado, obstaculizado por los altos puertos de la montaña occidental, que no separan tanto como parece, pues la cultura montañesa y vaquera se extiende por ambas vertientes de la Cordillera. Entre el Ibias y el Sil, Degaña es pequeña villa capital de un alto valle hermoso y abierto, a pesar de su lejanía al mundo urbano. Las dudas de la minería y su fin de ciclo deben estimular a la población en la búsqueda de nuevas formas de entender la vida y el territorio. Hay vida y villa después de la minería.

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