En el límite

Ejemplo del debilitamiento demográfico del Occidente interior, la capital allandesa necesita una política de apoyo que reconozca su papel en el espacio rural asturiano

Fermín Rodríguez / Rafael Menéndez Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial (CeCodet) / Pola de Allande (Allande)

Pola de Allande es el centro urbano de un extenso y montañoso concejo, poco poblado, que se encabalga sobre dos vertientes, la del Narcea y sus afluentes y la del Navia. Rodeada de montañas viejas, de cumbres alomadas que la rodean como fondo de una hermosa postal. Dos mundos separados por las altas sierras de Fonfaraón, el Palo y Los Lagos, que establecen una dorsal norte-sur que las comunicaciones salvan a través del puerto del Palo. Mundos cargados de historia y con presente demasiado escaso para lo que hubo. Culturas tradicionales que envejecen a la par que sus habitantes, luchando contra el olvido de una región adormecida que no sabe bien hacia dónde mira. Aunque para horizontes amplios los que se divisan desde el alto del Palo. Hasta donde la vista se pierde, las sucesivas sierras parecen trenes de olas de la misma altura, un mar sin barcos, una tierra áspera y arrugada donde los pequeños pueblos son minúsculas lanchas perdidas en el seno de una naturaleza espectacular. La tierra de Finisterre. Aunque la sensación de estar navegando un mar de ola larga y alta el viajero la tiene al remontar el alto de La Marta (1.120 metros) altitud que mantiene unos cuantos kilómetros durante el trayecto por la alta plataforma de vegetación casi esteparia. Al comenzar el descenso en dirección a Villayón y tras un recodo emerge el Campel del Rebollu, una braña antaño bien equipada y hoy muria abandonada, donde la amenidad de su paisaje contrasta con la dureza dejada más arriba y con las torres de los aerogeneradores que siluetean las cumbres de sierras y cordales. Los 35 kilómetros de carretera por Bustantigo hasta Villayón son una de las más espectaculares carreteras de montaña de Europa. Ahora están ensanchando sus curvas para permitir el paso de las góndolas que transportan fustes y turbinas. Cuando acaben de pasar, una manera de compensar y buscar el desarrollo de las capacidades de este singular y aislado territorio podrá ser mejorar las condiciones de la carretera como un poderoso atractivo. No hace falta mucho, mejorar el piso, señalizar y permitir, con el paso quedo, la contemplación de las fanas romanas.

Pola de Allande se localiza en la parte del Palo p'acá, la que mira al Este, a la cuenca del Narcea y al centro de Asturias. Se asienta en un pequeño valle, bajo la mole cuarcita de aspecto colosal del Panchón (1.411 metros), desde ahí el núcleo urbano organiza y presta servicios a un extenso territorio rural en declive demográfico desde hace ya demasiado tiempo. Es el valle del río Nisón, que baja las aguas de la sierra hacia el Arganza y el Narcea y que tiene en Cangas del Narcea su referencia más próxima.

La modesta carretera que lleva a Oviedo y a Cangas, por el puente del Infierno, algo mejorada hace un par de décadas, es el eje que organiza la villa moderna, que aúna pequeños barrios y agrupaciones tradicionales: El Toural, Los Solares, El Avellano, Las Veigas, El Mazu, Cimadevilla, Peñablanca. Es por ello villa caminera, relacionada con los ramales del más antiguo Camino de Santiago para atender a los peregrinos antes de afrontar los pasos difíciles de la montaña. Desde Campiello, en Tineo, topónimos sonoros jalonan los caminos históricos, Samblismo, la campa de Lavadoira, la Pola, Fonfaraón, el alto del Palo. La carretera hace tiempo que no cumple su función de eje regional secundario y ya sólo parece aspirar a la comunicación local de los numerosos pueblos del concejo.

La Pola se angosta en su pequeño valle entre montañas que superan los mil metros, con sus cumbres nevadas en el invierno, que aumentan la sensación de lejanía, aislamiento, quietud y olvido. Sin embargo, es una localidad hermosa, atractiva y bastante desconocida para las poblaciones urbanas del centro. A quienes parece que si no les ponen una autopista no se desplazan, con lo que se pierden la magnífica carretera-parque, la AS-217, que sobrevolando la meseta de Tineo nos lleva por un mundo de árboles centenarios y mágicos (el Carbayón de Valentín, la difunta Fayona de Eiros) al mundo mágico de Allande, en el que coexisten dioses tóxicos como los tejos de Lago y Santa Coloma y pacíficos alcornoques como los de Boxo. En cualquier caso se echa en falta la modernización del eje interior entre Oviedo y Lugo a través de Pola de Allande y Grandas de Salime. A falta de él, la pola sufre una situación de fondo de saco, recostada contra la sierra, como final de viaje. Mala situación para una villa que ha sido camino y cruce y nodo de organización local de un territorio amplio y arrugado. Olvido y supervivencia son términos que explican la situación actual de una pequeña localidad que organiza un territorio extenso y fundamental para la vertebración del occidente interior asturiano, ese territorio desfavorecido y de creciente marginalidad en nuestro sistema territorial regional.

Y es una pola de importante historia, que ha dejado su huella en un notable patrimonio, como en el resto del concejo. Destacan, en el paisaje urbano, la imponente silueta del palacio de Cienfuegos y las edificaciones de los indianos. La huella indiana de nuevo marca el paisaje y la memoria urbana, dándole su característico sabor. Numerosos ejemplos de esta arquitectura se diseminan por el casco urbano: la casa Las Veigas, villa Rosario, el palacete de Ramos Ron, la casona de los Olalla-Valledor. Porque la pola ha sido villa de emigración, de lo que da fe, también, el monumento al emigrante, en el parque del Toural. Emigrantes a Santo Domingo, Puerto Rico, Cuba. También a Argentina y otros países. Emigración a Europa y al centro de Asturias. Mucha emigración, que ha dejado la población de la pola en menos de 500 residentes y la del concejo en 2.100. Poca y menguante población, a causa del envejecimiento que da un mayor número de defunciones que de nacimientos, nada nuevo en Asturias, que conoce esta situación desde mediados de la década de 1980. La pola ha pasado en la última década de 536 a 465 habitantes empadronados (747 en la parroquia).

A pesar de su escasa población, mantiene su empaque de villa, su paisaje urbano, sus comercios, restaurantes y hoteles, su vida tradicional, con algún nuevo impulso en la economía ligada al sector servicios. Es también pola de ferias y mercados, como el concurso-exposición de ganado de San Antonio, el 13 de junio, y las fiestas de Nuestra Señora del Avellano, en septiembre. Comercio y servicios definen a las villas, aunque sean de tan pequeño tamaño.

Pola de Allande necesita un impulso, desde dentro y desde fuera, para salir del declive y atisbar nuevas oportunidades de actividad, de vida. Necesita asentarse en el mapa regional y recibir el apoyo sostenido de una política de ordenación y desarrollo del territorio con la que se reconoce el papel de estos núcleos estructurantes del espacio rural asturiano; en particular en el occidente interior asturiano, que está sufriendo un acelerado proceso de debilitamiento demográfico y económico.

Bajo el Panchón

Resguardada por los 1.400 metros del Panchón, Pola de Allande compone un hermoso paisaje urbano en un anfiteatro de montañas, surcadas con dificultad por viejos caminos, entre las cuencas del Narcea y Navia. Lugar histórico de paso y centro urbano de un extenso y montañoso concejo, resiste contra el descenso de residentes, las malas comunicaciones, el agotamiento rural y el olvido. Tierra de emigración que ha dejado, con fuerza, su impronta indiana en la pola, necesita del impulso de todos (presentes y ausentes, locales y regionales) para poder vislumbrar un futuro mejor, que pasa por el refuerzo de las funciones urbanas de la pequeña villa.

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