El cántaro discrecional

Los políticos presumen de pulcritud administrativa, una garantía no plena

Viernes 28 de Enero de 2011
Javier Morán

La alcaldesa Felgueroso dice tener argumentos de sobra para ahuyentar cualquier sospecha de que el «caso Riopedre» pueda presentar paralelos en el Ayuntamiento de Gijón. Tomamos nota de ello y de la mesurada coincidencia que se ha dado entre Felgueroso y Pérez-Espinosa, candidata del PP al Principado, quien también ha declarado que la legalidad refulge en toda adquisición de la municipalidad ovetense. No obstante, vamos a ver si nos aclaramos un poco. En este desastre que se ha levantado con Riopedre hay dos planos: uno, el que pueda desembocar en un proceso penal por cohecho y otras lindezas. Y segundo, el de cómo ha actuado la Administración pública. Por lo que se va sabiendo, la juez de autos llegó a indicios de lo primero mediante escuchas telefónicas y seguimiento de movimientos bancarios, es decir, sin meterse -al parecer- en los anales de la cosa pública. Y ésa es la cuestión: que este tremendo caso (lo es a causa de que haya personas tras los barrotes) podría pasar inadvertido mediante el puro examen de los papeles públicos.

Por tanto, hacer gala de pulcritud administrativa no es una garantía plena, aunque, evidentemente, no vamos a desplazar aquí la carga de la prueba sobre un Ayuntamiento que no esté siendo investigado. Pero en nuestro corazoncito albergamos razones de sobra para una sospecha permanente, aunque sólo sea a causa de esa tendencia tan humana de meter la mano en el cajón del pan. Y, sobre todo, por otra razón de más peso: es temible el grado de discrecionalidad de los poderes públicos, es decir, su margen para tomar decisiones en campos no sometidos a regulación precisa o donde ésta pueda ser interpretable. En Gijón, sin ir más lejos, se hace uso abundante de la discrecionalidad, de modo que, en determinadas materias, los jueces suelen enviar a la Alcaldía un «saluda» en forma de sentencia. Pese a ello, no podemos dar aquí el salto a la afirmación de que el Ayuntamiento de Gijón sería un magnífico sujeto penal. Sin embargo, estamos seguros de que, en general, tanto puede ir el cántaro discrecional a la fuente que acabar por romperse.

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