Boal

El arte imita a la naturaleza

Marcos Palicio

El artista boalés Ricardo Mojardín revive sus visitas de niño a la villa durante los veranos en el pueblo de sus abuelos, que dejaron «marcada» su obra

Lejanía mental

Fermín Rodríguez / Rafael Menéndez

La capital boalesa batalla por dar a conocer su atractivo residencial de pequeña villa urbana y por encontrar actividades nuevas que suplan el ocaso industrial y minero

Wolframio y otras piedras

Marcos Palicio

La villa, que está como el concejo en su cota más baja de población, trata de resistir anclada a su oferta de servicios, sin mina ni compensaciones y, al decir de sus vecinos, con muchos obstáculos en el camino

Situación en el mapa

 

La villa blanca interior

Latitud: 43.42925283624043
Longitud: -6.817960739135742

Boal reproduce tierra adentro, río Navia arriba, algo del albor que en la costa hizo de Luarca la «Villa Blanca de la Costa Verde». Vista con perspectiva, la traza urbana encalada de la capital boalesa se encarama sobre el cauce del Navia acomodada a la pendiente suroriental de la sierra de Penouta. Boal exhibe el rastro inconfundible de la emigración en las casas de indianos que decoran el kilómetro 24 de la AS-12, la carretera que acompaña al río hasta Grandas de Salime, y conserva de aquel esplendor 567 habitantes. Son cien menos que en 2000 y poco más de mil en la parroquia que encabeza la capital y que acapara la mitad de la población de este concejo declinante, en la cota más baja de su historia.