Allande, aquí y allende

El empresario Enrique Fierres, presidente del Hospital de Auxilio Mutuo de Puerto Rico, vuelve con la memoria a la tierra que dejó hace 50 años, «mi casa»

Marcos Palicio / Pola de Allande (Allande)

«Siempre me fui triste». La memoria de Enrique Fierres González no consigue desprenderse del pueblo que sus ojos dejaron de percibir a diario hace más de medio siglo y confirma que desde San Juan de Puerto Rico se sigue viendo Pola de Allande, «mi casa» en la terminología permanente del emigrante. Él es uno de tantos que se fueron de aquí «en busca de las oportunidades que no ofrecía España» y ejemplo de los muchos que las encontraron de verdad al otro lado de la mar. Fierres, empresario nacido casi por casualidad en otra Pola, la de Lena, en 1939, criado desde muy niño en ésta de Allande y emigrante en ultramar desde sus 19 años, preside ahora la junta de síndicos del Hospital de Auxilio Mutuo, el más importante de su país de adopción y el centro sanitario español más grande en el extranjero. La institución, que lleva en el nombre su vocación humanitaria, nació en 1883 animada por la solidaridad de los expatriados y por su pretensión colectiva de responder a las necesidades médicas de la comunidad española en ultramar.

El autorretrato dice que fue «emigrante allandés desde el vientre de mi madre, a la que las circunstancias obligaron a parirme en Pola de Lena», pero también que nunca se ha sentido de otro sitio más que de aquí y que «llevo esta tierra pegada a mí hondamente». Y eso que después del nacimiento fortuito aún debería emigrar varias veces, «primero interno al Colegio Santo Domingo de Oviedo a estudiar el Bachillerato y con 19 años a Puerto Rico, a la Universidad y en busca de aquel futuro vedado en la España oscura de entonces. A Fierres le tocó ser «de Allande afuera», y así se retrató a sí mismo al recoger el galardón de hijo adoptivo del municipio -el 13 de septiembre de 2010-, pero de Allande siempre, matiza. Se sigue sintiendo parte, a su manera, de aquella Pola que abandonó «deseoso de oportunidades», pero también de ésta a la que ahora regresa a menudo de visita para descubrir que está «más cuidada» que la que recuerda, pero a la vez «menos habitada y más triste».

La primera imagen que el recuerdo adosa de inmediato a la villa tiene vida. Están «mis padres, mi familia y su gente», «don Luis, mi maestro, o el sacerdote don Ramón y mis amigos» y por detrás de ellos se van sucediendo los escenarios. En aquella Pola igual que en ésta el río Nisón está casi en todas partes, pero también van apareciendo poco a poco «los campos, el parque de El Toral, el Casino, la iglesia, la Santina y las fiestas del Avellano», las que Fierres disfrutó de niño y pregonó de adulto, en septiembre de 2009.

Como tantos otros allandeses, eslabones esenciales en la extensa cadena de la emigración asturiana, un tío suyo tiró de él hacia América y allí estudió y triunfó en el sector textil sin descoser nunca un hilo invisible que atravesaba el Atlántico hasta Pola de Allande y Asturias. Él se fue a Puerto Rico, pero el rastro del éxodo se bifurca en el océano y permite descubrir el éxito de allandeses ilustres también en la República Dominicana, Cuba, Argentina o Venezuela, y sin salir del pueblo encuentra huellas de su apego a la tierra en casas y monumentos visibles en todo el casco urbano de La Puela. Cuando debe responder por las razones de tanto y tan fructífero viaje ultramarino desde un concejo extenso pero poco poblado, el empresario allandés asegura que todos los que abandonaron estas orillas del Nisón «se fueron deseosos de oportunidades», que «se esforzaron, estudiaron, trabajaron y triunfaron tanto que hubo un tiempo en que algunas de las grandes industrias de Puerto Rico estaban controladas por allandeses».

Llegaron a la meta sin perder de vista el punto de partida. «En cada éxito logrado», confirmó Enrique Fierres al oficializarse su condición de hijo adoptivo del municipio, «enarbolo la verde y amarilla bandera de Allande, con su escudo alunado, y beso la medalla de la Virgen del Avellano». En Puerto Rico fue director y vicepresidente de la Casa de España, vicepresidente del Centro Asturiano y del Instituto Puertorriqueño de Cultura Hispánica y desde mayo de 1992 presidente de la Sociedad Española de Auxilio Mutuo. Manda en una institución que levantó un hospital por iniciativa de emigrantes allandeses y que presidió antes que Fierres al menos otro hijo de esta tierra, el ex alcalde de Allande Segundo Cadierno. Allí, entre otros, mandaron ellos y Severo Ochoa Pérez, el padre del Nobel de Medicina.

Con su labor de casi dos décadas al frente del centro hospitalario donde falleció el músico Pau Casals y se curaron, entre otros, los poetas Pedro Salinas y Juan Ramón Jiménez, Fierres acepta que ha encontrado un modo de devolver en parte la ayuda que los emigrantes españoles recibieron en América, «pero además siento que cumplo mi misión humanitaria». Esa tarea mereció el año pasado la encomienda de la Orden al Mérito Civil, concedida por el Rey, pero Enrique Fierres no duda en afirmar que es el hijo adoptivo de Allande «el premio más entrañable que he recibido. Sentí el cariño de los míos».

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