Agro y cultura
El núcleo más poblado de Candamo explora caminos alternativos al declive agrario proponiéndose como destino de turismo cultural, explotando su cueva prehistórica y sus restos de arquitectura militar
En la estación de San Román se han parado los relojes. Por un lado son siempre las tres en punto; por otro las diez y diez. Imposible saber si de la mañana, de la tarde o de la noche, pero siguen pasando trenes. La imagen puede servir para ilustrar alguna versión pesimista de lo que ocurre en esta orilla del Nalón que esconde un pueblo atrapado a su modo en el tiempo, detenido viendo pasar trenes, esperando en el andén a punto de decidir cuál es el suyo. La culpa la tiene la muerte del campo, que no es el final, aunque se le parezca mucho, y la certeza de que tras esta vía muerta se abren otras. Ahora sólo hay que descubrir la correcta. Jesús Nicanor García, «Tino», directivo de la Asociación de Vecinos de San Román, las explora señalando hacia este pueblo empinado que, visto desde la estación, todavía trepa del río a La Peña, pero que está ahora demasiado limpio y más vacío, desposeído de las vacas que había «en todas las casas» cuando aquí «se sembraba todo». Ya no. «No se ve una vara de hierba» y la pregunta «¿ahora, qué?» adquiere significados múltiples en la boca de algunos que han decidido quedarse. Adela Fernández sigue aquí contra los elementos, pegada a las cuatro hectáreas de tierra donde crecen los árboles de su vivero, pero es que tampoco están todos. Muchos se los llevó la gran riada de junio, ejemplo triste de los riesgos que, dicen aquí, han empujado a muchos jóvenes hacia las comodidades de otras formas de ganarse la vida.
Como casi siempre, no obstante, hay al menos una respuesta y ya estaba en casa. Federico Bances, componente de la Asociación de Vecinos de San Román, enseña el camino a partir de «lo que tenemos por naturaleza. Sólo hay que limpiar y promocionar». Y lo que tiene el lugar más poblado del concejo de Candamo -268 vecinos después de la retirada que se llevó el diez por ciento de los 300 que iniciaron el siglo- es, entre otros recursos, una cueva Patrimonio de la Humanidad con figuras animales del Paleolítico, un palacio del siglo XVII reconvertido en Centro de Interpretación de la Prehistoria o una fortificación de la Guerra Civil bien conservada. Y un río que tuvo salmones y que hasta se proyectó navegable, y algún establecimiento hostelero con nombradía... Un potencial, en fin, para enseñarse como destino de turismo cultural y de naturaleza a tiro de toda la Asturias metropolitana. He aquí una de las salidas para la encrucijada del declive agrario sin que eso simplifique el porvenir, puntualiza Adela Fernández, ni suponga resignarse definitivamente a dejar el campo morir. «El paisaje de los pueblos se hace con la agricultura y está desapareciendo», se lamenta con la amargura de la insumisión a prolongar la agonía de un panorama «mucho más feo».
De perdidos, al río. Pero aquí tampoco. El Nalón era «el río más salmonero de Europa» y «está muerto» al decir de Jesús Nicanor García. Hasta este lado de la ribera, denuncia, «no llegó una peseta de fondos mineros, porque no tenemos minas, pero sí toda la porquería» de ese Nalón ennegrecido a fuerza de lavar carbón en el curso alto y acabar, protestan aquí, con la riqueza piscícola del cauce y con algunas de sus potencialidades como objeto de comercialización turística. Fernando Prieto, hostelero propietario de El Mirador del Nalón, el único hotel de San Román y en el pasado efímero punto de precintaje de salmones, llora esa pérdida en la que también influyen, dice, la elevada temperatura del agua, «superior a la del Narcea en al menos cuatro grados por el agua que sueltan las centrales térmicas. Por eso los pocos alevines que llegan hasta aquí salen del Cubia», lamenta. Y no es por eso, pero tampoco se ve rastro de los proyectos del Principado para este tramo del río -«se llegó a hablar hasta de playas fluviales», sonríe Tino-, ni se aprovecha su entorno ni se adecentan «los caminos junto al cauce para los pescadores y para pasear», propone Adela Fernández.
Desde esta ribera exprimible, pues, habrá que levantar la cabeza, mirar hacia arriba y subir a descubrir que La Peña, este risco escarpado por el que escala San Román, tiene respuestas múltiples a la interrogación por el futuro de este lugar hecho cuesta arriba. Los que han visto pasar turistas haciendo preguntas no admiten dudas, San Román tiene potencial y viviría mucho mejor si se viera. La Peña Blanca esconde dentro caballos, ciervas, uros o bisontes grabados en su cueva prehistórica y, desde fuera, además, permite atalayar este valle bajo del Nalón desde una fortificación de la Guerra Civil que completa la teoría sobre la potencialidad receptora de visitantes con inquietudes culturales que se reconoce en el pueblo. Es otra vuelta al «limpiar y promocionar» de Federico Bances, una mano de pintura y un sitio en el mapa para San Román, para la enorme riqueza que guardan su gruta, su réplica de la caverna en el Centro de Interpretación o sus restos de arquitectura militar. La cueva, descubierta en 1914, setenta metros de longitud y por motivos de conservación abierta al público únicamente en temporadas altas -del 31 de marzo al 11 de abril y del 1 de junio al 15 de septiembre-, ha interesado este año a aproximadamente un centenar de personas más que el pasado, 2.107 en 2010, según los datos del Ayuntamiento de Candamo. Algunas más, 2.234, han sido recibidas en lo que va de año en la réplica pulcra del Centro de Interpretación instalado en el palacio Valdés Bazán, una «extraordinaria casa de campo», en definición de Jovellanos, que fue restaurada para esto y biblioteca, entre otros usos, ya en mayo de 1999.
Un caballo de los que se hallaron reproducidos en la cueva ondea incluso, marrón sobre fondo amarillo, en la bandera de Candamo. Tanto espera el concejo de su conexión con el Paleolítico que la ha elevado a símbolo, aunque aquí se detecta al menos un problema de visibilidad. «Vengas de donde vengas, no se encuentra ningún letrero que indique San Román, ningún panel informativo que oriente desde la autovía hacia esta cueva Patrimonio de la Humanidad. No sé de quién es la culpa», se queja Santiago García, presidente de la Sociedad de Fomento de San Román, un club social levantado a pulso por los vecinos que vive desde los años veinte del siglo pasado. En la mentalidad popular, «Candamo es la fresa» más que todos estas posibilidades de aprovechamiento histórico y cultural y al hotel-restaurante de Fernando Prieto llegan clientes de Oviedo «diciendo que no saben dónde estamos».
Peña arriba, los componentes de la asociación de vecinos miran el pueblo en plano picado, desde aquí se le ve bajar a morir a las vegas del río, y se duelen de una pérdida recuperable al alcanzar una construcción de piedra que fue atalaya y fortaleza en lo más crudo de la Guerra Civil. «Impresiona», afirma Benjamín López. A un lado todo San Román en rápido descenso hacia el Nalón; al otro, cosidos a lo alto de la peña, los nidos de ametralladora de «la mejor fortificación de la zona», pero desconocida y poco enseñada, vuelve la misma queja. «Volaron los techos» y se deterioraron algunos muros para extraer el hierro, pero en lo que queda se reconocen varios cientos de metros de construcción que pide el desarrollo de un proyecto para «hacerlos visitables» que ya está firmado y continúa vigente. Parado, pero en vigor, con las rúbricas del Ayuntamiento y la Mancomunidad del Camín Real de la Mesa junto a la Asociación para la Recuperación de la Arquitectura Militar Asturiana (ARAMA 36/37). El plan, recuerda el presidente de este colectivo, Artemio Mortera, nació asociado a la recuperación de las fortificaciones de la sierra de El Pedroso y a un Centro de Interpretación de la Guerra Civil que se instalaría en San Román. Se acometerá primero el de El Pedroso, el menos complicado, dice, y quedarán pendientes, pero vivos, los otros dos, el de La Peña, lastrado por la propiedad privada de los terrenos donde se asientan las construcciones.
Mientras tanto, por la geografía escarpada de esta ribera del Nalón se dispersa la lista extensa de recursos por explotar. El porcentaje de jubilados y pensionistas que calcula Prieto -«un 70 por ciento»- pone palos en las ruedas, pero el camino es reversible a la vista de este trazado rural con posibilidades que lo mismo encuentra aquí una finca con ovejas que allí un maizal lindando con una promoción nueva de «viviendas libres a precio concertado» al lado del consultorio, la farmacia, la Caja Rural y el centro dental. Todo mezcla. Se ve un edificio de arquitectura vanguardista, un prisma rectangular, gris y blanco, desde el balcón de un palacio del siglo XVII y más arriba sobresalen una residencia geriátrica privada -22 plazas en una casa de indianos- y un spa especializado en los tratamientos de una clínica psicológica. Y supermercado y peluquería, y el hotel -ocho habitaciones, un apartamento-, dos casas rurales y tres restaurantes, una compañía de materiales de construcción y una panadería, además de las cuatro hectáreas de viveros y una empresa que hace miel y licores, vinos y vinagres con fresas y manzanas de la zona, donde Jesús Díaz trata de exprimir lo que aquí siempre ha dado la tierra.
De los frutales autóctonos a un proyecto para rescatar el vino de Candamo
Poco que ver con el paisaje escueto de la pasividad industrial de Grullos, San Román siente más ambiente residencial a tiempo parcial y algún indicio más de actividad que la capital de su concejo, aunque el desierto de un día cualquiera pudiera ser equiparable. Falta suelo industrial, eso sí, porque «si empezásemos por los cimientos, lo primero sería un espacio donde instalar alguna empresa, que no existe», reclama Jesús García.
La oferta inmobiliaria en tímido repunte, más lento y con menos figuras de protección pública de las que desearían los vecinos, ha conseguido que retoñe muy levemente el paisaje humano en San Román, con sus adosados amarillos colgando carteles de «Se vende» y sus chalés nuevos ladera abajo, en el barrio de Trasquilos. Para dar fe de la renovación social, un niño juega con su madre en el parque infantil que limita con la finca del palacio y una pancarta casera anuncia que «Bea y Juaki se casan este fin» desde la verja que delimita los terrenos de la estación de Feve. Hay sitio para más, se oye la voz de algún vecino que responde de la existencia de demanda de suelo para vivir aquí, porque sabe «de gente que habría comprado si hubiera», asegura Fernando Prieto. «Es un lugar privilegiado, que tiene de todo», habla la experiencia de Santiago García, luanquín residente en San Román desde hace nueve años. Como en Grullos, a veces atrae este entorno rural próximo, el pueblo pueblo tranquilo y bien cuidado, con sus casas de piedra y su arquitectura rural tradicional a la vera de todo el centro de Asturias, bien comunicado por carretera y con el ferrocarril de vía estrecha dando facilidades a la puerta de casa.
Para vivir aquí y encontrar de qué, una respuesta fácil y eficaz dirige la mirada hacia lo que siempre ha tenido el concejo, tierra fértil. Aunque el campo no dé todo lo que daba, Adela Fernández cultiva todas las variedades de frutales de la zona -manzanos, cerezos, melocotones, perales...-, además de árboles ornamentales, cuando las crecidas del Nalón no se los llevan, y con su marido, Manuel Ángel López, ha asumido la tarea de recordar que Candamo, además de fresas, tuvo viñedos de una variedad «única». Junto al río, hasta las crecidas de la primavera, cultivaban setecientas cepas de variedades ya explotadas a la espera de que dé frutos el trabajo de Manuel Ángel para la recuperación de la planta original, en sus dos especies de uva conocidas, la blanca y la negra. También hubo olivos, delata el topónimo de El Peñón de los Olivares, y por todo eso exageró el poeta Julio Cano buscando el jardín del Edén a este lado del Nalón: «Aquí Adán se comió la pecadora manzana / si era reineta o mingana, eso no se averiguó».
Un club social hecho a mano
La Sociedad de Fomento de San Román encaja en las rugosidades de La Peña como en el entramado social de su pueblo. La Sociedad de Fomento es un club social con su complejo deportivo hecho a mano a ratos perdidos con todos los brazos que se pusieron a tiro en la localidad y hoy llena el barrio de La Vallina, empotrada en lo alto de la ladera que domina San Román, con su piscina, su pista de tenis, su cancha deportiva y, a cubierto, cafetería, gimnasio y salón de sesiones. Hoy, sus socios -unos seiscientos- duplican la población del pueblo y no son todos del concejo. El camino partió en torno a los años veinte y el club empezó a ser como se ve hoy el 8 de agosto de 1981, cuando una gran fiesta para todo el pueblo inauguró el hogar social y el vaso de la piscina. En los 29 años de labor que calcula algún directivo se llegaron a ver «hasta noventa personas trabajando todos los sábados» y si hay un impulso decisivo unánimemente reconocido es el del doctor Adolfo Álvarez Cuervo, médico nacido en San Román, presidente de la Sociedad de Fomento hasta su fallecimiento y homenajeado ahora en un monumento que recibe a la entrada del club social.
Ejemplo del «todos a una» que se le supone a las colectividades rurales y desprovisto del alarde elitista que todo esto tiene en las grandes ciudades, la Sociedad de Fomento «tuvo sus épocas mejores y peores, pero siempre estuvo ahí», confirma su presidente, Santiago García. No sólo hicieron todo lo que se ve casi a mano, con poca ayuda más que una pequeña hormigonera, «también fuimos administradores de la cueva prehistórica, le pusimos la luz eléctrica y colaboramos en la construcción de la carretera que le da acceso. Asfaltamos el pueblo, recogimos la basura con un tractor, limpiamos los siete basureros que había en San Román...».
El Mirador
_ El saneamiento
Entre los proyectos importantes, los vecinos adelantan el de la finalización de la depuradora y la red de saneamiento. Federico Bances pediría además, igual que siempre «desde hace cinco años», que «se canalicen las aguas que bajan de los montes, porque se vierten a los caminos».
_ La vivienda
En San Román se ha vuelto relativamente habitual, cuenta Fernando Prieto, la pregunta por «casas viejas para restaurar». La oferta de vivienda, sobre todo protegida, se observa en algún caso insuficiente. «Dicen que no hay terrenos», protesta Federico Bances, pero sale la rivalidad, porque «en Grullos los compró el Ayuntamiento», afirma Jesús Nicanor García.
_ El patrimonio
La Asociación de Vecinos de San Román destaca el potencial turístico de la cueva prehistórica y las fortificaciones militares de La Peña, pero también ve otras esquinas del patrimonio cultural y natural desaprovechadas en el pueblo. Hay un antiguo lavadero sin reparar, denuncia Federico Bances, y junto a los terrenos la Sociedad de Fomento un castañéu que adecentó el colectivo vecinal con el proyecto de un área recreativa que se ha quedado sin eco en el Ayuntamiento.
_ El suelo industrial
La geografía no ayuda, pero aquí se observa prioritaria la habilitación de espacios para empresas. Con algún ejemplo, como el de Adela Fernández, propietaria de unos viveros que «para instalar una nave, tuve que comprar una finca».
_ El río
El declive de la pesca del salmón tiene sus propias razones en el Nalón, pero además de las medidas universalizables para la recuperación de la especie aquí se mira el río como espacio de explotación turística con sendas o paseos por sus riberas.
_ La Guerra Civil
Al final de todos los proyectos hay la necesidad, afirman aquí, de conseguir para San Román un escaparate a la altura de sus recursos culturales. Ya ayuda el Centro de Interpretación de la cueva prehistórica y ayudará, si se lleva a cabo, el de la Guerra Civil, que promocionaría las fortificaciones de La Peña.
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