Vergüenza

El «caso Riopedre» y el penoso puesto 37 de España en el «ranking» mundial de corrupción que elabora Transparencia Internacional

Jueves 27 de Enero de 2011
Maribel Lugilde

Hace unos días recordaba con una amiga muy querida el funeral de Enrique Tierno Galván en Madrid. Lo vivimos juntas, en Cibeles, en medio de una multitud que durante horas fue del silencio al aplauso y del aplauso a la letanía de «¡Tierno, Tierno!» y vuelta al silencio y al aplauso y a la letanía. Y así dijo adiós aquella ciudad imperfecta y enamorada al alcalde que nos quiso exactamente como éramos.

Desde entonces tuve oportunidad en alguna ocasión de escuchar acusaciones tan destructivas y furibundas contra Tierno Galván que concluí que sólo podían ser mentira o verdad, sin término medio. Ni se me ocurrió tocar su memoria. Ya no era tiempo y yo no iba a ser su jueza. Le recuerdo con infinita emoción.

Hoy, veinticinco años después, la vida democrática nos ha ido enseñando muchas cosas; entre otras, que los políticos, en flagrante violación de la buena fe y la indefensión de los administrados, se pueden corromper. Y que lo hacen -primero con pudor y finalmente con brío descarado- yendo un paso por delante de los mecanismos de control que la sociedad ha ido levantando, claramente deficientes y plagados de lagunas.

La imagen de José Luis Iglesias Riopedre camino de Villabona me ha conmocionado. Voy de la indignación a la «depre», pero fundamentalmente siento un profundo bochorno colectivo. No he podido evitar la comparación entre aquel viejo profesor al que hace años despedimos -y luego, sin posibilidad de defensa, oí despedazar- con este profesor jubilado, internado en la unidad terapéutica de Villabona, cuyos abogados preparan el argumentario contra unos delitos muy graves, de esos que ocurren con otras caras y en otros territorios que nos duelen menos.

El penoso puesto 37 de España en el «ranking» mundial de corrupción que elabora Transparencia Internacional se ha asociado esencialmente a tres de nuestras principales debilidades: la fiebre del ladrillo, la excesiva capacidad de decisión de los políticos -siempre de paso- por encima del criterio técnico de los funcionarios, y una justicia con mecanismos del siglo XIX.

Pues al final, en nuestro caso funcionará la justicia, espero; hasta ella, nada ha funcionado. Al contrario, se ha dejado campar una trama clásica de adjudicaciones irregulares de contratos a empresas de familiares o amigos, y de comisiones. Una trama que destapó indirectamente Hacienda; ni el Principado, ni la Sindicatura de Cuentas, a pesar de los elocuentes informes de esta última.

Ahora muchos dicen que estaba cantado, pero resulta que hasta hoy nadie cantó, en una extraña consigna de silencio al estilo de la «omertà» siciliana. Y una empieza a creer que, efectivamente, la historia se hace a golpe de los muertos que unos tienen en el armario y del conocimiento y manejo que se tiene de los muertos ajenos.

En el colmo del esperpento, el mismo día de la foto de Riopedre esposado, el Consejo Consultivo del Principado de Asturias hace públicas sus objeciones a la propuesta de la Consejería de Educación sobre evaluación del profesorado. Aparte de las cuestiones de fundamento, están las de forma: una gramática y sintaxis tan deficientes que los miembros del Consejo Consultivo reventaban si no lo ponían negro sobre blanco. Si es que evaluar a los evaluadores es tan necesario como controlar a los que dicen controlar y controlarse.

Todos estos penosos sucedidos empobrecen nuestra política, nuestra imagen exterior y nuestra autoestima. Ahora nos queda asistir al culebrón de sustos y decepciones, a instrumentalizaciones electorales y a mofas. Quedan lejos los tiempos en los que se salía a la calle a despedir con emoción a un gestor de lo público. Por el momento, las lágrimas, de haberlas, serán de vergüenza.

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1 comentario:

#1 COR: En España, desde que aun ensalzamos la figura del "lazarillo" como un simple "pícaro", hemos conseguido convertir esta dichosa picaresca en el "roba y calla", que es el ejercicio nacional, por excelencia. Y si no que se nos explique como todo el país se encuentra salpicado de tramas y trampas, de tramposos y corruptos. Y mientra, los jueces y la justicia, con su ineficacia, con su pasividad, con su irresponsabilidad y creo que también con su incpacidad, con su no hacer y no rsolver, lo único que consiguen es dar cancha libre a la corrupción. ¡y que pasó con el último fiasco judicial con el caso Fabra?. ¿Casualidad o complicidad?. Yo, acuso.

18/03/2011

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