Hay que buscarse la vía
La cabecera urbana y comercial del interior de Valdés resiste sostenida por su oferta de servicios mientras lamenta cierta orfandad y falta de atención de las administraciones
La lápida que explica el origen de Trevías ocupa el centro de una plaza a la espalda de la iglesia de San Miguel, delante de las catorce cruces de piedra que marcan las estaciones del vía crucis y a las puertas del colegio público, la fachada decorada en trazo escolar con las 27 banderas de la Unión Europea y un Quijote con su Sancho. Aquí es donde empezó todo y para que conste la estela data con exactitud en el 21 de marzo del año 1000 la fundación de esta parroquia más que milenaria. La leyenda grabada en ella, réplica de la original que resiste desgastada junto a la puerta principal del templo, finaliza garantizando que «todos cuantos oraren en este lugar por otras personas (...) tendrán después de esta vida un patrono o protector». El mensaje, inquietante o premonitorio, según se mire, sigue sirviendo en el tercer milenio para el autorretrato de este pueblo que desde dentro se va a ver a sí mismo desamparado y falto de atención en esta vida, huérfano de protector o patrono, desasistido por la lejanía de la autoridad municipal. Trevías puso esta lápida aquí cuando celebró en el año 2000 la fiesta de su «primer milenario», aquella llamada de atención sobre la existencia de este segundo y único núcleo urbano de Valdés fuera de Luarca, centro comercial del interior del concejo, cabeza del valle que le da nombre -Valdés es etimológicamente valle del Ese, del Esva- y geográficamente, o de eso presumen aquí, el corazón del municipio más poblado de la costa occidental asturiana.
Pero para llegar a Trevías desde el centro de Asturias, denunciará alguna voz en el vecindario, hay que saber. Hay que saber salirse de la Autovía del Cantábrico en Cadavedo sin que ningún indicador oriente al conductor despistado. Este pueblo, se oye por otro lado, también reclama un polígono industrial desde 1992 y no ha sabido nada de ninguna compensación por la pérdida traumática del tráfico intenso que no hace tantos años bajaba en masa de La Espina hacia Luarca por esta travesía urbana de la N-634. El de aquí no es el paisaje desolado del resto del recorrido vacío de esta carretera olvidada, pero desde que el eje de la comunicación se ha desviado hacia la costa en Trevías se han deshecho de golpe las ventajas del eterno lugar de paso obligado. Pero a pesar de todo, contra la corriente, Trevías resiste. El núcleo urbano, 541 habitantes al acabar 2009, se opone a la profunda depresión demográfica de su concejo con algún morador más hoy que en 2003 y un poder de absorción intacto sobre la población de los pueblos de su extensa parroquia, diecisiete localidades con menos de 1.500 habitantes entre todas y aproximadamente doscientos menos que al comienzo del siglo. Trevías, que acomoda su inconfundible trazado urbano a las líneas paralelas de la carretera nacional y el río Esva, se sostiene gracias al magnetismo de sus servicios y «a costa de los pueblos de alrededor», define Alberto Oria, fundador del club de ajedrez Valdesva y profesor del colegio. Esto medra al ritmo que se retrae el entorno rural de aquellas otras localidades menores, que «se convierten en residencias de jubilados» y acaban en nicho de ganancia de población para Trevías, que hace valer su escaparate de servicios básicos mucho más allá de los límites de su parroquia. Hasta el Colegio Público San Miguel, que cubre hasta el segundo ciclo de la Enseñanza Secundaria, han venido a clase alumnos de setenta pueblos, rememora Oria, «con carreteras y trayectos a veces muy largos». Llegó a 607 estudiantes en el curso 1976-77 -más que habitantes ahora- y 431 de ellos iban y venían en algún tipo de transporte público. El problema es que ahora apenas quedan 130.
El paisaje envejecido se descubre sin preguntar en el recorrido por estas aceras que convierten en calle la N-634, pero el primer vistazo también carga de razones a los que justifican con los servicios básicos la «caída» de este pueblo que cita entre sus tradiciones una de «mucha iniciativa comercial e industrial». Román Martínez tiene un aserradero en esta villa que antes tuvo «fábricas de jabón, de chocolate, de caramelos, de gaseosas y muebles...» Hace ya más de veinte años, denuncia él, que también se llevaron «sin compensación» los miniquesos que la empresa Bel elaboró en la antigua factoría de Nestlé en Brieves con los brazos de 110 empleados, pero aquí hubo fuego y siguen quedando rescoldos. «Esto es como Oviedo, pero en singular», define Balbino Gutiérrez, presidente de la Asociación de Comerciantes de Trevías, enumerando a su modo esta oferta comercial a escala rural: «Tres talleres de coches, dos carnicerías, tres tiendas de ropa, librería, una imprenta y empresas de construcción, óptica, electrodomésticos» y la asesoría fiscal de Tomás Arias, que mira a su alrededor y observa relativamente cubiertos «todos los servicios». Sobrevive eso, el colegio, el centro de salud y la farmacia, muchos bares y un muestrario suficiente para que Pablo Suárez, concejal del Ayuntamiento de Valdés y presidente de la parroquia rural de Trevías, haya comprendido las razones de más de un matrimonio mayor de los que han dado hacia aquí ese paso corto para salir del pueblo sin alejarse demasiado, para no dejar la casa del todo y poder volver, para quedarse a vivir en este su entorno urbano más próximo: «Estamos solos allí», dice que suelen decir, «nos pasa algo y no se entera nadie». Por eso cae la población de la parroquia y Trevías aguanta, aunque la de aquí tampoco se libre de los defectos del paso del tiempo. «No hay un piso vacío», constatará Balbino Gutiérrez. Enfrente, tres obreros rematan un edificio blanco de tres plantas todavía con las persianas bajadas.
En esta periferia urbana del concejo de Valdés, donde se abre el paisaje al terminar el descenso desde La Espina hacia la costa por la vieja ruta del interior, el desamparo ha modelado además una suerte de apego y orgullo de pertenencia. «El treviense es muy treviense», va a decir Aurelio Bugallo, «Pichi». «Si se va, no se va de buen grado, hay que empujarlo». De ahí, tal vez, cierto espíritu de rebeldía que ve el pueblo, en la versión de Román Martínez, «a remolque de una política municipal terrorífica para todo lo que no sea la villa». Se refiere a Luarca y por extensión a un «sistema municipal y autonómico» que convierte en sufridor al medio rural y no consigue que pueblos como éste sean a fin de cuentas «dueños de su futuro». Sin llegar a proponer abiertamente la secesión, o sí, entra de lleno en el debate sobre el número de municipios en Asturias y planta el ejemplo de Trevías en contra de la corriente fusionadora. Él pide más. «Se oye a veces que sobra alguno de los 78 concejos asturianos», apunta, «cuando alguna provincia muy desarrollada supera los doscientos y Francia, por ejemplo, tiene unos 33.000. Veo una escasez enorme de municipios», confirma, y una frustrante comparación con el pasado, cuando esta parroquia rural «administraba unos bienes». Ahora no. «Superamos en población a más de veinte concejos asturianos que no bajan de 700.000 u 800.000 euros de presupuesto. Yo, aquí, no los veo por ningún lado».
De vuelta en Trevías, pero sin perder de vista esa desazón que da la orfandad, Gutiérrez enumera las obras que aquí se pagaron «a escote» -las aceras, la traída de aguas...- y Martínez los proyectos fallidos que pueden y ya deberían haber reanimado a este lugar acostumbrado a buscarse la vida. Aquel polígono industrial, empieza, daría salida al espíritu emprendedor que siempre se ha reconocido en el pueblo y zanjaría una reclamación incumplida desde principios de los noventa, «mucho antes de que se hiciera el de Almuña-Barcia», a la salida de Luarca, donde se alojan por lo menos «más de veinte empresas de este valle». El espacio está reservado más allá del río, a la entrada de la localidad desde Luarca, ha pasado ya por encima de los recelos de la Confederación Hidrográfica del Cantábrico sobre la inundabilidad del terreno. Tiene «el proceso de expropiación prácticamente cerrado», responde Pablo Suárez, «y el proyecto hecho, de modo que en la próxima legislatura sus dieciséis parcelas podrán estar totalmente ocupadas». Aunque se cumplan el pronóstico y el plazo, aún quedará concluir el Corredor del Esva, que ni está ni se le espera, que tiene hecho el tramo de Cadavedo a Cortina y sin comenzar todos los demás de la conexión de Navelgas con la Autovía del Cantábrico a través del valle de Paredes y de Trevías. Este pueblo podría confiar en recobrar así el sentido del topónimo que le arrebató el traslado del eje de comunicación del interior a la costa y que todavía, pese a todo, identifica esto como una fusión de caminos: «tres vías» o «entre vías». Y puestos a pedir, también caminos a pie. Román Martínez expide a nombre de quien corresponda la solicitud de la «senda peatonal del Esva», una ruta por las hoces de este río «que reúne mejores condiciones de todo el Occidente» y que podría dar vida a todos estos pueblos del entorno «sólo con que terminase siendo la quinta parte de la Ruta del Cares». Ya se recorre la sección que está dentro del territorio de Tineo y quedan los tramos de Valdés, de Trevías y Brieves a Bustiello de Paredes.
La urgencia de la senda enlaza directamente con el descubrimiento del potencial turístico de una zona que «se vende muy poco». Félix García, treviense, ex campeón de Asturias de rallies y propietario de un concesionario de coches en el pueblo, da por cierto que la mirada como destino turístico «nos ve como una zona de interior, pero estamos a cinco kilómetros de las playas de Cadavedo y Cueva. Están más lejos en Villaviciosa, y esto es más barato, y hay sitio para aparcar...». Pero en esta zona de evidente inclinación terciaria fallan los servicios hosteleros, apunta algún vecino. Se ve poco sitio donde comer y la pescadilla se muerde la cola cuando la falta de clientela hace que a veces lo poco que hay decida cerrar los domingos. Faustino García tiene una óptica en Trevías y una casa de aldea de oferta singular con observatorio astronómico en Muñás de Arriba, y da por cierto que aquí «el turismo es una de las actividades con perspectiva». Calcula a simple vista unas 300 plazas de alojamiento rural en la suma del valle del Esva y argumenta que esa alternativa tendrá recorrido con la finalización de los proyectos pendientes y la salvedad de que esto «mueve económicamente, pero no fija población».
A favor de la corriente de un río «abandonado»
Por el paseo fluvial que acompaña al Esva remontan el río varios peatones de media tarde que darían fe del vínculo entre el pueblo y su cauce. La localidad valdesana se mira en el agua, tiene una sociedad de pescadores con más de 640 socios de toda España y alguna garza y muchas nutrias en un entorno verde inseparable del río salmonero que lo atraviesa. Pero el Esva duele en Trevías. Lastima el «abandono» que a la orilla percibe, día sí y día también, el presidente de La Socala, la asociación que agrupa a los pescadores de esta cuenca y que tiene asociados aquí y «en Huesca, Pontevedra, Valladolid...». Gil Ramón Rico alerta sobre una colisión de competencias que se lleva por delante la conservación del río. «No sé si las soluciones competen a la Consejería, a la Confederación Hidrográfica o a ambas, porque incluso han llegado a denunciarse entre ellas», pero sí que al final la factura «la paga el Esva» y que «nosotros llevamos diez años diciéndolo».
Ensucian los vertidos directos sin depurar desde Navelgas hasta Trevías, pero ya afligen menos las restricciones de la normativa que controla la escasez del salmón. Aflojadas mínimamente las restricciones del año pasado, con «quince días más de pesca y recuperado el viernes como día hábil», Rico agradece que al menos, «poco a poco, vayamos consiguiendo cosas». Su experiencia, en fin, les va a servir a los que defienden el potencial turístico de esta zona en la que La Socala recibe con cierta frecuencia a aficionados que «vienen a pescar con toda la familia. Eso se tiene que notar en la hostelería», sostiene. «La pesca es una fuente de recursos, como la caza o el deporte».
Y nunca sobrarán las alternativas en este entorno de radical tradición agraria en proceso de reconversión. Del retroceso de lo rural dan fe la denominación de esta zona anexa al río, junto al puente, que se sigue llamando La Feria aunque ya se hayan perdido las de ganado, y la nostalgia enterrada en la fotografía de un día de mercado en 1925 en la que la gente no permite ver la carretera. «Había ferias ganaderas que eran referencia para todo el Occidente, y se fueron al traste», rememora Román Martínez. Por eso, otra vez, vienen a dar aquí los anhelos de un cambio de orientación; por eso las viviendas sociales construidas en el entorno del nuevo campo de fútbol de San Miguel son ahora el refugio de catorce familias «que en su mayoría vivían antes en los pueblos del entorno», confirmará Pablo Suárez. Es la certeza de que la vida continúa a este lado del Esva de otra manera y su reflejo en las cifras de población. Como casi en ningún otro lugar de este concejo declinante se aguantan aquí, tal vez, justo porque la depresión demográfica entristece sobre todo al medio rural y porque no es precisamente agrícola, infiere Balbino Gutiérrez, este territorio urbano de la carretera y el río de Trevías.
Un pueblo en jaque y el rastro de su lugar en el mapa
-Pero eso de Trevías, ¿dónde está?
Alberto Oria cada vez escucha menos la pregunta de boca de quienes juegan en serio al ajedrez, pero Félix García todavía tiene que orientar hacia su taller a ciegas, sin contar con los indicadores, a los que se acercan por primera vez hasta esta orilla del Esva. Trevías ha estimulado la imaginación para encontrar su lugar en el mapa y hacerse ver por caminos aparentemente minúsculos y a veces poco transitados en el occidente asturiano. Valdesva, por ejemplo, es aquí un club de ajedrez que no juega derbis porque no tiene competencia en la zona, desgraciadamente, y cuyo primer equipo acaba de ascender a la primera categoría regional. Llama la atención su existencia por lo menos tanto como su persistencia y su fecha de nacimiento, 1982, «porque es fácil que haya iniciativas puntuales», afirma Alberto Oria, «pero no tanto que se mantengan en el tiempo».
Veintiocho años después, la escuela del Valdesva enseña hoy a veinte niños a partir de los seis años, el club mantiene un equipo en primera y otro en tercera y a muy pequeña escala va dando motivos para eliminar aquella pregunta sobre la localización de Trevías que no aclaran los indicadores en la autovía del Cantábrico. En el restringido mundo de los tableros cuadriculados este pueblo «llama la atención» y los torneos, uno internacional de dieciséis años por San Miguel, «suponen un poco de riqueza para el pueblo». En verano, y para que refulja la simbiosis entre actividades diversas, un circuito de siete torneos por todo el concejo trata de estimular otra clase de turismo. También «publicamos una sencilla revista mensual para divulgar el ajedrez», enlaza Oria. Este deporte tranquilo es aquí «un fenómeno que se sale de lo corriente» y para que no acabe por sentirse solo, «habría que mimar a las pocas asociaciones culturales y deportivas que hay en la zona, dinamizar a la juventud». Eso también fija población, argumenta el fundador del club. «Hay gente que busca estas cosas».
Y para «esas cosas» aquí están el Valdesva y La Socala el Club de Tiro Las Nieves, la Asociación Festiva y Cultural Treviense San Miguel, un equipo de fútbol en Segunda regional a punto de cumplir ochenta años -el Club Deportivo Treviense- y una asociación de deportistas valle del Esva que precisamente hoy organiza en la localidad y sus alrededores la cuarta carrera popular «Ana Amelia Menéndez». La prueba lleva el nombre de la atleta treviense que fue olímpica en los Juegos de Atlanta en 1996 y que forma parte de una nómina de deportistas de postín que han nacido aquí y de los se enorgullece el vecindario. Saúl Fernández juega al fútbol en Primera División, en el Deportivo de La Coruña; Raúl Fernández Arrizabalaga, ciclista y judoca, fue medallista de bronce en el concurso de judo de los Juegos Paralímpicos de Atenas en 2004, y Félix García y su hermano Miguel, campeones de Asturias de rallies...
El Mirador
_ El polígono
La reclamación de un espacio para instalar empresas en Trevías se acerca a las dos décadas. El «ahora sí» del presidente de la parroquia rural, Pablo Suárez, dice que las dieciséis parcelas estarán a la derecha de la carretera y del río, entrando desde Luarca, «en la próxima legislatura». «Quedan dos últimos resquicios en la expropiación de los terrenos», afirma, «y está finalizado el proyecto».
_ El corredor
La salida de Navelgas hacia la costa pasaría por aquí si el Corredor del Esva no tuviese hecho únicamente el tramo que va de Cadavedo a Cortina, junto a Trevías. No hay nada más de ahí al interior y los vecinos se preguntan qué ha sido de un proyecto que Suárez asume «vital».
_ La senda
O más bien la continuación de la que comparten Tineo y Valdés y que pone a la vista del turista las hoces del Esva. Están cubiertos los tramos tinetenses y sólo parte de los valdesanos. Con lo que falta, Brieves-Bustiello de Paredes, la explotación turística de esta zona sería muy diferente, afirman en Trevías.
_ El saneamiento
«Trevías tiene saneamiento, pero no depuradora» y Pablo Suárez acepta que el Esva se resiente. Una parte importante del pueblo vierte al río y rebaja su valor como recurso paisajístico y económico. «Estamos hartos de denunciarlo», se queja Gil Ramón Rico, presidente de la sociedad de pescadores «La Socala».
_ El río
El tramo del Esva que cruza Trevías y toda su cuenca pide una limpieza que mitigue la sensación de «abandono» que al mirarlo sienten los pescadores. Otro de los planes de «La Socala» incluye una mejora de accesos a las márgenes.
_ La fibra óptica
«Tenemos la suerte de tenerla muy cerca». La línea de la fibra óptica cruza de Cadavedo a Otur por la línea de Feve, explica Pablo Suárez, y la obra de la carretera Cortina-Cadavedo permitió el acondicionamiento de unas tuberías que facilitarían su acceso a Trevías. La electrónica, afirma el presidente de la parroquia rural, es «otra comunicación vital» de urgente resolución.
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