El escultor gijonés Gonzalo García acaba de salir de un proyecto monumental: la escultura hiperrealista de un pie humano de 3,3 metros de altura, hecha con 1.400 piezas de madera acetilada y de 750 kilos de peso. Una pieza asombrosa y minuciosa con destino a un coleccionista privado, cuya estructura interior, un entramado imposible, parece la de una catedral. Es el último logro de un artista que comenzó a principios de los años noventa y cuya primera obra expuesta al público fue un tótem a golpe de hacha. Hoy ha adquirido un dominio asombroso de la materia, un saber que aplica en esas esculturas con forma de pie por las que empieza a ser conocido. Su actitud, dice, es la del “búho”, tener los ojos abiertos y aprender. Si algo parece imposible, allá de mete de cabeza. Tiene carácter, es vehemente. Pero monta en moto tranquila: una Harley Davidson.
Por Eduardo Lagar