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El decorado para una historia de entonces

El director artístico valdesano Gil Parrondo, ganador de dos «Oscar», retrocede con la memoria hasta la casona solariega de Llendelabarca y la parroquia de Trevías, «el paraíso de mi niñez»

Marcos Palicio / Trevías (Valdés)

Llendelabarca existe. No es, aunque lo parezca, un nombre inventado para la ficción del cine. En el universo imaginario de «You're the one» e «Historia de un beso», se llama así la casona solariega a la que los protagonistas vuelven para reencontrarse con sus recuerdos; a este lado de la pantalla, más o menos, también. La casa existe, está en la parroquia de Trevías y tiene un alrededor bucólico de arboleda y pradería que puso los primeros decorados a la vida de Gil Parrondo Rico (Luarca, 1921). Ocurrió mucho antes de que él decidiera hacerse constructor de ambientes para el cine, decorador cinematográfico y director artístico de aquellas dos películas y de al menos otras doscientas, triunfador en Hollywood, ganador de dos premios «Oscar» y de cuatro «Goya». De nacimiento luarqués, sí, pero con un «edén» infantil escondido a las afueras de Trevías. Llendelabarca son la vivienda familiar y la ermita de la Virgen de la O y sigue estando a menos de dos kilómetros en ascenso desde Trevías por un camino «pindio» que va a dar directamente al «paraíso de mi niñez».

Vista desde unas cuantas décadas de distancia, en el blanco y negro del recuerdo vivo del cine, aquella «casa solariega con su capilla, rodeada de bosques y praderas, era lo mejor» que podía desear el niño de 12 años «lleno de sueños y fantasías» que fue aquí Gil Parrondo. Por eso, en el mundo ficticio de aquel pueblo inventado, Cerralbos del Sella, la casa principal se llama igual que en la memoria real de este director artístico. Por eso aquellas dos películas terminaron siendo «un homenaje al recuerdo de Llendelabarca» construido por Parrondo con la complicidad nostálgica del director, José Luis Garci.

A la primera mención de Trevías y su parroquia, el decorador cinematográfico valdesano ha retornado de pronto al principio, a la placidez del niño que juega en el río Mállene, en Cortina. Se divierte otra vez en el tramo del Esva que ocupa Trevías y vuelve a subir a Llendelabarca. La casa pertenece a la familia materna; el padre es madrileño, pero oriundo, como los bisabuelos, «de Argumoso, una braña situada en los montes cercanos a Canero y a la playa de Cueva». «Aunque mi padre haya nacido en Madrid», precisa, «mi apellido es de origen vaqueiro, ese grupo de asturianos llenos de lejanías y misterios. Estoy muy orgulloso de él, así como del de mi madre, que tiene sus raíces en Pescaredo, Cortina y Cadavedo. Como se ve, aunque viva en Madrid, soy asturiano puro, y a mucha honra».

Los primeros cinco años transcurren en Luarca y la vida pasa después, hasta los ocho, en «la casona de mis abuelos maternos en Cortina»; a partir de 1929 «en Madrid, con mis padres», pero todavía no definitivamente. «Volví en 1931, con 10 años, y a partir de entonces ya viví con mis tíos y mis abuelos en Llendelabarca hasta mi vuelta definitiva a Madrid, en 1935». Hasta esos 14 años, los padres vivían en la capital, pero el niño «venía los veranos y me quedaba» con la familia en Asturias y en ese vaivén de escenarios distintos la memoria selecciona y se queda sobre todo con la primera comunión en la iglesia de San Miguel, en 1931, con aquellos juegos en dos ríos y uno de los primeros cines, el Astur de Trevías. Aquel joven inquieto «ya había visto en Madrid películas mudas que me habían impresionado» y a su regreso a Asturias siguió disfrutando con «Charles Chaplin, algún western y muchas de aventuras». Mucho después vendría la materialización triunfadora de la vocación por decorar escenarios: todo el cine español, Hollywood, los premios y los títulos de crédito al lado de algunos de los más grandes: Orson Welles, George Cukor, David Lean, Stanley Kubrick y un etcétera larguísimo.

El único español que comparte con Pedro Almodóvar el doble honor del «Oscar» pone cara y nombres a la remembranza de su paraíso infantil sin dejar a nadie de «toda mi familia», sin salir de esta parroquia «los Rico-Villademoros de Cortina y los García del Relayo de Pescaredo». Cuando hay que escoger un fondo, el decorado es siempre el mismo: «La iglesia de San Miguel de Trevías y el río; Llendelabarca y el río». De vuelta en el presente, los escenarios siguen ahí. La ermita de la Virgen de la O ha conseguido evitar la amenaza de ruina y aunque la casa «se ha hundido», al menos sobrevive otra vivienda en este lugar que no ha perdido la vida. Con cierta frecuencia, no toda la que desearía, Gil Parrondo regresa para volver a ver estos paisajes que decoraron su infancia y que hoy permanecen, asegura, «con su encanto de siempre, pero creciendo y mejorando».

El director artístico valdesano -él prefiere el más simple «decorador»- no pudo acudir por distintos motivos a recoger ninguno de sus «Oscar», ni el de «Patton» (1970) ni el de «Nicolás y Alejandra» (1971), ambas dirigidas por Franklin J. Schaffner, pero no se perdió en Trevías, en 2004, el acto de entrega de su premio «Primer milenario». Al recibir el reconocimiento de sus paisanos, el hijo predilecto del concejo de Valdés rememoró aquella infancia, en la que «aprendí cosas que no se aprenden en la Universidad». Hoy, con la perspectiva que da el paso del tiempo y de los galardones, después de los «Oscar», los «Goya» y las medallas de oro de las Bellas Artes y la Academia del Cine, aquella «es una emoción que no olvidaré nunca». Aquel 21 de marzo de 2004, aniversario de la fundación de la parroquia de Trevías, compartió recuerdos con la poetisa valdesana Nené Losada Rico, prima suya, y regresó a su memoria el impacto del retorno a los capítulos centrales de ésta que también es, como confirmaba el subtítulo de «You're the one», «Una historia de entonces».

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