Lo que es indisoluble

Por ejemplo, Areces estará, por mucho que le incomode, asociado a la figura de su amigo y colaborador de toda la vida

Jueves 27 de Enero de 2011
Luis M. Alonso

Hay cosas de las que uno no puede desprenderse por mucho que se empeñe en lo contrario. Resultan indisociables como la aguja y el hilo, el café y el azúcar o el zapato y el cordón.

Por ejemplo, Areces estará, por mucho que le incomode, asociado a la figura de su amigo y colaborador de toda la vida, el dominico que dejó los hábitos para embarcarse en la lucha comunista y acabó en la cárcel, tentado por el panal de miel de la Administración regional y el vuelo zumbón de las moscas golosas.

El presidente del Principado, que probablemente terminará siendo protagonista de una despedida con traca sin precedentes en la política asturiana, no puede desprenderse así como así de los hábitos a estas alturas; no del mismo modo que Riopedre lo hizo cuando era fraile.

Son demasiados años de compañeros inseparables, demasiada colaboración estrecha, para decir ahora que no pone la mano en el fuego por un hombre que se está quemando en las brasas del infierno. ¿Cómo se podría explicar entonces que lo hubiese mantenido al frente de una Consejería de su Gobierno si no tenía confianza en él? ¿Qué es lo que ocurre para que un muro se interponga entre ambos hasta el punto de que el jefe no tenga presente, al menos, la presunción de inocencia para el subordinado cuando sus huesos van a parar a la trena?

De igual modo que la sombra de Riopedre planea sobre Areces, resulta inevitable que la investigación emprendida en la Administración regional por supuestos amaños en los concursos y contrataciones lo haga sobre la FSA. ¿O acaso los socialistas pueden desvincularse del Gobierno regional como si la cosa no fuera con ellos o su reino perteneciera a otro mundo? «A nosotros que nos registren», ha dicho el candidato Javier Fernández, tratando de esquivar una situación incómoda y más que preocupante cuando el tiempo que queda para las elecciones ha iniciado ya la cuenta atrás. Ni pensar ingenuamente -imagino que no lo hará- que un asunto que huele tan mal como éste se puede saldar con una sencilla suspensión de militancia.

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