La pola del valle oculto

La capital ibiense, pequeña villa agobiada por el declive demográfico, cuenta con vida, historia y recursos que sólo esperan iniciativas para ponerse definitivamente en el mercado

Fermín Rodríguez / Rafael Menéndez Centro de Cooperación y Desarrollo Territorial (CeCodet) / San Antolín de Ibias (Ibias)

San Antolín es una pequeña villa que salpica de blanco el fondo de un valle verde, amplio y diáfano que, sin embargo, no encuentra salida en las montañas que la rodean por todos los puntos cardinales y sólo una cinta, pegada al alargado embalse, permite, conteniendo la respiración, el paso a Grandas. Es el muy hermoso valle bajo del río Ibias, que corre en pasillo arbolado hacia el gran Navia. Casi oculto entre Asturias y Galicia, pronto ve sus aguas remansadas por el embalse de Grandas y su obra imposible, representativa de una época dura en todos los sentidos.

San Antolín presume de su río, que quizá logre sobrevivir a las afrentas de la minería de montaña. También de su paseo, de su senda del oro hacia Cecos y de su pequeña iglesia medieval, que pide a gritos una reparación, sin grandes gestos ni cambios, sólo los imprescindibles para que muestre toda su belleza, eliminando incurias del tiempo y del hombre y realizando el mantenimiento necesario. De nuevo nos encontramos con la desidia asturiana por el patrimonio histórico.

Es villa desahogada, con varias agrupaciones o barrios de nombres sonoros. Destaca el cogollo del Sol, en una colina-mirador sobre el río, junto a la plaza, la iglesia y el Ayuntamiento. También El Fondal, Las Barreiras, La Campa, El Foxo, La Torre, Villardel, Cascarín y otros. Enhebrados hoy en torno al eje de la modesta carretera entre Cecos, Marentes y el puente sobre el embalse, que divide la que va a Fonsagrada y la que también va a Fonsagrada, como reza el cartel, lo que según el chiste demuestra que los gallegos ya saben que el mundo es redondo.

Aunque San Antolín se acoge al valle, de baja altitud, está rodeado por altas montañas, que han condicionado su relación con el exterior, manteniendo un pequeño mundo aislado, una más de las fantásticas burbujas asturianas, en el que la pequeña villa constituye el centro de aprovisionamiento y de servicios públicos para un concejo extenso y montañoso, de más de sesenta aldeas y dos mil habitantes, hasta hace bien poco. Y un notable equipamiento escolar, que ha servido a numerosas y originales iniciativas locales, incluidos los cursos de verano universitarios.

Si la industrialización de la segunda mitad del siglo XX fue un duro golpe para la vida local, que vio emigrar a la mayoría, el agotamiento demográfico de la primera década del XXI parece querer aplicar la puntilla. En diez años el concejo ha pasado de 2.152 a sólo 1.698, una pérdida de 450 residentes empadronados, cifras que ponen de relieve una situación difícil para el futuro inmediato. La villa capital se mantiene en torno a los 330 habitantes empadronados, algo más de 500 en la parroquia, que contiene algunos pueblos interesantes como Cuantas, con buenos caminos para recorrer con calma. La mayoría de los pueblos de la parroquia rodean la villa desde las alturas, ofreciendo magníficas vistas sobre el valle. Es el caso de Caldevilla, Piñeira, Villamayor y Folgoso, entre otros.

San Antolín es una pequeña villa. No un núcleo rural que hace función de villa, sino una auténtica villa. Y no de las menores del mapa municipal asturiano. Que trata hoy de hacer valer su tranquilidad, su estructura urbana, sus servicios, su incipiente sector hotelero, para sacar partido de unas condiciones idóneas para ofrecerse al turismo regional y extrarregional que busca equipamientos, calidad, tranquilidad y cosas que hacer en el medio rural. E historia cotidiana de las muchas gentes que aquí vivieron y trabajaron para sacar de un medio difícil recursos y subsistencias. Y el conocimiento de las tradiciones artesanas y de la transformación de los productos locales, entre los que destaca el vino y toda la cultura que en torno a él se desarrolla.

Una mirada somera nos indica que aquí hay vida, cultura, historia y recursos para la vida buena. Quizá falte dar con el modo de poner todo lo que hay, que es mucho, en la nueva economía, de manera que permita a gente con iniciativa emprender proyectos de futuro. Que permitan el mantenimiento de un territorio concejil original, extremadamente montañoso y aislado, que ha sobrevivido a muchos ciclos de sucesivas modernidades y que aporta a la región diversidad y personalidad.

San Antolín tiene el Sol, atractivos y maneras de villa mayor

Si Ibias trata hace años de difundir su atractivo y soleado clima veraniego, como diferencia y reclamo en una región de verano cambiante e inseguro, San Antolín aporta el pequeño cogollo de casas, tiendas y establecimientos del Sol, que domina el valle del río Ibias y el barrio del Fondal. Al Sol se arriman plaza, iglesia, Ayuntamiento y una estructura comercial que fue más importante y que aguanta contra el descenso de residentes. Tiene San Antolín maneras de villa mayor y atractivos para hacer valer su Sol y su agradable pasar, si afirma su posición en el mapa regional y en el de los territorios rurales que apuestan por el futuro.

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